sábado, 15 de mayo de 2010

De perseguidos, de mitos y de taxistas, y la rebelión “matona” de los huevecillos.

Por Orlando Barone  - http://www.revistadebate.com.ar//2009/02/06/1576.php


De Rodolfo Walsh a Nelson Castro, la evolución heroica y ética del periodismo argentino.

Por eso nuestra libérrima corporación no duda: los periodistas desplazados de los medios públicos o presuntamente del Gobierno padecen persecución y censura; los innumerables periodistas sin cartel, cachet ni cómplices, desplazados de medios privados,  lo son por causas laborales o por ajustes en la programación y nadie los defiende con el escándalo del Yo acuso, de Émile Zola. A Nelson Castro no le faltarán tribunas y la prensa libre no será acallada por ningún totalitarismo. Prueba de ello es cómo, por más perseguido que fuese el involucrado, zafó del cautiverio y pudo hablar en cadena por varios medios con más éxito aun que cuando había sido libre.

Al periodismo argentino le hace falta otorgar un premio de jerarquía. Premiar al periodista más opositor al Gobierno. A este Gobierno. Al más rotundamente opositor. El premiado, aparte de sus dones opositores, debería estar refrendado por el nivel de su hinchada. Plateas colmadas que lo aclamen, sea con milongas sureñas, con tango de salón o con cantos gregorianos. Va a ser un premio difícil de otorgar por lo disputado; hay tanta competencia y de tanta envergadura que el jurado debería ser muy sagaz para darse cuenta cuál de ellos es el ganador. ¿Cómo medir una diferencia de oposición cuantificable entre periodistas colmados de oposición? ¿A quién consagrar? ¿Al que publica más páginas en contra, más noticias opositoras en los informativos, más columnas de opinión destituyentes, o al que hace más anuncios opositores con más énfasis, o al que cada vez que se refiere al Gobierno se limpia la boca ostensiblemente como si de solo nombrarlo se ensuciara? La persona encargada de entregar ese premio -una rama de soja sin glifosato- debería ser más bien una estrella del espectáculo. Popular pero fina. Nacha Guevara, no. Está demasiado asociada a Evita y sería contraproducente. Para mí el gran premio al periodista opositor debería entregarlo Mirha Legrand, vestida con look gaucho.

Y prosigo. Está también nuestra evolución histórica: del 17 de Octubre del 45 al “caceroleo” de teflón de 2008. Una metáfora de cómo la tendencia de muchedumbres desarrapadas culmina en una actualidad casi musical y exclusiva. O como creo que dijo el diputado Héctor Recalde: “Los de la Mesa de Enlace no son el grito de Alcorta sino el del Paseo Alcorta”.  Pero la evolución social es aún más sorprendente, y lamento usar como ejemplo, otra vez, a un taxista. Sin que yo lo alentara, el tipo empieza la cantinela de que los políticos son todos una porquería. Y que al lado de su casa, en Ramos Mejía, vive un “puntero” que se compró ya tres colectivos. “Y no sabe ni leer ni escribir -dice-. Y el voto de él vale igual que el mío”. Me la daba servida y le dije: “No se preocupe: también el voto de Einstein  valdría igual que el suyo”. A partir de ahí, se dedicó a manejar exclusivamente. Y yo a escribir.

Hoy no parece ser mi mejor día. Porque lo mejor que me pasó no debería decirlo, fue lo que me dijo un amigo, admirado de la destreza con que se cometen tantos robos. Me dijo, como si fuera un aforista griego como Séneca: “La naturaleza reparte los dones: a unos les da el talento de ganar plata y a otros, de robársela”. Le faltó decir que hay casos como el del superestafador global Bernard Madoff, en quien los dos talentos van unidos. Decía que hoy no es mi día provechoso. Me asaltan ideas incorrectas, imperdonables, como desear que desaparezca el campo y, en su lugar, solamente se edifiquen ciudades. Y que todos los lácteos, cárnicos e hidratos que ingiero se produzcan en un laboratorio y sean totalmente antinaturales. Y que, finalmente, el gaucho recupere su verdadera identidad de estereotipo ficcional creado por la literatura y vuelva a ser quien zapatea el malambo y el del “che amigazo” desinteresado, seguramente también una leyenda.

Se me pasa por la cabeza, además, la idea de institucionalizar el premio al periodista más opositor de todos. Cuántos aspirantes en condiciones de obtenerlo que habría. Se consagraría al periodista más opositor entre todos los periodistas opositores juntos. Son cada día más y, a medida que se acerca la elección, se reproducen como una plantación de soja inyectada a full con transgénicos. Aunque, para aspirar a ese premio, habría un requisito insoslayable: debería tratarse de un periodista opositor al Gobierno pero que, a la vez, no fuese oficialista del campo ni de la Mesa Rural. Y que en sus diferentes soportes de trabajo no tuviera auspicios relacionados con los negocios agrícola-industriales. Requisito incumplible si los hay.

Es que es lindo oponerse. Fijate que hasta Julio Cobos oponiéndose, da atrevido e inteligente. Nunca lo hubiera soñado. Cuando era oficialista, para darnos cuenta de que había un vicepresidente, tenían que ponerlo en primera fila en el palco y señalarlo cada tanto para que el público lo reconociera. Me queda la duda de, si al ponerlo en la lista, la Presidenta sabía quién era o lo que importaba era que a Cobos nadie lo amaba ni lo odiaba y era como un candidato neutro. Como uno de esos pollos de criadero que no son machos ni hembras porque llegan hermafroditas y sin definirse al matadero. Ya no. Ahora en la contra, Cobos sugiere un misterioso poder indescifrable, como aquel del jardinero de Jerzy Kosinski. Los periodistas opositores al Gobierno, pero oficialistas de Cobos, lo entrevistan con la melosidad de quienes se sienten creadores y propietarios de un súbito challenger. El candidato feliz del partido mediático opositor. Una coalición de envergadura sustentada por la elite más “renombrada de la población”. Como temen que el challenger en la balanza no dé el peso de la categoría máxima, lo nutren y sobrealimentan con alabanzas a ver si logra pasar el pesaje. Pero les cuesta. Como le costaría a un carnicero conseguir que un trozo de carnaza pase por lomo. La oposición, en política, confiere el beneficio de que no tiene caja, no tiene tesorero; no tiene distribuidor financiero. No hace el mal ni el bien. Baila mientras el oficialismo lidia con la partitura, la orquesta, los instrumentos y con el público de la platea y del gallinero. Bizarramente, no fue del gallinero ni del corral, como parecía haber sido, desde donde le arrojaron huevos y bosta al diputado Agustín Rossi. Fue desde el pozo ciego. Por el contrario, adherir o consentir a un Gobierno no tiene gracia. Es como en el amor: ser oficialista es menos atractivo que ser adúltero.

Lo que no es nada atractivo es meter baza en la discusión nacional sobre lo proisraelí y contra israelí y lo contra Hamas y propalestino, etcétera. La Argentina en estos días ha sido propensa a tensiones sobreactuadas en uno y otro sentido. Hasta pensadores argentinos judíos se han visto objetados por otros pensadores igualmente argentinos judíos. Y otros no judíos argentinos menos pensadores han apelado a consignas impensables en ciudadanos cuerdos. Hay quienes dicen que hay casos donde, sin saberlo, se es portador sano de antisemitismo o antijudaísmo. Por eso solo en Debate uno puede permitirse lo que yo voy a permitirme ahora: incluir un sorprendente, provocador y temerario (y acaso agresivo) fragmento escrito por Javier Marías. Notable escritor, periodista y académico español, quien el domingo 1ª de febrero publica esto: “Israel una vez más ha hecho pagar, desoyendo el viejo mandato, a justos y pecadores, y además con plena conciencia, crueldad, exhaustividad y encarnizamiento. Ha sacado la pistola ante una bofetada y ha hecho uso de ella. Hoy por hoy es un Estado incivilizado, un venado, una mala bestia, un matón, un chulo...”. 

No me lavo las manos como Pilatos. Lo de Javier Marías me plantea el interrogante de por qué allá alguien muy considerado se atreve a decir públicamente algo tan brutal y políticamente incorrecto siendo que un tema, tan trágico desde cualquier posición, insta a emplear una hipérbole reduccionista. O a aplicar con cuidado dosis de hipocresía o anestesia. Pero la tarea de un intelectual como en el caso de este español famoso, no es la de un pastor de almas ni la de un aspirante al Premio Nobel de la Paz. Es la de lanzarse de corazón y cabeza a las entrañas del litigio. Sin ignorar que no será juzgado exclusivamente por la razón sino que aún más por el fanatismo.

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