domingo, 23 de mayo de 2010

Comunicación y cultura: notas para un debate

José R. Vidal - http://alainet.org/active/38190&lang=es

Un asunto bien sabido, desde lo conceptual, aunque no siempre bien asumido en la práctica, es que la comunicación es uno de los espacios de disputa cultural más importantes entre el pensamiento hegemónico capitalista y las ideas liberadoras. Igualmente hay consenso en entender que el sistema de medios concentrados, globalizados, ubicuos y coherentemente dirigidos a intentar dar legitimidad al orden dominante constituye uno de los instrumentos principales con que cuenta la hegemonía capitalista.

Asumidas estas dos premisas, entonces quizás, en lugar de repetir las denuncias sobre el orden comunicacional dominante, denuncia justa pero insuficiente, deberíamos concentrarnos en analizar cómo fortalecer la comunicación que desafía al pensamiento hegemónico y que crea verdaderas alternativas de liberación.

Pudiéramos comenzar justamente por acercarnos a una visión común acerca de qué es una comunicación contra-hegemónica y para hacerlo podemos formular algunas preguntas, como por ejemplo: ¿es aquella que por los contenidos que trasmite se opone a los mensajes de los medios al servicio de la dominación? ¿O es aquella que recurre a recursos y formas institucionales que llamamos “alternativos” al sistema de medios masivos?

Es decir ¿es una cuestión sólo de contenidos y de medios? O por el contrario es un asunto que no se agota en los contenidos, ni depende mecánicamente de los medios que empleamos.

Será la comunicación realmente contra-hegemónica aquella que supere el modelo comunicativo que refuerza la dominación, es decir que renuncia a manipular, distorsionando aviesamente la información, recurriendo a recursos como el miedo, la exaltación de prejuicios, chovinismos o sectarismos, creando falsos símbolos, tratando a los seres humanos como objetos y no como sujetos con derecho a participar realmente en la determinación de sus vidas. Será realmente contra-hegemónica la comunicación que reivindique el valor de las historias y las culturas diversas pero interconectadas que cohabitan en este espacio y tiempo que nos acoge, que estimule el pensar, que forme la capacidad crítica para el discernimiento. No depende entonces sólo de discursos, ni de medios, es sobre todo de ética, de comprensión real del horizonte emancipador que preconizamos que no se puede reducir a quién ostenta el poder, sino sobre todo a cómo se socializa este, cómo se avanza en un proceso largo de eliminación de toda forma de dominación que va de lo estrechamente político a lo económico, lo social y lo cultural.

También resulta útil a nuestros empeños de generar otra comunicación superadora de la dominante si nos hacemos algunas preguntas sobre el proceso mismo de la comunicación: ¿somos las personas recipientes en los que se depositan mensajes o actores que participan en procesos de construcción de sentidos? ¿Dónde está el límite del poder de los medios al servicio de la dominación? La vieja percepción proveniente del pensamiento conservador burgués, pero asumida de diversos modos por una parte importante del pensamiento de izquierda de que la sociedad de masas genera pseudos individuos, personas ignorantes que necesitan ser “iluminadas”, otorga a los medios todo el poder e imagina a los seres humanos miembros de una manada domesticada y manipulada sin límites. Tal discurso aunque parezca de denuncia de la dominación, la refuerza, porque desmoviliza al desvalorizar la capacidad de las gentes de organizarse, pensar, y actuar con autonomía.

Entonces podemos preguntarnos acerca del papel y la responsabilidad en los procesos comunicativos de los movimientos sociales o políticos que se declaran emancipadores: ¿Es la responsabilidad de los movimientos y organizaciones sociales o políticas de izquierda llevarles la “cultura” a las masas, entendiendo por tal, algo que las masas no poseen y que es patrimonio de la producción intelectual? ¿Es su tarea comunicarse con las masas para trasmitirle las ideas que los movimientos poseen acerca de cómo trasformar sus vidas? O su responsabilidad radica en crear espacios, momentos, medios y vías para que todos y todas podamos aportar nuestras visiones, necesidades, propuestas, de tal forma que seamos realmente sujetos de la propia transformación de nuestras vidas y no meros objetos del trabajo político-ideológico de los esclarecidos miembros de la vanguardia.

Gestar procesos liberadores

Llegado a este punto debiéramos también reflexionar acerca de la relación entre comunicación y cultura. ¿Es la cultura el fruto espléndido del trabajo intelectual, el resultado del cultivo de la mente humana? o ¿la cultura es un resultado acumulativo (y en continua transformación) de la historia vivida y viviente de cada grupo, comunidad, pueblo o nación y a la vez, un factor constitutivo de esa historia, en una relación compleja, de múltiples vías y densas interconexiones? ¿Se agota la comunicación con la transmisión de los mensajes o su verdadera significación está en las múltiples construcciones de sentido que hacemos a partir de los mensajes que recibimos?

En realidad, lo que resaltamos en el debate es el hecho de que, desde los propios movimientos y organizaciones, en muchos sentidos, seguimos reproduciendo un modelo comunicativo propio de la dominación al creernos dueños de la verdad y no reconocer el carácter activo de los seres humanos en el proceso comunicativo, al desvalorizar los conocimientos, las experiencias, los sentimientos y valores de los demás, en particular de los sectores populares.

No logramos comprender e incorporar a nuestras prácticas que sólo con una verdadera participación que propicie y estimule el diálogo es que podemos estructurar procesos de comunicación que no se limiten a la reproducción de la dominación sino a gestar procesos genuinamente liberadores.

Por supuesto no hay modelos puros, ni cartillas o manuales que nos digan como comunicarnos en cada momento y contexto concreto, pero sí un camino que es el de asumir las esencias emancipadoras de la comunicación que propicia el diálogo, la participación, la emergencia de pensamiento crítico desde la reflexión sobre nuestras prácticas sin desconocer el valor del pensamiento teórico que nos ayuda a pensar nuestras propias realidades y mejorar de continuo nuestro hacer.

- José Ramón Vidal es psicólogo y comunicador cubano, del Centro Memorial Martin Luther King, Jr. de La Habana. El texto se apoya en los aportes y debates de la mesa sobre cultura y comunicación.

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