miércoles, 30 de junio de 2010

Argentina: escuelas públicas y subsidios a las escuelas privadas (I)

Elena Luz González Bazán.* - http://www.surysur.net/?q=node/14008

Los que crean que la educación y la capacitación es un gasto, no saben lo que cuesta la ignorancia. La Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en su capítulo tercero, desde los artículos 23 al 25 hace los planteos esenciales sobre el tema educativo. En este articulado sostienen el reconocimiento y afirman se debe garantizar la educación en los principios de la libertad, ética, solidaridad para lograr un desarrollo integral.




A su vez, afirma la igualdad de oportunidades y posibilidades para el acceso, permanencia, reinserción y egreso del educando. Luego en este primer artículo referido a la educación plantea la igualdad en la calidad educativa.



Bien, por otro lado, un "paneo" de la situación de escolarización inicial, primaria, media, terciaria y universitaria demuestran otros aspectos no menores para pensar en la hecatombe actual de los edificios escolares de nuestra ciudad y las graves consecuencias que ha acarreado en materia de seguridad, calidad educativa, igualdad de oportunidades, construcciones adecuadas y todo lo que plantea el articulado de la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires de 1996.



Asimismo, la Constitución, garantiza 10 años de escolaridad obligatoria, también diseña que pueden los particulares llevar adelante emprendimientos privados de educación y —hay que decirlo— en su gran mayoría reciben subsidios del Estado comunal, garantizado por la constitución cuando sostiene en el segundo parágrafo del artículo 25: La Ciudad puede realizar aportes al funcionamiento de establecimientos privados de enseñanza, de acuerdo con los criterios que fije la ley, dando prioridad a las instituciones que reciban a los alumnos de menores recursos.



A partir de la década de 1991/2000, con Susana Decibe como ministra de Educación y Daniel Filmus como asesor, los técnicos educativos reformulan el concepto de educación pública, que pasa a ser el sistema en su totalidad. En el nuevo discurso se menciona a todas las escuelas como iguales, sólo que algunas son de gestión estatal y otras de gestión privada.



Bajo esta máscara se busca encubrir que se trata de dos conceptos opuestos: lo público es lo de todos, mientras que lo privado pertenece sólo a algunos, así lo afirma Santiago Duarte, docente del Distrito Escolar 8º.



Por otro lado, las estadísticas del 2005 arrojan la siguiente realidad en cuanto a Instituciones Educativas y matriculación de alumnos.



Enseñanza Privada



Una realidad educacional incontrastable: la mayoría de estos establecimientos privados reciben subvención del gobierno porteño, una cantidad importante de estos establecimientos privados tienen los tres primeros niveles de enseñanza, tanto inicial, primario y medio. Si observamos las cifras arrojadas en el 2005: hay 483 jardines o enseñanza inicial, hasta cinco años o preescolar.



El primario entre 6 y 13 años, de acuerdo a la fecha de ingreso, si es antes del 30 de junio o posterior, son 441 establecimientos y los de enseñanza media 340. De esta totalidad: 405 establecimientos con estos niveles de enseñanza reciben el auxilio de los gobiernos capitalinos en forma de subsidio a la educación.



Baste mirar la realidad educacional y el contexto de este entramado, podemos verificar que la disparidad entre lo privado y estatal es contundente: por lo injusto, por la falta de políticas ciertas de auxilio para todos los sectores sociales, estamos hablando de los niños, niñas y adolescentes. Debiendo realizar una pregunta ineludible: ¿Cuáles son los sectores económicos que estamos privilegiando con la educación privada?



Porque no podemos dejar de resaltar que tenemos en estado calamitoso y semi desastroso a una parte importante de los colegios y escuelas estatales. Donde sus alumnos, acompañados por maestros y padres debieron salir a la palestra, durante los años 2007, 2008 y 2009, para reclamar mejoras, calefacción, agua corriente, sanitarios en condiciones, cables de alto voltaje sin protección, techos en condiciones paupérrimas, a punto de caerse… y así de seguido.



En estos establecimientos estatales, las cooperadoras juegan un papel esencial, por décadas han sido los bomberos voluntarios para solucionar problemas en los edificios, falta de materiales escolares y las diversas jornadas que realizan y seguirán realizando para lograr fondos que dejen en mejores condiciones los establecimientos educativos.



De la misma manera, las escuelas estatales se han transformado en estos largos años en el espacio de asistencia alimentaria, esencialmente en las barriadas más pobres de nuestra ciudad: básicamente en el sur de la ciudad y las escuelas y colegios de diferentes barrios porteños que reciben a los alumnos de más bajos ingresos.



Ya en otros informes hemos detallado ampliamente sobre la explosión demográfica de nuevos asentamientos, villas, casas tomadas en distintos puntos del país, esta problemática se ve directamente reflejada en el aula.



La realidad de escuelas públicas y subvenciones a privados: una política de Estado



Cuando aún era presidente en ejercicio, Néstor Kirchner, marzo del 2007, la cantidad de colegios privados que recibían subvención en la Ciudad de Buenos Aires eran los 405 arriba expuesto y más de 5.000 en la provincia de Buenos Aires, anunciaba aumentos salariales para los docentes, pero también se aumentaban las cuotas de los colegios privados. En la ciudad, mediante el decreto 198 del 2005, el entonces jefe de gobierno porteño, Aníbal Ibarra incluía a la Capital Federal entre los distritos beneficiados.



Es importante aclarar los subsidios que son en todo el país, por esto que más arriba explica el maestro Santiago Duarte y que es parte de una política educativa afirmada desde los tiempos menemistas y para nada desandado por estos gobiernos posteriores, incluido el actual nacional y en nuestro caso los gobiernos porteños.



Volviendo a marzo del 2007, la Dirección General de Educación de Gestión Privada de la Ciudad de Buenos Aires dio vía libre a la medida con una disposición que establecía aumentos retroactivos en los 405 colegios porteños que reciben subvención por parte del Estado. En estos establecimientos, el incremento no podía superar el 9,8 por ciento.



Por su lado, Perpetuo Lentijo, presidente de la Asociación de Entidades Educativas Privadas Argentinas (Adeepra), la cámara que nuclea a los colegios de enseñanza privada, explicaba que en los establecimientos subvencionados, tendrían esos aumentos, pero referente a los que no reciben subsidios sostenía: “Nos quedamos cortos con ese tope de 9,8%. Durante el año, por el 2007, vamos a tener que retocar ese porcentaje”, explicaba Lentijo quien de esta manera anunciaba mayores aumentos, algo así como un 27 por ciento.



En tiempos del presidente Carlos Menem, éste, firma el decreto 2.417, el cual establecía que no se podían aumentar las cuotas durante el año si se invocaba causas como “aumento del costo de vida” o “suba de insumos”. Lo único que justifica este aumento es un incremento en el sueldo de los docentes, se decía. En esta norma se fijaba un tope hasta el 50 por ciento de aumento. Este sería el límite que tendrían los colegios no subvencionados para acrecentar sus cuotas. En estos años, los padres de los colegios privados han puesto el grito en cielo por el aumento de las cuotas.



Fuentes: Revista 23, Tras cartón, INDEC, Portal gobierno porteño, fuentes propias.


* Docente.

domingo, 27 de junio de 2010

Un año del golpe en Honduras

Raúl Zibechi - http://alainet.org/active/39097

El recurso del método

La creciente militarización de la política de Estados Unidos hacia la región está lejos de ser un mal paso: es la consecuencia del desgaste de las estrategias que le garantizaron al hegemonía en América Latina, sumadas al declive de su papel de superpotencia y la aparición de serios competidores. En adelante, se repetirán situaciones similares a la de Honduras.




“Obama es una continuación de Bush, igual que Bush fue una continuación de Clinton, y Clinton de Bush padre. La política exterior y la política imperial estadounidense es continua”, asegura Tariq Ali (Diagonal, 20-VI-10). El intelectual paquistaní estima que existe una decadencia económica de la superpotencia, pero en absoluto política ya que cuenta con la mayor fuerza militar del mundo. “Usa su fuerza militar para dominar el mundo y nadie en este momento puede amenazar ese poderío militar. No hay ninguna evidencia que demuestre que están perdiendo su poder”, concluye.



“América Latina ha dejado de ser el patio trasero. Hemos remodelado la casa, así que el patio está muy revaluado”, dijo Marco Aurelio García, Asesor Especial en Política Externa del presidente Luiz Inacio Lula da Silva en un reciente encuentro convocado por la Fundación Friedrich Ebert en Berlín (Deutsche Welle, 18-VI-10). Al contrario que Ali, García enfatiza el cambio por encima de las continuidades: “Doce países de la región con quienes compartimos fronteras y otros con los que tenemos una amistad sin límites creen, al igual que nosotros, que hay un gran cambio en la situación mundial. Nos encontramos ahora ante un mundo multipolar y queremos tener un lugar en él”.



Una parte importante de las izquierdas y el progresismo piensan como el historiador paquistaní. Otros tantos lo hacen como los dirigentes brasileños. Análisis contradictorios, pero anclados en la misma realidad, tan contradictoria que, en un período de cambios y turbulencias profundas, tiende a generar visiones contrapuestas incluso entre quienes comparten objetivos comunes.





Definir prioridades



A la hora de considerar las relaciones entre Estados Unidos y América Latina esas divergencias de análisis son también importantes. Una de las preguntas clave es qué tan importante es el continente latinoamericano en la estrategia de Washington. Muchos análisis sostienen que la superpotencia está tan ocupada por las dos guerras que libra (Irak y Afganistán), con su ofensiva contra Irán y por las crecientes desavenencias entre sus aliados, que no tiene capacidad para ocuparse del “patio trasero”.



Entre los graves problemas globales que enfrenta, tal vez el más acuciante sea Afganistán. Un conflicto que no puede ganar y que amenaza con quebrar el frente interno. Un buen ejemplo es lo sucedido estos días con el general Stanley McChrystal, el máximo responsable militar de Estados Unidos y de la OTAN en Afganistán, quien fue forzado a renunciar por un artículo en la revista Rolling Stone donde vierte fuertes críticas al gobierno de Barack Obama. El artículo “retrata la división entre el estamento militar y los asesores de Obama, en un momento delicado para el Pentágono, que se enfrenta a las críticas por su estrategia para intentar dar un giro a la guerra afgana” (El País, 22-VI-10). Otros análisis, como el del portal estratégico europeo Dedefensa, estiman que un año después de haber sido nombrado McChrystal para darle un giro victorioso al conflicto, “la guerra en Afganistán se desintegra, se disuelve” (Dedefensa.com, 21-VI-10).



Los problemas internos que debe afrontar Obama son igualmente graves. El último informe del Laboratorio Europeo de Anticipación Política (LEAP), vuelve a insistir en que la crisis sistémica ha ingresado en la fase de “desarticulación geopolítica” que conduce a la “descomposición estratégica, financiera, económica y social” del sistema internacional (Leap 2020, 17-VI-10). El país más afectado es Estados Unidos que fracasó al pretender establecer, hace sólo un año, al G-20 como el núcleo de una nueva gobernanza global en sustitución del alicaído G-7, lo que torna imposible que los principales países puedan afrontar de modo unificado las dificultades presentes. Prueba de ello son las posiciones en liza frente a Irán.



Entre los graves problemas internos, figuran: el derrame de petróleo en el Golfo de México, que no pocos estiman tiene un impacto similar a los atentados del 11 de setiembre, niveles de desocupación que en algunas ciudades bordean el 40 por ciento, déficits que amenazan a las administraciones locales y estados con la cesación de pagos, deuda pública equivalente al 90 por ciento del PIB, recortes de servicios sociales y otras situaciones inimaginables años atrás. “En muchas localidades no hay recolección frecuente de la basura domiciliaria (o se debe pagar más impuestos), perdieron un día de distribución del correo, disminuyó la protección por falta de policías, deben hacer colas interminables frente a las ventanillas de las administraciones como consecuencia del despido de funcionarios, sus hijos tienen menos profesores en las escueles, las que a su vez brindan menos servicios”, señala el informe. Washington y todo el mundo desarrollado están abocados a una era de austeridad.



Frente a este panorama, preguntarse por el papel de América Latina en la estrategia estadounidense no es ocioso. Empezando por México, país que viene perdiendo la guerra contra el narcotráfico, como lo vienen reconociendo sus autoridades. Convivir con un “Estado fallido”, o en riesgo de serlo, no es un panorama nada auspicioso. En la región se pueden establecer dos tendencias convergentes: una creciente militarización y polarización como forma de estirar el declive de Estados Unidos. Por diversas razones, que van más allá del declive económico y de los problemas internos, la tendencia a buscar atajos por la vía autoritaria cobra cada vez mayor fuerza bajo la presidencia de Obama, lo que la acerca a la de su predecesor.





Un año después de Honduras



A principios de junio el presidente Evo Morales aseguró que la agencia para el desarrollo de los Estados Unidos (USAID) está intentando desestabilizar su gobierno. En concreto, la acusó de infiltrarse en los movimientos sociales para provocar conflictos y amenazó con expulsarla del país (Bolpress, 16-VI-10). La periodista Eva Golinger cita un artículo de The Washington Post firmado por Jeremy Scahill, que asegura que la administración de Obama acaba de autorizar la expansión de la guerra secreta contra los enemigos de Washington: las “fuerzas especiales” se despliegan ahora en 75 países, cuando un año atrás estaban en 60, con 13 mil efectivos civiles y militares (Rebelión, 6-VI-10).



Según el mencionado artículo, un alto militar del Pentágono aseguró que Obama está permitiendo muchas acciones y operaciones que no fueron autorizadas durante el gobierno de George W Bush y que ahora hay más facilidades para las operaciones encubiertas. Este tipo de operaciones forma parte de la nueva Estrategia de Seguridad Nacional (NSS por sus siglas en inglés) difundida por Obama el 27 de mayo. Este año la única novedad que incluye es la apelación al buen estado de la economía para mantener la supremacía global. Por lo demás, el texto de 52 páginas repite el compromiso del actual presidente de mantener la superioridad militar como punto neurálgico de su política exterior, lo que suena contradictorio con los intentos por recuperar la economía ya que supone aumentar el ya abultado presupuesto militar (Jim Lobe en IPS, 28-VI-10).



Estados Unidos enfrenta por lo menos cuatro problemas en la región para los cuales no tienen soluciones a corto plazo: el ascenso de Brasil al rango de potencia global, a caballo de la integración regional; la creciente presencia de China que teje acuerdos estratégicos con países clave; el fracaso de la guerra contra las drogas y la falta de alternativas; y la debilidad de su economía que ya no es gancho para tejer alianzas. En suma, los pilares sobre los que había descansado la hegemonía en la región están seriamente afectados.



“Después de la invasión china de África ahora es el turno de América Latina”, afirma O Estado de Sao Paulo (20-VI-10) a la hora de explicar que el país asiático ha prestado 50.000 millones de dólares a países de la región en el último año y medio. China está tejiendo acuerdos estratégicos dando prioridad a Brasil y Argentina que se han convertido en “importantes puntos de apoyo en América Latina” (Diario del Pueblo, 10-VI-10). Los mandos militares del Pentágono observan con gran preocupación la presencia china en el continente, pero no atinan a diseñar propuestas para contenerla.



Un informe del Servicio de Investigación del Congreso de los Estados Unidos sobre la política de Washington hacia las drogas y la región desde la década de 1970, establece que “en América Latina y el Caribe el narcotráfico ya reemplazó a los conflictos políticos y regionales como la mayor fuente de violencia” (Contralínea, 20-VI-10). El fracaso del combate a las drogas tiene cifras impresionantes: entre 2003 y 2008 las muertes violentas en la región atribuidas al narcotráfico escalaron de 19,9 personas cada mil habitantes a 32,6. De ahí que, en opinión de los autores del trabajo publicado el 30 de abril, se pueden detectar “señales de un distanciamiento entre varios países de la región con la postura estadounidense y apelan a una revaluación de sus políticas antidrogas”.





Socios o competidores



El tercer problema es Brasil. Immanuel Wallerstein cree que Estados Unidos interpreta de modo equivocado la política exterior brasileña. En base a un informe del Consejo de Relaciones Exteriores, cercano a la Casa Blanca, sostiene que Washington le propone a Brasil “asociarse” en temas como el etanol para construir una relación más sólida. Para Estados Unidos, “Brasil debería actuar como una potencia regional, es decir, como un poder subimperial” para estabilizar la región, lo que supone incorporarse como “socio menor” de la superpotencia (La Jornada, 1-II-10). En los últimos meses se hizo evidente que Brasil va a jugar un papel independiente en el escenario global y, sobre todo, en el regional, ya que Brasilia no quiere actuar como disciplinador de la región sino como portavoz de un área cada vez más integrada y autónoma respecto al Norte.



El fracaso de su política antidrogas (que le permitió establecer sólidos lazos con las derechas de la región), el atractivo económico de China en desmedro de Washington y el ascenso de Brasil como potencia, dejaron a Estados Unidos sin política. O sea, sin la capacidad de mantener su hegemonía. De ahí que haya un progresivo deslizamiento hacia la dominación, o sea, coerción sin consentimiento. En los hechos, la administración demócrata está “fortaleciendo su fuerza nuclear y reforzándose con una devastadora ‘disuasión convencional’” (Asia Times, 5-V-10), escribe Jack A Smith, ex editor del semanario estadounidense The Guardian al comentar las últimas decisiones en materia de defensa.



Según el analista, ya no le es suficiente al Pentágono con la vieja doctrina de combatir dos guerras simultáneas, sino que está empeñado en hacer frente a “una multiplicidad de amenazas, incluyendo dos agresiones de Estados-nación”. Estima que “el Pentágono tiene previsto participar en numerosas guerras futuras interrumpidas por breves períodos de paz mientras se prepara para la próxima guerra”. El secretario de Defensa, Robert Gates, tiene muy presente el declive de su país, como toda la clase dirigente. Por eso un año atrás escribió en la prestigiosa revista Foreign Affairs (enero-febrero de 2009), que Estados Unidos tiene que invertir en todo aquello “que le garantice la dominación”. En buen romance, superioridad militar aplastante, no sólo nuclear, sino ahora sobre todo convencional.



Un año después del golpe de Estado en Honduras, cabe preguntarse si fue un hecho aislado o si inaugura un nuevo período, caracterizado por intervenciones blandas de Washington, a través de respetables instituciones o de agencias internacionales. Lo sucedido este año debería servir de ayudamemoria: masiva invasión militar en Haití; once nuevas bases militares a disposición en Colombia y Panamá; creciente intervención subvencionando una amplia gama de organizaciones, desde movimientos sociales hasta fundaciones y medios de comunicación. Existe una potente tendencia a la polarización, con tres focos decisivos: la región andina, el Caribe y la Amazonia.



En cada una de ellas existen diversos intereses que pasan siempre por el control de los hidrocarburos, los minerales y la biodiversidad. Pero hay algo más en juego, algo más decisivo aún que las riquezas materiales, que es la llave para conquistarlas: el control, a secas. La estrategia imperial pasa, por sobre todo, por impedir que surjan competidores del tipo que sean, estatales o no estatales. La lección de México debería hacernos reflexionar: en su empeño por no perder el control, las clases dominantes están a punto de destruir el Estado. Mantener el control en todo el mundo, o sea el poder de decisión, cuando se atraviesan graves dificultades y se está perdiendo el carácter de potencia hegemónica, es tarea harto compleja y tal vez imposible en el largo plazo. El recurso al autoritarismo es, en la mentalidad hegemónica en Estados Unidos, la mejor forma de estirar la agonía. Es cierto que la presidencia guerrista de George W. Bush no hizo más que acelerar el declive, pero una característica otoñal de la vida es la incapacidad de aprender, incluso de lo vivido en carne propia.



- Raúl Zibechi, periodista uruguayo, es docente e investigador en la Multiversidad Franciscana de América Latina, y asesor de varios colectivos sociales.

viernes, 25 de junio de 2010

En Sudáfrica ¿sufre el negocio del fútbol?

Aram Aharonian -  http://alainet.org/active/39112


Quienes disfrutamos y los que sufren con el fútbol, por igual, coinciden que este deporte-espectáculo es un fenómeno político y social que entre otras funciones opera como un mecanismo de identidad nacional. Tampoco hay dudas sobre el hecho de que el fútbol-espectáculo posibilita la manipulación de la sociedad en pos de afianzar el modelo político-económico y el status quo, disuadiendo el cambio social y, a la vez, abriendo las puertas a las enormes ganancias de pocas empresas trasnacionales.


Al fútbol se le considera el deporte más popular del mundo, ya que unos 300 millones de personas lo practican a lo largo y ancho del orbe, desde Corea del Norte hasta Estados Unidos, desde Palestina a la caribeña Turcos y Caicos.

Es entretenimiento, diversión y pasión, pero también es una actividad muy lucrativa tanto para las federaciones nacionales, para la Federación Internacional de fútbol Asociación (FIFA) y para las empresas trasnacionales, socias de esta institución en la organización de los torneos locales, regionales, intrarregionales, interregionales e, incluso, las copas mundiales.

Hace ya 24 años, cuando el Mundial e México, escribíamos una nota-ficción junto a Víctor Ego en la que especulábamos que quizá en el futuro los mundiales se jugarían entre los contratados por Nike contra los de Adidas, los de Coca Cola contra Gatorade… Ni tan lejos estábamos: Internacionales de Milán, campeón de Italia y de Europa, es supuestamente un equipo italiano donde generalmente no se alinea a ningún italiano.

Sin dudas, el fútbol tiene implicaciones políticas, sociales y culturales muy amplias, y dentro de esta teoría neoliberal de dejar todo librado al mercado, el Mundial sirve para que, a través de los medios cartelizados de comunicación, estas grandes empresas trasnacionales garanticen nuevos mercados para sus productos.

Hay jugadores que ganan más por ser “modelos” de estas empresas trasnacionales, que por su labor profesional. Las empresas pelean el mercado para que los mejores jugadores usen tal o cual calzado o ropa deportiva, se afeiten o no, tomen este refresco o la otra bebida energizante, usen este reloj, aquel automóvil.

Son los mejores referentes para el consumismo: Fulanito triunfó porque usó esta marca y tú también puedes (si usas la misma marca, claro).

Hay más selecciones nacionales (199) en la Federación Internacional que países reconocidos en las Naciones Unidas (186). La FIFA reconoce a Escocia, Gales, Irlanda del Norte y hasta ha admitido a Palestina.

Parafraseando al estratega prusiano Karl von Clausewitz, se podría concluir que “el fútbol es la continuación de la guerra con otros métodos”.

Y no sería la primera vez que este mecanismo de identidad nacional tenga derivaciones bélicas (o sirva de excusa para ello), como ocurriera en 1969 en la tragedia armada vivida por Honduras y El Salvador.

La crisis del capitalismo europeo
Por eso, ¿permitirá la FIFA y sus socios que un pequeño país –y, a la vez pequeño mercado- se apodere de la Copa del Mundo? ¿A quién le venderán, entonces, los cientos de millones de camisetas, de zapatillas, cervezas, refrescos, electrodométicos, automóviles, televisores, etcéteras, etcéteras… y hasta vuvuzelas? ¿Lo permitirán árbitros que muchas veces han inclinado la balanza en favor de los más poderosos? (Basta recordar la clasificación de Francia con el manotón de Thierry Henry)

La crisis capitalista en Europa trajo aparejada la debacle de los dos últimos finalistas del Mundial: Francia e Italia. También se fueron Grecia, Serbia y Dinamarca. De Inglaterra y Alemania sobrevivirá apenas uno hasta cuartos de final. Desaparecieron grandes mercados para colocar los productos y entre los africanos (presuntos mercados emergentes) apenas clasificó Ghana. Hay preocupación en la FIFA.

Quedan varios mercados emergentes de países subdesarrollados, como los latinoamericanos, que metieron a Brasil, Argentina, Uruguay, Chile, Paraguay y México entre los 16 mejores. Si es por mercados potenciales, Brasil, Argentina y México son los más rescatables, y, además, en los dos primeros la crisis del capitalismo ha sido contenida con medidas oportunas. Y, junto a ellos, aparecen los “outsiders” asiáticos, Japón y Corea del Sur.

En su desesperación por sobrevivir deportivamente, aquellos orgullosos equipos blancos europeos debieron abrir sus puertas a los inmigrantes e hijos de inmigrantes: Francia salió campeona del mundo con muchos jugadores nacidos o hijos de nativos de sus ex colonias. En la selección holandesa de los años 1980-90 había varios nacidos en Surinam, por ejemplo. Después de muchos años, hay negros, polacos y turcos jugando en la selección alemana (y hasta un brasileño), olvidando aquello de la raza aria… Aparecen brasileños incorporados a la selección portuguesa, un argentino en la italiana

En 1924, Uruguay, un país –entonces- de casi dos millones de habitantes, entró a puntapiés en la geografía mundial, al clasificarse Campeón Olímpico, hazaña que repitió cuatro años más tarde. Y en 1930, esos blancos, mulatos, zambos y negros de un “paisito” que casi se cae del mapa, que se divertían jugando al fútbol, fueron los primeros Campeones mundiales, proeza que repetirían en Brasil 20 años después.

Pero Uruguay no es el único ejemplo, aunque sí, quizá, el primero. Ahí estuvo Costa Rica con sus tres millones de habitantes llegando a cuartos de final en 1990, y la Bolivia aymara en la Copa estadounidense de 1994. O la presencia de Eslovenia, con apenas dos millones de habitantes, y Eslovaquia, con 5,4 millones, en el mundial de Sudáfrica. Eslovenia casi clasifica a octavos de final y Eslovaquia, parte de la antigua Checoslovaquia, lo logró y nada menos que ante Italia, el último campeón.

El fútbol debiera servir para integrar símbolos nacionales, como estilos, ritmo, movimientos, dinámica, que tengan que ver con la propia historia e idiosincrasia de los pueblos y las naciones. Decía el argentino Dante Panzeri que el fútbol es la dinámica de lo impensado. Claro, Panzeri se refería al deporte y a sus cultores, y no al espectáculo profesional –y el circo asociados- auspiciado por las grandes trasnacionales.

Pero cuando vemos hoy, en Sudáfrica, que las selecciones africanas, en su mayoría, son dirigidas por “mercenarios” entrenadores europeos, observamos cómo se les quiere amputar esa identidad en pos de un supuesto “juego moderno y competitivo”. Cuando se salen de los rígidos esquemas de entrenadores que vienen del frío, es cuando renace la alegría del juego africano, cuando se oyen de fondo los tambores de la selva, y no solo las vuvuzelas.

¿Se juega como se piensa? Esa es una buena pregunta. Porque lo que quedó demostrado en Sudáfrica es el aburguesamiento del profesional europeo, que parece haber perdido (salvo honrosísimas excepciones) la alegría de jugar, para calcular cada paso que da en la cancha y sus alrededores. Los han vuelto metrosexuales, modelos de otras mercancías (y no de su arte, que es el jugar al fútbol) y de consumismo, alejados de sus gentes, de su idiosincrasia,  su historia. Hoy se juega más de acuerdo a los cálculos que haga la federación de cada país y las ideas o esquemas que tenga el entrenador (y si es foráneo, peor).

El negocio
¿Quiénes manejan la FIFA? Hasta el 1974, fueron los europeos, pero era otra época más romántica del fútbol (obviamente dejando de lado los campeonatos mundiales ganados por Italia en plena dictadura de Mussolini). El brasileño Joao Havelange rompió esa hegemonía europea hasta que nuevamente la tomó el suizo Joseph Blatter, quien está a hora al frente de las decisiones del organismo.

Dicen que fue Havelange y su visión empresarial la que globalizó y el fútbol y lo convirtió en mercancía, generando ingresos millonarios para ciertos consorcios trasnacionales. En 1994 llevó al Mundial a un país donde el fútbol muy poco popular. Ahí hizo caso de las influencias de las empresas trasnacionales, asociadas ya a la FIFA en el negocio. Lo mismo pasó con las Olimpíadas, cuando Delta Airlines y Coca Cola lograron imponer la sede de Atlanta.

Y hoy llegaron a Sudáfrica, a África por primera vez., buscando nuevos mercados para los mismos productos, cuyas ventas bajaron sensiblemente en el último año en Europa y Estados Unidos, gracias a la crisis de modelo económico y político. En Sudáfrica, la mayoría negra se contagió de la fiebre mundialista, mientras los blancos estaban más interesados en el partido de rugby que jugaron los Sprinboks con Francia.

Obviamente, la FIFA olvidó a quienes generan al negocio, a las futbolistas, la mayoría de los cuales (exceptuando los pocos cientos de privilegiados) sufren situación de servilismo por parte de los clubes (e intermediarios) que trafican sus fichas y sus futuros.

La página web de la FIFA señala que las Copas del Mundo “generan ingresos sustanciales (…) a través de la venta de boletos, los derechos de transmisión, los patrocinadores y la mercancía alusiva.” También señalan que “los beneficios fluyen a los equipos finalistas, mientras que la FIFA retiene únicamente los fondos que necesita para financiar sus costos administrativos y las actividades centrales para el siguiente período de cuatro años.”

Suena demasiado altruista, ¿no?, sobre todo cuando se sabe que las ganancias de la institución superaron los 400 millones de dólares en el mundial anterior, cifra exponencialmente superior a los gastos administrativos que pueda tener.

¿Habrá posibilidad para que un país “chico” se alce con la Copa? Claro, sería un muy mal negocio para los mercaderes, pero ¡que bueno sería para el fútbol!


jueves, 24 de junio de 2010

La deuda y los que la contrajeron

Por Raúl Dellatorre - http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/subnotas/148184-47577-2010-06-24.html

La financiación a gobiernos de países en desarrollo funcionó, durante más de dos décadas, al revés de lo que sucede con los créditos en el sector privado: solía ser mejor negocio para el prestamista que el deudor no pagara en vez de que cumpliera prolijamente sus compromisos. Así sucedió sistemáticamente con los préstamos del FMI: buscaban condicionar con sus créditos al país deudor a que aceptara sus “recetas económicas”, cumpliendo así su papel de custodio del modelo y de su aplicación en países dependientes. También resultaba un gran negocio para los bancos acreedores seguir cobrando intereses altísimos en forma permanente mientras la deuda de capital seguía vigente: era como un reaseguro de renta permanente. Más negocio aún era para los bancos y entes colocadores de deuda, que cobraban millonarias comisiones por cada refinanciación de vencimientos. Y cuanto más frecuente fueran estas reestructuraciones de deuda, mejor para ellos.




Este “sistema” de saqueo funcionó casi sin fisuras durante dos décadas en Argentina, entre 1980 y el 2001, pero desembocó en el default de diciembre de este último año. Tan inevitable como previsible. Ayer, el ministro Boudou tuvo una frase referida a esa época que viene a cuento de lo que aquí se relata: “El blindaje, el megacanje, los créditos stand by involucraban compromisos incumplibles, acuerdos de mala fe, porque se sabía que no iban a pagarse”. El blindaje es una operación de noviembre/diciembre de 2000: fue una refinanciación de deuda por 38 mil millones con aportes del FMI, el BID, el Banco Mundial, bancos privados y el gobierno de España. Apenas seis meses después (mayo/junio de 2001) fue necesario recurrir al Megacanje para volver a bicicletear pagos. Vencimientos por 12.799 millones de dólares de corto plazo que se canjearon por compromisos a vencer entre 2006 y 2031 por 55.405 millones de dólares (más de cuatro veces la cifra original), aparte de las comisiones que cobraron David Mulford y otros amigos del entonces ministro Domingo Cavallo.



En estas últimas operaciones el presidente era Fernando de la Rúa. Los acuerdos stand by de la década del ’90, que comprometían revisiones trimestrales del FMI sobre las cuentas y políticas públicas, con poder de veto, se firmaron bajo el gobierno de Menem, que además carga con la responsabilidad por el Plan Brady, que le agregó otra montaña de deuda al país a cambio de nada.



Gobiernos, ambos, tan legítimos como los que tienen hoy Alemania o Estados Unidos, cuyas autoridades defienden a los ejecutores de esta política depredadora a través del mercado financiero internacional hasta nuestros días (aunque ahora sobre países periféricos europeos, no sobre los nuestros). Timothy Geithner, actual secretario del Tesoro de Barack Obama, era en octubre de 2000 el subsecretario de Asuntos Internacionales del gobierno de Bush que monitoreó y dio el visto bueno al Blindaje en beneficio (¿?) de la Argentina. Era su especialidad: los “paquetes de salvataje” para países emergentes, artesanías para las que contaba con la colaboración de Robert Rubin y Larry Summers, dos ex secretarios del Tesoro de Bill Clinton.



Políticos que acompañaron o alentaron aquellos gobiernos de la Argentina hoy condenan el pago de una deuda que califican de “ilegítima”. Una calificación con la que se pretende deslegitimar al actual gobierno, pero sin deslegitimar a los que aplicaron aquellas refinanciaciones nefastas.



Afuera del canje quedaron los “fondos buitre”, con bonos por 4500 millones de dólares de la “vieja” o “defaulteada” deuda, más 1730 millones de “inversores minoristas” dispersos. Los fondos buitre habían apostado a llegar a una negociación con un país de rodillas, sometido al riesgo de embargo de cualquier bien que asomara fuera de sus fronteras. No resultó así, y ahora seguirán su pelea en tribunales neoyorquinos. En su caso, sí se comprende el disgusto con la amplia aceptación del canje.

miércoles, 23 de junio de 2010

¿Por qué nadie quiere ser de derecha?

Por Ricardo Forster - http://www.elargentino.com/nota-95805-Por-que-nadie-quiere-ser-de-derecha.html


Ricardo Forster ¿Resulta acaso sorprendente que la derecha argentina sienta una cierta inquietud existencial al ser identificada precisamente como de derecha? ¿Está sucediendo un reacomodamiento de piezas en el mapa político de la oposición que parece haber descubierto que la defensa cerrada de las corporaciones económico-mediáticas ya no rinde el rédito esperado? ¿Resulta, tal vez, impresentable quedar pegado a las vicisitudes del inefable Mauricio Macri, que su antiguo socio y colega de herencias busca separarse ostentosamente acusándolo de “derechoso”? Extrañas parábolas que fueron iniciadas, no por De Narváez o algún otro de los peronistas disidentes, sino por Ricardo Alfonsín que, lanzado a la carrera presidencial, percibió que el pequeño Cobos se estaba volviendo cada vez más pequeño y que hacía falta regresar al ilusionismo socialdemócrata para volver a la mística extraviada de los orígenes.



El hijo del padre, hábil a la hora de captar el cambio de atmósfera, hace borrón y cuenta nueva respecto de sus votos nada progresistas en los últimos dos años (votó en contra de todas las leyes de avanzada que se presentaron en el Congreso de la Nación, desde la reestatización jubilatoria, la recuperación de Aerolíneas Argentinas hasta llegar, por supuesto y como gran coronación, al rechazo de la ley de servicios audiovisuales); su objetivo, ahora, es construir su candidatura desde la perspectiva de alguien que se presenta como un genuino exponente del progresismo argentino (de ese que lleva dentro suyo un antiguo gorilismo y que suele desconfiar de la falta de prolijidad del plebeyismo populista, de un progresismo aferrado a lo políticamente correcto, al life style y al sacrosanto temor que desde siempre le han causado las multitudes). Incluso el Grupo Clarín, casi al borde del precipicio y sin saber de qué modo salir de su propio atolladero causado por sus oscuridades impresentables, últimamente se le ha dado por describir las atrocidades cometidas durante la dictadura videlista, focalizando en torturas y desapariciones y como adelanto de un improbable mea culpa.



Nadie quiere, en estos días que corren, salvando los editoriales del siempre liberal-conservador diario de los Mitre, definir su identidad política acercándose peligrosamente a la derecha de la pantalla. Nadie quiere, en estos días de festejos y alegrías heredadas del Bicentenario y que se continúan en estas semanas mundialistas en las que la selección argentina amenaza con transformar en mito a Maradona de la mano de Messi y de un equipo que venía de punto y en un par de partidos ha pasado a ser banca incluso contra gran parte de la prensa nacional, ser presentado como un animal de derecha.



Nadie, en especial aquellos que pelean por una suerte de candidatura peronista neoliberal, desea que les recuerden su ostensible inclinación hacia el poder concentrado y hacia las recetas conservadoras (Macri, de todos ellos, es el que lleva la delantera en una carrera de la que nadie quiere ser el ganador, porque la meta es ser identificado como el heredero de Menem).



Con diversos grados de astucia, y en eso De Narváez demuestra que aprende rápido y que tiene alrededor suyo a un ejército de asesores que permanentemente le susurran cosas al oído, los impresentables de un peronismo prostibulario se afanan por demostrar que ellos nada tienen que ver con ese fantasma horrible que viste los ropajes de la derecha. El problema es que nadie parece creerles porque la foto, por sí sola, es más que elocuente allí donde se presentan juntos Eduardo Duhalde, Rodríguez Saa, Ramón Puerta, De Narváez, Juan Carlos Romero, Felipe Solá y, como haciéndose el distraído, el enigmático y siempre escurridizo ex piloto de Fórmula 1 muy acostumbrado a bajarse del auto antes de llegar a la meta.



Lo cierto es que esta truope que se asemeja a una tienda de los milagros, a la que también hay que agregar al entrerriano Busti y al chubutense Das Neves, sabe que tiene que desmarcarse del espectro que la acosa, un espectro que los lleva directamente hacia lo peor de la última década y que los muestra ocupando sin mediatintas el costado derecho de la política argentina, en especial allí donde el kirchnerismo se ofrece como el heredero de las tradiciones nacional populares del peronismo y desde el radicalismo, y tal vez en alianza con el socialismo santafesino y algo de lo que quede de la coalición cívica, amenaza con expropiar el imaginario progresista y republicano que tanto atrae a la clase media.



Los “federal-peroconservadores” intuyen que los tiempos actuales no llevan los aires de la restauración ni que resulta conveniente, al menos por ahora, mostrarse como lo que efectivamente son y representan.

No deja de ser interesante y algo extraño que al gobierno de Cristina Fernández se lo empiece a correr por izquierda cuando, como sucedió hasta ahora, se lo hizo por derecha y en consonancia con los intereses económicos más concentrados.



Los radicales, pese a las declaraciones inoportunamente reaccionarias y prejuiciosas de Sanz al afirmar que la asignación universal lo único que había logrado es aumentar el consumo de paco y el juego de azar entre los pobres y a la figura cada vez más conservadora de Cobos, parecen haber encontrado en Ricardo Alfonsín la figura que los puede colocar en el andarivel democrático y progresista, ese que parecieron haber olvidado y que, con olvidos de por medio, intentan recuperar en concordancia con socialistas y seguidores de Carrió (la gente de Proyecto Sur no parece estar dispuesta a jugar ese juego de engaños y de diluciones y preferirá, quizás, insistir con Pino Solanas en la soledad de su candidatura). Su jugada es astuta aunque dependerá de la memoria que tenga una parte significativa de la clase media a la hora de elegir repetir más de lo mismo y sabiendo que los radicales han llevado al país hacia el precipicio cada vez que fueron gobierno desde la recuperación de la democracia.



Lo positivo de la emergencia de Alfonsín en detrimento de la de Cobos es que ofrece la oportunidad de que la batalla electoral tienda a girar hacia carriles en los que los adversarios buscarán mostrarse, cada uno, como el mejor exponente de un proyecto de transformación y redistribución en el país. Eso incluso acelera lo que ha caracterizado al kirchnerismo que ha optado, en casi todas las oportunidades, por la profundización y no por el repliegue ante los avances de las corporaciones y de la oposición en esos momentos difíciles que se abrieron desde el voto no positivo del pequeño señor Cobos.



De todos modos, el camino hacia octubre de 2011 es demasiado largo y siendo Argentina un país tan complejo y laberíntico, tan zigzagueante y caprichoso, es aventurado imaginar que el actual escenario se mantenga intocado. Lo que sí parece ser evidente, si se sostiene el crecimiento de Ricardo Alfonsín, es que el mayor desafío al que se enfrentará el kirchnerismo no vendrá desde el seno del peronismo, no será un desafío marcado por la impronta de un neomenemismo o de un conservadurismo duhaldista, sino que adquirirá los rasgos de una alianza neoprogresista heredera, aunque bajo otras circunstancias históricas, de aquella otra alianza que llevó al gobierno a De la Rúa y al Chacho Alvarez con los resultados conocidos y sufridos.



Un progresismo vacío, retóricamente republicano y muy débil ante los poderes económicos se enfrentará al único gobierno democrático que después del 55 logró mantener su modelo pese a los claros avances destituyentes a los que tuvo que enfrentarse a partir de la rebelión gauchócrata. Será cuestión de seguir de cerca este duelo que, por esas extrañas parábolas de la realidad nacional, encuentra a los adversarios tratando de mostrarse como los más consecuentes en la búsqueda de un proyecto progresista.



Lo que al menos sí se sabe es que uno está en el gobierno afanándose por profundizar políticas que mejoren la distribución y el trabajo, a la vez que continúen en la senda de políticas de memoria y justicia, en medio de una brutal crisis económica mundial, y los otros han tratado de bombardear sistemáticamente ese camino aunque ahora se envuelvan en ropajes progresistas.

domingo, 20 de junio de 2010

Para todos los habitantes del mundo que quieran habitar el suelo argentino

Por Clara Vernet - http://www.prensamercosur.com.ar/apm/nota_completa.php?idnota=4676

La nueva legislación es de lo más progresista del mundo. Consagara la igualdad de trato a los inmigrantes; acceso a servicios sociales, a los bienes públicos, la salud, la educación, la justicia, el trabajo, la seguridad social y el derecho a la información.

En 1992 Juan Carlos De la Torre, ciudadano uruguayo residente en Argentina, fue detenido y deportado sin orden judicial e intimado a abandonar el país después de 24 años de residencia. Esa arbitrariedad fue posible al amparo de la Ley Nacional de Migración, conocida también como “Ley Videla”, sancionada durante la última dictadura militar bajo la lógica de la "Doctrina de la Seguridad Nacional".


En 1999 el caso De la Torre fue llevado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y se convirtió en bandera de la lucha por la obtención de una ley de la democracia.

El pasado 3 de Mayo, la presidenta Cristina Fernández firmó el decreto reglamentario de la nueva Ley Nacional de Migracionescerrando un ciclo que comenzó con la presentación del proyecto de ley ante el Congreso Nacional en 2002, a cargo del entonces diputado socialista Rubén Giustiniani, y sancionada a principios de 2004. Tan largo camino como el peregrinaje de miles de mujeres y hombres que llegan a la Argentina en busca de una nueva oportunidad.

Aún antes de constituirnos como nación independiente las políticas migratorias fueron una preocupación para los representantes de la dirigencia nacional. El 4 de septiembre de 1812, Chiclana, Pueyrredón y Rivadavia, integrantes del Triunvirato, firman el primer decreto de fomento de la inmigración: "Siendo la población el principio de la industria y el fundamento de la felicidad de los estados, y conviniendo promoverla en estos países, por todos los medios posibles, ha acordado el gobierno expedir y publicar…” En 1949, otro Decreto estableció esa fecha como el Día del inmigrante. Hoy, cada 4 de septiembre, millones de argentinos desempolvan arcones, fotos, vestidos de colores brillantes y vuelven a danzar las viejas danzas y a cantar en las viejas lenguas familiares.

Este primer acto de gobierno inaugura el mito de Argentina como tierra prometida, de la extensa pampa y la hospitalidad. Bien es sabido que la historia de los hombres late a otro ritmo que la de los decretos gubernamentales, y muchas veces marcha a contra mano. Desde finales del siglo XIX hasta mediados del XX europeos pobres del sur de Europa llegan de a miles al puerto de Buenos Aires. Encontrándose, muchas veces que la tierra prometida era ajena y la hospitalidad del pueblo argentino se replegaba ante la fobia finisecular de los Cané y la ley de residencia.

Avanzando el siglo, hombres y mujeres sudamericanos llegan en colectivo a la Estación de Retiro, en tren a Constitución, corridos por el hambre y atraídos por “la tierra prometida”. Durante los 90, la promesa se llamó “convertibilidad” y la tierra, alguna barriada del populoso conurbano bonaerense.

Lo cierto es que en la actualidad, el 70% de los inmigrantes residentes en Argentina provienen de países de la región, Bolivia, Perú y Paraguay son las colectividades con más presencia. Antes de la sanción de la nueva Ley de Migración, la “ilegalidad” de estas personas era moneda corriente. A partir de programas como Patria Grande, lanzado en abril de 2006 durante el gobierno de Néstor Kirchner, esta situación empezó a revertirse. Este programa permitió en los últimos años regularizar a más de 700 mil personas. Es por eso que la reglamentación de la ley de migraciones cierra un proceso de políticas públicas tendientes a reparar una ausencia imperdonable, un doble discurso donde reinaba por un lado la amplitud de nuestro mito fundante y una ley exclusiva. La presidenta Cristina Fernández en su discurso el 3 de mayo pasado dijo: “Está comprobado históricamente que las políticas restrictivas en materia de inmigración no terminan con la inmigración.”, aplicando leyes restrictivas “no hay menos inmigrantes, hay más ilegales”.

La gran novedad de la ley de migraciones es que pone el eje en el derecho de los inmigrantes. Derecho a la inmigración; a la igualdad de trato; al acceso, no discriminatorio, del inmigrante y su familia, a servicios sociales, bienes públicos, salud, educación, justicia, trabajo, empleo y seguridad social y derecho a la información. Estos principios establecidos en los articulados de la ley ponen a la Argentina en la vanguardia de medidas progresistas y de respeto a los derechos humanos en la materia. Martín Arias Duval, Director Nacional de Migraciones, se refirió al respecto: “El espíritu de la ley 25.871 radica en que ningún ser humano es ilegal y establece la migración dentro de las normas de derechos humanos.”


El decreto reglamentario 616 se presenta en un marco internacional donde las políticas migratorias adoptadas por los países hegemónicos en medio de las consecuencias de la crisis que azotó a las economías otrora modelos del neoliberalismo, cierran fronteras y expulsan con la misma receta de siempre. “Cuando uno mira los noticieros en el mundo, o lee la página internacional en los diarios advierte que en los lugares comúnmente denominados más desarrollados, se está produciendo una suerte de regresión a formas xenofóbicas.” dijo la Presidenta e hizo alusión a la ley de Arizona en Estados Unidos y políticas similares adoptadas en Europa.


Los dichos de la presidenta se encolumnaron con la enérgica protesta de los 12 países de la región reunidos ese mismo día en la localidad bonaerense de Campana. No es casual tampoco que el anuncio de la presidenta se produzca en el marco de la conformación definitiva de la UNASUR. Posiblemente, ningún otro momento de la historia desde el albor independentista de comienzos del siglo XIX haya encontrado semejante nivel de integración entre los países sudamericanos. Ojalá, esta vez, la tierra prometida ya no este tan lejos ni ajena.

sábado, 19 de junio de 2010

Ignacio Copani - Señor Vicepresidente

El desafío teórico de la izquierda latinoamericana

por: Emir Sader - http://www.ecaminos.org/leer.php/6538


América Latina, un continente de revoluciones y contrarrevoluciones, carece de pensamientos estratégicos que orienten procesos políticos ricos y diversificados que estén a la altura de los desafíos que enfrenta. A pesar de contar con una fuerte capacidad analítica, importantes procesos de transformación y dirigentes revolucionarios emblemáticos, el continente no produjo la teoría de su propia práctica. .



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Las tres estrategias históricas de la izquierda contaron con fuerzas vigorosas en su liderazgo -partidos socialistas y comunistas, movimientos nacionalistas, grupos guerrilleros- y condujeron experiencias de profunda significación política: la Revolución Cubana, el gobierno de Allende, la victoria sandinista, los gobiernos posneoliberales en Venezuela, Bolivia y Ecuador, la construcción de poderes locales, como en Chiapas, y prácticas de presupuestos participativos, de las cuales la más importante ocurrió en la ciudad de Porto Alegre. Sin embargo, no contamos con grandes síntesis estratégicas que nos permitan usar los balances de cada una de esas estrategias, ni tampoco con un conjunto de reflexiones que favorezca la formulación de nuevas propuestas.



El hecho mismo de que esas tres estrategias hayan sido desarrolladas por fuerzas políticas distintas hace que no ocurran procesos comunes de acumulación, reflexión y síntesis. Mientras los partidos comunistas tuvieron una existencia realmente concreta, promovieron procesos de reflexión sobre sus propias prácticas. Mientras existió, la OLAS hizo lo mismo con los procesos de lucha armada. Los movimientos nacionalistas, en cambio, no establecieron entre sí intercambios suficientes para fomentar algo similar. Hoy, las nuevas prácticas no estimulan la elaboración teórica ni la problematización crítica de las nuevas realidades.



Las estrategias adoptadas en el continente, sobre todo en sus primeros tiempos, sufrieron el peso de los vínculos internacionales de la izquierda latinoamericana con los partidos comunistas en especial, pero también con los socialdemócratas. La línea de "clase contra clase", por ejemplo, implantada en la segunda mitad de los años veinte y que dificultó la comprensión de las formas políticas concretas de respuesta a la crisis de 1929 -de las cuales el gobierno de Getúlio Vargas en Brasil es sólo una de las excepciones, al lado del efímero gobierno socialista de doce días en Chile y de manifestaciones similares en Cuba-, fue una importación directa de la crisis de aislamiento de la Unión Soviética en relación con los gobiernos de Europa occidental, y no una inducción a partir de las condiciones concretas vigentes en el continente.



Las movilizaciones lideradas por Farabundo Martí y por Augusto Sandino nacieron de condiciones concretas de resistencia a la ocupación estadounidense y expresaron formas directas de nacionalismo antiimperialista. Los procesos de industrialización en Argentina, Brasil y México surgieron como respuestas a la crisis de 1929. No se asentaron, por lo menos inicialmente, en estrategias articuladas. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) teorizó situaciones cuando, ya al comenzar la segunda posguerra, se abocó a elaborar la teoría de la industrialización sustitutiva de importaciones e, incluso así, era una estrategia económica. Tampoco la revolución boliviana de 1952 diseñó una línea de acción estratégica propia, sólo puso en práctica ciertas reivindicaciones, como la universalización del voto, la reforma agraria y la nacionalización de las minas.



Así, ni el nacionalismo ni el reformismo tradicional asentaron su acción en estrategias, sino que respondieron a demandas económicas, sociales y políticas. Cuando la Internacional Comunista definió su posición de Frentes Antifascistas, en 1935, la aplicación de la nueva orientación se topó con las condiciones concretas vividas por los países de la región. Si la línea de "clase contra clase" respondía a las condiciones particulares de la Unión Soviética, la nueva orientación respondía a la expansión de los regímenes fascistas en Europa. Ninguna de ellas tenía en cuenta las condiciones de América Latina, asimilada a la periferia colonial, sin una identidad particular.



Esa inadecuación tuvo varios efectos concretos. El movimiento liderado por Luís Carlos Prestes en 1935 se mantuvo a horcajadas entre dos líneas: por un lado, organizaba una sublevación centrada en tenientes; por otro lado, no pregonaba un gobierno obrero-campesino sino un frente de liberación nacional, en respuesta a la línea más amplia de la Internacional Comunista. La forma de lucha correspondía a la línea radical de "clase contra clase", y el objetivo político, al frente democrático. El resultado fue que el movimiento se aisló de la "Revolución del 30" dirigida por Getúlio Vargas, de carácter nacionalista y popular.



El Frente Popular en Chile importó el lema "antifascista" sin que el fascismo se hubiera expandido por el continente. Lo que hubo fue una transposición mecánica del fascismo europeo hacia América Latina, con todos los correlatos de equívocos posibles. Allí, el fascismo se identificó con el nacionalismo y el antiliberalismo, sin ningún sentido antiimperialista. El nacionalismo europeo estuvo marcado por el chauvinismo, por la supuesta superioridad de un Estado nacional sobre los otros y por el antiliberalismo, incluso la democracia liberal. La burguesía ascendente asumió la ideología liberal como instrumento para destrabar la libre circulación del capital de los límites feudales.



En América Latina, el nacionalismo reprodujo el antiliberalismo político y económico, pero asumió una posición antiimperialista por la inserción misma de la región en la periferia -en nuestro caso, estadounidense, lo que nos situó en el campo de la izquierda-. Sin embargo, las transposiciones mecánicas de los esquemas europeos llevaron a algunos partidos comunistas de aquel período (en Brasil y la Argentina, por ejemplo) a caracterizar a Juan Domingo Perón y a Getúlio Vargas, en ciertos momentos, como reproductores del fascismo en América Latina. Debido a ello, fueron identificados como los adversarios más férreos que debían ser combatidos. El Partido Comunista de la Argentina, por ejemplo, se alió contra Perón en las elecciones de 1945, no sólo con el candidato liberal del Partido Radical, sino también con la Iglesia y la Embajada de EEUU, respondiendo a la idea de que toda alianza contra el mayor enemigo, el fascismo, era válida.



La mayor confusión se produjo no sólo en relación con el nacionalismo, sino también con el liberalismo, que en Europa fue la ideología de la burguesía ascendente, mientras que en América Latina las políticas de libre comercio del liberalismo eran patrimonio de las oligarquías primario-exportadoras. No sólo el nacionalismo tiene luz verde aquí, también el liberalismo.



Fue ese fenómeno el que provocó la disociación entre cuestiones sociales y democráticas, y la asunción de las cuestiones sociales por parte del nacionalismo, en detrimento de las democráticas.



El liberalismo siempre intentó apoderarse de la cuestión democrática, y acusó a los gobiernos nacionalistas de autoritarios y dictatoriales, mientras éstos acusaban a los liberales de gobernar para los ricos y de no tener sensibilidad social, reivindicando para sí la defensa de la masa pobre de la población.



Sólo un análisis concreto de las situaciones concretas habría permitido apropiarse de las condiciones históricas específicas del continente y de cada país. Análisis como los realizados por el peruano José Carlos Mariátegui, el cubano Julio Antonio Mella, el chileno Luis Emilio Recabarren y el brasileño Caio Prado Jr., entre otros, todos ellos análisis autónomos que las direcciones de los partidos comunistas a las que pertenecían sus autores no tuvieron en cuenta. En cambio predominaron las ideas de la Internacional Comunista, que contribuyeron a dificultar el arraigo de los partidos comunistas en esos países.



Cuando el nacionalismo fue asumido por la izquierda, lo fue como fuerza subordinada en alianzas con liderazgos populares que representaban un bloque pluriclasista. Ese largo período no fue teorizado por la izquierda. Las alianzas y las concepciones de los frentes populares no daban cuenta de ese nuevo fenómeno en el que el antiimperialismo sustituía al antifascismo con características muy diferentes.



La revolución boliviana de 1952 fue objeto de interpretaciones enfrentadas porque contenía elementos nacionalistas -como la nacionalización de las minas de estaño- y populares -como la reforma agraria-. Pero la participación activa de milicias obreras que sustituyeron al Ejército, la presencia de una alianza obrerocampesina y las revoluciones anticapitalistas posibilitaron otras teorizaciones sobre lo que existía embrionariamente en aquel movimiento pluriclasista: desde un movimiento nacionalista clásico, nacional y antioligárquico, hasta las versiones que le darían un carácter anticapitalista.



La Revolución Cubana cuenta con dos tipos de análisis: el de Fidel, de tipo programático, en La historia me absolverá, y el del Che, en La guerra de guerrillas, sobre la estrategia de construcción de la fuerza político-militar y de lucha por el poder. El texto que Fidel pergeñó como defensa en el proceso contra los atacantes del Cuartel Moncada es un extraordinario análisis de elaboración de un programa político a partir de las condiciones concretas de la sociedad cubana de la época. El análisis del Che describe puntualmente cómo la guerra de guerrillas articuló la lucha político-militar, desde el núcleo guerrillero inicial hasta los grandes destacamentos que compusieron el ejército rebelde, resistió la ofensiva del Ejército regular y desató la ofensiva final que los llevó a la victoria.



Con todo, ya sea por no existir reflexión al respecto, ya sea para mantener el elemento sorpresa -importante para la victoria-, no hubo un análisis público del carácter del movimiento -si era sólo nacionalista, o si era embrionariamente anticapitalista-. La Revolución Cubana fue constituyendo, a la luz de los enfrentamientos concretos, su estrategia de rápido pasaje de la fase democrática y nacional a la fase antiimperialista y anticapitalista, conforme la dinámica entre revolución y contrarrevolución iba imponiendo las definiciones. Esa trayectoria no fue tanto motivo de reflexión como sí lo fueron las formas de lucha, y en particular la guerra de guerrillas. Ése fue el gran debate en América Latina después del triunfo cubano: las formas de lucha. ¿Vía pacífica o vía armada? ¿Guerra de guerrillas rurales o guerra popular? La articulación de las cuestiones nacional y antiimperialista con las cuestiones anticapitalista y socialista

fue menos discutida y elaborada.



Las experiencias guerrilleras reprodujeron ese debate, de la misma forma en que el gobierno de la Unidad Popular lo hizo en Chile. Los gobiernos nacionalistas militares, en particular el gobierno peruano de Velasco Alvarado, pero también con menos profundidad los de Ecuador y Honduras, reinstalaron la temática del nacionalismo; sin embargo, su carácter militar no propició su teorización y tampoco fue considerada una alternativa estratégica por la izquierda de aquel momento.



El proceso nicaragüense incorporó las experiencias anteriores de estrategias de lucha por el poder y elaboró una plataforma de gobierno poco definida, adaptada a factores nuevos, de los cuales los más importantes fueron la incorporación de los cristianos y de las mujeres a la militancia revolucionaria y una política exterior más flexible. Fue enfrentando empíricamente los obstáculos que encontró -en especial, el asedio militar de los Estados Unidos-, sin contribuir con teorías sobre la práctica que desarrollaba.



Así como ocurrió con el caso de la Unidad Popular, la experiencia sandinista fue objeto de una vasta bibliografía, pero no se puede decir que haya conducido a un balance estratégico claro que pudiera dejar una experiencia para el conjunto de la izquierda. El debate sobre Chile estuvo presente en las discusiones de la izquierda en todo el mundo y, por eso, perdió su especificidad como fenómeno chileno y latinoamericano. Los debates sobre Nicaragua, por el contrario, tendieron a centrarse en aspectos importantes como, por ejemplo, las cuestiones éticas, pero no produjeron un balance estratégico de los once años de gobierno sandinista.



Cuando en el mundo la izquierda atravesaba su momento de mayor debilidad, en Brasil se destacaba como una excepción, a contramano de las tendencias generales, sobre todo de los cambios regresivos radicales en las correlaciones de fuerza internacionales. Lula se proyectó como alternativa de dirección política ya en las primeras elecciones, en 1989, al llegar a la segunda vuelta; por primera vez, la izquierda aparecía en Brasil como fuerza alternativa real de gobierno -en el año de la caída del Muro de Berlín y del fin del campo socialista, con fuertes indicios de disgregación de la Unión Soviética y del triunfo de los Estados Unidos en la Guerra Fría y con el retorno a un mundo unipolar, bajo la hegemonía imperial estadounidense-.



Por ese entonces, Carlos Menem y Carlos Andrés Pérez triunfaban en la Argentina y en Venezuela, respectivamente, y no sólo extendían así las experiencias neoliberales a fuerzas nacionalistas y socialdemócratas, sino que apuntaban a la generalización de esas políticas en el continente. A eso se sumó la elección de Fernando Collor de Mello, que había derrotado a Lula en Brasil, y la Concertación (alianza de la Democracia Cristiana con el Partido Socialista) en Chile, en 1990. En febrero de ese mismo año el sandinismo fue derrotado en las urnas. Cuba ya había entrado en el "período especial", durante el cual enfrentaría, con grandes dificultades, las consecuencias del fin del bloque socialista al que estaba estructuralmente integrada.



En ese momento, en Brasil se concentraban experiencias que aparentemente hablaban de una nueva vertiente de la izquierda -postsoviética, según algunos; postsocialdemócrata, según otros-. Además de Lula y del PT, los años ochenta habían visto surgir a la CUT, la primera central sindical legalizada en la historia del país; al MST, el más fuerte e innovador movimiento social en el país, y el crecimiento de las políticas de presupuesto participativo en las municipalidades, en general bajo las directivas del PT. Por todos estos factores, la ciudad brasileña de Porto Alegre más tarde sería elegida sede de los FSM.



Se proyectaron así sobre la izquierda brasileña, y en particular sobre el liderazgo de Lula y sobre el partido petista, grandes esperanzas de que se abriría un nuevo ciclo de una izquierda renovada. Sin entrar en el análisis detallado de una experiencia tan compleja como la del PT y el liderazgo de Lula, es preciso destacar que, desde el comienzo, se proyectaron sobre ambos expectativas que no tenían fundamento en experiencias concretas ni en los rasgos políticos e ideológicos que esas experiencias asumieron con el paso del tiempo.



Componentes de la izquierda anterior y de corrientes internacionales hicieron de Lula no sólo un dirigente obrero clasista, vinculado a las tradiciones de los consejos obreros, sino un dirigente de un partido de izquierda gramsciano, de un nuevo tipo, democrático y socialista. Lula no era nada de eso, pero tampoco era un dirigente a imagen y semejanza de aquello en lo que se había convertido el PT. Se formó como dirigente sindical, de base, en la época en que los sindicatos estaban prohibidos por la dictadura; un dirigente negociador directo con las entidades patronales, un gran líder de masas, pero sin ideología. Nunca se sintió vinculado a la tradición de la izquierda, ni a sus corrientes ideológicas, ni a sus experiencias políticas históricas. Se afilió a una izquierda social -si podemos considerarla de ese modo-, sin tener necesariamente vínculos ideológicos y políticos con ella. Buscó mejorar las condiciones de vida de la masa trabajadora, del pueblo o del país, según su vocabulario se fue transformando a lo largo de su carrera. Se trata de un negociador, de un enemigo de las rupturas, por lo tanto, de alguien sin ninguna propensión revolucionaria radical.



Esos rasgos deben ser enmarcados en las situaciones políticas que Lula enfrentó hasta convertirse en el Lula real. Sólo así se podrá intentar descifrar el enigma Lula.



Uno de los elementos de la crisis hegemónica latinoamericana es la falta de teorización al respecto. Con excepción del caso boliviano, que puede apoyarse en las producciones del grupo Comuna, en general los avances de los procesos posneoliberales ocurrieron por ensayo y error, y sobre los eslabones de menor resistencia de la cadena neoliberal. Ese proceso ya superó su fase inicial, cuando -como dijimos- obtuvo avances relativamente fáciles, hasta que la derecha se reorganizó y recuperó su capacidad de iniciativa. A partir de entonces, las elaboraciones teóricas que permitan la comprensión de la situación histórica real que afronta el continente, con sus elementos de fuerza y de debilidad, sus correlaciones de fuerza reales, concretas y globales, sus desafíos y sus posibles líneas de superación se han vuelto condición indispensable para el enfrentamiento y la superación de los obstáculos.



Desde que la hegemonía neoliberal se consolidó, la resistencia a ese modelo y las luchas de los movimientos sociales, incluso la organización del FSM, desplazaron la reflexión hacia el plano de la denuncia y de las resistencias, y soslayaron la cuestión política y estratégica. O sea, se tendió a la definición de un supuesto espacio de la sociedad civil como territorio privilegiado de actuación, en detrimento de la política, del Estado y, con ellos, de los temas de estrategia y construcción de proyectos hegemónicos alternativos y de nuevos bloques sociales y políticos. Esa postura teórica disminuyó con creces la capacidad de análisis de las fuerzas antineoliberales, que casi se limitaron a exaltar las posturas de resistencia y el valor de las movilizaciones de base, en desmedro de las posiciones de los partidos y de los gobiernos.



Los nuevos movimientos no contaron con una actualización del pensamiento estratégico latinoamericano en la que pudieran apoyarse, y ni siquiera con balances de las experiencias positivas y/o negativas anteriores. Lo que agravó todavía más la situación fueron los cambios radicales a escala mundial: el pasaje de un mundo bipolar a un mundo unipolar -bajo la hegemonía imperial estadounidense- y del modelo regulador al neoliberal, ambos ocurridos en un período histórico que implicó serias consecuencias para América Latina. Entre ellas, la regresión en los marcos de inserción de los países del continente en el mercado mundial, resultado de la apertura neoliberal, y el debilitamiento de los Estados nacionales.



Teorizaciones como las de Holloway y Toni Negri aparecían como adecuaciones a situaciones reales que, en vez de proponer soluciones estratégicas, intentaban hacer del vicio virtud. Aunque distintas en sus esbozos teóricos, ambas terminaron por acomodarse a la falta congénita de estrategia por parte de quienes rechazaban el Estado y la política para refugiarse en una mítica "sociedad civil" y en una reduccionista "autonomía de los movimientos sociales", renunciando a las reflexiones y las proposiciones estratégicas y dejando así al campo antineoliberal sin armas para responder a los desafíos de la crisis de hegemonía, que se hicieron más evidentes cuando la disputa hegemónica pasó a estar a la orden del día.



Ya analizamos cómo ese factor afectó el proceso venezolano, cómo el boliviano encontró una solución original y cómo el ecuatoriano se apoyó en soluciones híbridas, aunque creativas. El posneoliberalismo trajo nuevos desafíos teóricos que, por las nuevas condiciones que las luchas sociales y políticas enfrentan en el continente, iluminan una práctica necesariamente novedosa y, más que en cualquier otro momento, requieren reflexiones y propuestas estratégicas orientadas según las coordenadas de las nuevas formas de poder. Las propuestas del grupo boliviano Comuna, como mencionamos, son una excepción: constituyen el conjunto de textos más rico con que cuenta la izquierda latinoamericana, un ejemplo único en su historia por la capacidad de conjugar trabajos académicos y análisis individuales de gran creatividad teórica -de autores como Álvaro García Linera, Luis Tapia, Raúl Prada, entre otros-, a intervenciones políticas directas. En estas condiciones, García Linera se convirtió en vicepresidente de la República y Prada fue un importante parlamentario constituyente.



Las dificultades para desarrollar una teoría a partir de la práctica que hoy enfrenta la izquierda latinoamericana se deben a varios factores. Entre ellos, podemos resaltar la dinámica asumida por la práctica teórica, esencialmente concentrada en las universidades, que sufrió los efectos del cambio de período en el plano académico: ofensiva ideológica del liberalismo; reclusión en la división del trabajo interno de las universidades, en particular por la especialización; refugio en posiciones poco críticas, que tienden a ser doctrinarias y no dan lugar a las alternativas.



Por otro lado, los procesos de superación real del neoliberalismo introdujeron temas alejados de la dinámica de la reflexión académica, como el de los pueblos originarios y los Estados plurinacionales, la nacionalización de los recursos naturales, la integración regional, el nuevo nacionalismo y el posneoliberalismo, que están muy alejados de los que suelen abordarse en los cursos universitarios y de aquellos privilegiados por las instituciones de fomento e investigación. Éstas privilegiaron las propuestas definidas por las matrices fragmentadas de las realidades sociales, desvalorizando interpretaciones históricas globales, y a la vez acentuaron la fragmentación entre las distintas esferas -económica, social, política y cultural- de la realidad concreta.



Además, no debemos olvidar los efectos de la crisis ideológica que afectó las prácticas teóricas en la transición del período histórico anterior al actual, con la descalificación de los llamados megarrelatos y la utilización generalizada de la idea de crisis de los paradigmas. A raíz de eso, se abandonaron los modelos analíticos generales y se adhirió al posmodernismo, con las consecuencias señaladas por Perry Anderson: estructuras sin historia, historia sin sujeto, teorías sin verdad, un verdadero suicidio de la teoría y de cualquier intento de explicación racional del mundo y de las relaciones sociales.



Temas esenciales para las estrategias de poder, como el poder mismo, el Estado, las alianzas, la construcción de bloques alternativos de fuerzas, el imperialismo, las alianzas externas, los análisis de las correlaciones de fuerzas, los procesos de acumulación de fuerzas, el bloque hegemónico, entre otros, quedaron desplazados o prácticamente desaparecieron, en especial a medida que los movimientos sociales pasaron a ocupar un lugar protagónico en las luchas antineoliberales. El pasaje de la fase defensiva a la fase de disputa hegemónica ha de significar -como significa en los textos del grupo Comuna y en los discursos de Hugo Chávez y Rafael Correa- una recuperación de esas temáticas, una actualización para el período histórico de la hegemonía neoliberal y la lucha desmercantilizadora. Refugiarse en la óptica de simple denuncia, sin compromiso con la formulación y la construcción de alternativas políticas concretas, tiende a distanciar a una parte importante de la intelectualidad de los procesos históricos concretos que el movimiento popular enfrenta en el continente, y de ese modo lo condena a intentos empíricos de ensayo y error, en la medida en que no cuenta con el apoyo de una reflexión teórica comprometida con los procesos de transformación existentes.



La tentación contraria es grande. Dado que Fidel Castro no es Lenin, el Che no es Trotsky, Hugo Chávez no es Mao Tsé-Tung, Evo Morales no es Ho Chi Minh y Rafael Correa no es Gramsci, sería más fácil rechazar los procesos históricos reales, porque no corresponden a los sueños de revolución construidos con el impulso de otras eras, que intentar descifrar la historia contemporánea con sus enigmas específicos. En fin, intentar reconocer los signos del nuevo topo latinoamericano o quedar relegado a los compendios a los que son reducidos los textos clásicos por las manos poderosas y sectarias de quienes tienen miedo de la historia.



Refugiarse en las formulaciones de los textos clásicos es el camino más cómodo, pero también el más seguro para la derrota. Las derrotas no se explican por razones políticas, sino morales -y la "traición" es la más común-. La falta de respuesta política lleva a visiones infrapolíticas, morales. El diagnóstico de Trotsky sobre la Unión Soviética es el modelo opuesto: se trata de la explicación política, ideológica y social de los caminos abiertos por el poder bolchevique. Por eso pasó de la tesis de la revolución "traicionada" a la afirmación sustancial del Estado bajo la hegemonía de la burocracia.



La defensa de los principios supuestamente contenidos en los textos de los clásicos parece explicarse por sí misma, pero no da cuenta de lo esencial: ¿por qué las visiones de la ultraizquierda, doctrinarias, extremistas, nunca triunfan, nunca consiguen convencer a la mayoría de la población, nunca construyeron organizaciones que estén en condiciones de dirigir los procesos revolucionarios? Se identifican con los grandes balances de las derrotas, pero nunca conducen a procesos de construcción de fuerzas políticas revolucionarias. No es casual que su horizonte acostumbre ser la polémica en el interior de la ultraizquierda y las críticas a los otros sectores de izquierda, sin protagonizar grandes debates nacionales, sin enfrentar centralmente a la derecha o participar de la disputa hegemónica. Aquellos que sólo aparecen en los espacios públicos para criticar a los sectores de izquierda, muchas veces valiéndose de los espacios mediáticos de los órganos de la derecha, perdieron de vista a sus enemigos fundamentales, los grandes enfrentamientos con la derecha.



El desafío es encarar las contradicciones de la historia en las condiciones concretas de los países de la América Latina de hoy y desentrañar los puntos de apoyo para así construir el posneoliberalismo. El grupo Comuna supo hacerlo porque releyó la historia boliviana, en especial a partir de la revolución de 1952, descifró su significado, hizo las periodizaciones posteriores de la historia del país, comprendió los ciclos que llevaron al agotamiento de la fase neoliberal, consiguió deshacer los equívocos de la izquierda tradicional en relación con los sujetos históricos y realizó el trabajo teórico indispensable para concertar el casamiento entre el liderazgo de Evo Morales y el resurgimiento del movimiento indígena como protagonista histórico esencial del actual período boliviano. Pudo así recomponer la articulación entre la práctica teórica y la política, y ayudar al nuevo movimiento popular a abrir los caminos de lucha por las reivindicaciones económicas y sociales en los planos étnico y político.



Ese trabajo teórico es indispensable y sólo se puede hacer a partir de las realidades concretas de cada país, articuladas con la reflexión sobre las interpretaciones teóricas y las experiencias históricas acumuladas por el movimiento popular con el paso del tiempo. La realidad es implacable con los errores teóricos. La América Latina del siglo XXI requiere y merece una teoría a la altura de los desafíos presentes.



[CLACSO - Cuadernos de Pensamiento Crítico /Le Monde Diplomatique].



por: Emir Sader , filósofo, cientista político e professor da Universidade Estadual do Rio de Janeiro (UERJ), onde coordena o Laboratório de Políticas Públicas

miércoles, 16 de junio de 2010

Nuevo tipo de militancia

Isabel Rauber - http://alainet.org/active/38865

Las nuevas prácticas políticas emergidas con fuerza desde las resistencias y luchas de los movimientos sociales han conformado una nueva militancia: capaz de concertar voluntades diversas y dispersas, de dedicar parte de su tiempo a tareas de capacitación para que las mayorías puedan participar con protagonismo creciente desplegando al máximo sus potencialidades. Se trata de una militancia consecuente con las propuestas que levanta, impuesta de que los desafíos socio-transformadores no son tarea de élites mesiánicas, sino que reclaman la participación protagónica plena de las mayorías concientes. Esto habla de diversidades que habrán de articularse y conjugarse, de pluralidad de cosmovisiones, de horizontalidad en las interrelaciones y miradas, de un nuevo tipo de organización y poder que se construye desde abajo, con el protagonismo de los –tradicionalmente considerados‑ de abajo.

Esto modifica de raíz lo que hasta ahora se suponía era la “razón de ser” y actuar del militante: llevar las ideas y propuestas del partido hacia el pueblo y sus organizaciones, aceptando la hipótesis de que la misión histórica de las masas populares es la de organizarse para actuar como “fuerza material” capaz de realizar (materializar) el programa elaborado por el partido político (auto)considerado vanguardia.

La creciente movilización social y política de amplios sectores y actores sociales ha ampliado el ámbito de los político, modificado el accionar político y sus modos y –consiguientemente‑, llama a modificar la concepción de la militancia y sus modalidades de actuación política, generalmente centrada en la asistencia a las reuniones partidarias periódicas, en el análisis de documentos internos, en disputas domésticas, en debatir su perspectiva en los congresos, etc. Sin objetar estas actividades, está claro que resultan insuficientes y confinadas al “internismo”.

El desafío socio-transformador actual es civilizatorio. Construir una nueva civilización es una tarea de gran magnitud para la que no alcanza la movilización de los activistas, requiere de la participación y creatividad de millones. A ello pueden contribuir todos aquellos que se van comprometiendo con la actividad sociopolítica y también los intelectuales orgánicos. Esto reclama desarrollar sostenidamente prácticas democráticas, horizontales y participativas en lo que se va construyendo, en el pensamiento y en la acción.

Se trata de ir configurando en las prácticas una pedagogía de la nueva praxis política, aportando valiosos ejemplos para la conformación de un nuevo tipo de militancia: solidaria, autónoma, consciente, responsable, participativa, constructora y concertadora de la participación desde abajo, en sus comunidades, con sus compañeros/as en su sector de trabajo, en el campo, en la universidad, en el ámbito sociocultural donde actúe, en la vida familiar, y en la organización social o política en la que participe. En sus alforjas inspiradoras cuenta con los aportes de la educación popular, cuyos principios y concepción fecundan el pensamiento y las prácticas colectivas de la transformación social. Es lamentable que todavía se halle tan disociada de las prácticas políticas de la izquierda. Ello evidencia –de hecho‑ la sobrevivencia de la cultura vanguardista.

Es tiempo de que la izquierda partidaria y su militancia pongan fin a su distanciamiento jerarquizado respecto de los sectores sociales populares; es vital suprimir las famosas "correas de transmisión" y sustituirlas por el diálogo permanente, el aprendizaje mutuo, la horizontalidad en las decisiones y el control popular.

Para decirlo de un modo comprensible para todos/as: la izquierda tendría que realizar una auto-transformación homóloga a la ocurrida en la Iglesia Católica cuando el Concilio Vaticano II. Allí se explicitó que “la Iglesia” no radicaba en el edificio del templo, sino en el pueblo de Dios, y se les dijo a los curas que había que salir de los claustros, llegar al pueblo y convocarlo a construir lo que sería entonces “su” iglesia. Esto implicó para los sacerdotes desde cambios en su indumentaria (sacarse la sotana distanciadora), hasta modificaciones en su forma de practicar su religión: salir a buscar y escuchar al pueblo, convivir con la población donde quiera que ella estuviese y fuese.

Aquel impulso cristiano sustentó prácticas comprometidas de curas y mojas militantes, abrió las puertas a los llamados “curas del Tercer Mundo” y la “Teología de Liberación”. Si resultó luego mediatizado, relegado y hasta perseguido por sectores retrógrados de la institución religiosa fue precisamente porque la experiencia fue un éxito en relación con los objetivos.

Si la izquierda partidaria y su militancia hicieran “su concilio” abriéndose hacia los pueblos, cambiando su lógica y sus prácticas, tomando como punto de partida las realidades socioculturales de los pueblos, asimilando y aceptando su diversidad de identidades y cosmovisiones, apuntalando sus prácticas, impulsando la maduración de pensamientos liberadores y de liberación, contribuiría a un cambio cultural y político colectivo radical y revolucionario. Sería razón suficiente.

- Isabel Rauber es doctora en filosofía, profesora universitaria, investigadora social y pedagoga política.

lunes, 14 de junio de 2010

La guerra de la Copa del Mundo

Pepe Escobar* - http://www.surysur.net/?q=node/13882

La legendaria divinidad del fútbol Diego Maradona ha prometido que si Argentina, el equipo que dirige, gana la Copa del Mundial de Sudáfrica que comienza el viernes, recorrerá desnudo el Obelisco en el centro de Buenos Aires.

Semejante striptease especial seguramente divertiría a una “comunidad internacional” exhausta que encara las mismas antiguas sanciones contra Irán, los drones en AfPak, las invenciones de Israel, los enfrentamientos en Corea, los colapsos en Europa, el crecimiento de China y el vertido de BP.

Ante todo, dejemos algo en claro. No hablamos de soccer [nombre dado al fútbol en EE.UU.] Es fútbol, como los británicos lo inventaron (aunque los chinos –¿quién iba a ser?– ya pateaban una pelota hace 5.000 años). Y el fútbol, no el soccer, es el máximo narcótico de la gente frenéticamente consumido en todo el mundo. El formidable historiador británico Eric Hobsbawm ha señalado cómo el fútbol muestra el conflicto esencial de la globalización: la relación muy compleja entre el sobre-comercialismo y el profundo apego emocional en lo que se refiere a cada uno de los fanáticos del deporte.

El conflicto existe incluso cuando fanáticos que miran los partidos en el terreno son tratados ahora como simples extras en lo que ahora se ha convertido cada Copa del Mundo: un megaespecial de televisión de un mes de duración con estrellas que son el equivalente futbolístico de megaestrellas de Hollywood. El fútbol es la mayor industria del entretenimiento global –y también un imán para el lavado de dinero-.

¿Cuánto vale el futbolista del mundo del año, Lionel Messi de Argentina? ¿150 millones de dólares, 200 millones, 300 millones? Otros jugadores también son conocidos en todo el mundo: Cristiano Ronaldo de Portugal, Didier Drogba de Costa de Marfil, Wayne Rooney de Inglaterra, (y luego tenemos a los muy lamentados ausentes como Ronaldinho de Brasil –no seleccionado– y el lesionado capitán alemán Michael Ballack).

En todo el creciente mundo en desarrollo, y en toda Europa, el fútbol es el deporte más globalizado porque en el subconsciente colectivo rompió de alguna manera el patrón forjado en EE.UU. –Hollywood, música pop, novelas en la televisión– todo lo que tiene que ver con la cultura de masas. El poder estadounidense no puede satisfacer por sí solo el deseo global de fantasías rituales masivas –jugar por jugar, jugar como una metáfora para la vida misma, jugar como guerra-. En el fútbol, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas –con poder de veto– son realmente Brasil, Italia, Argentina, Alemania y un activo grupo que compite por el quinto lugar, desde Inglaterra y Holanda a España y la Costa de Marfil.

El fútbol permite compasivamente que se reconstruya una noción juguetona de identidad nacional: guerra por otros medios (juguetones). Escuchad el sonido de un millón de vuvuzelas –los instrumentos sudafricanos parecidos a una larga trompeta que serán un fondo extremadamente audible de los partidos); juegos de guerra es lo que ahora habrá en Sudáfrica-. Pero de un cierto modo sigue existiendo un sentimiento fastidioso, como si a fin de cuentas hubiera sido siempre el mismo maldito vencedor.

Vosotros jugáis, nosotros cobramos

El destacado escritor uruguayo –y fanático del fútbol– Eduardo Galeano, dijo una vez: “La FIFA es el FMI del fútbol”. De manera muy parecida al Fondo Monetario Internacional, la Federación Internacional de Asociaciones de Fútbol es obscenamente rica, extremadamente poderosa y está dirigida como un club hiperexclusivo.

La FIFA se fundó en 1904. Sólo 310 personas trabajan en la sede en Zúrich. Y sólo unos 1.000 trabajan en los asombrosos 208 países miembros (“sólo” 192 naciones son miembros de la ONU, que emplea a más de 40.000). Los 24 miembros del consejo de la FIFA –a los que paga unos 50.000 dólares al mes– pasan su precioso tiempo viajando por el mundo y haciendo tratos con Estados-naciones y corporaciones. De un modo muy similar al FMI, la rotación de personal es mínima. La mayoría de los empleados de la FIFA han ocupado sus puestos durante más de 15 años.

La FIFA es responsable de la comercialización de cada producto vinculado al fútbol profesional, el patrocinio y los derechos de la televisión. Está en el epicentro de un mercado de 250.000 millones de dólares. En 2009, la FIFA ganó 1.000 millones de dólares. Sólo con la Copa del Mundo en Sudáfrica, la FIFA recibió 3.800 millones de dólares.


Como ícono del capitalismo salvaje, la FIFA nunca pierde dinero. Está totalmente asegurada. Para esta Copa del Mundo y la próxima en 2014 en Brasil, eso asciende a 650 millones de dólares. En cuanto a los gobiernos nacionales, esos tratos no son tan ventajosos. El Gobierno sudafricano planificó el gasto de 450 millones de dólares para esta Copa del Mundo. Los costes crecieron a no menos de 6.000 millones; y siguen aumentando. Esto incluye la construcción de nueve estadios nuevos y la reconstrucción de otros cinco. Se espera que el de Durban se convierta en un hito al estilo del museo Guggenheim de Bilbao.

Sin embargo, el muy elogiado tren de alta velocidad de Pretoria a Johannesburgo está retrasado. Sólo se ha abierto un tramo entre el aeropuerto de Johannesburgo y el lujoso vecindario Sandton, la milla cuadrada más acaudalada (sobre todo blanca) en África, donde residirán los cerca de 200 delegados de la FIFA, y su presidente el superburócrata Sepp Blatter, dormirá en las falsas Torres Michelangelo protegido por cinco guardaespaldas, con acceso a un baño en suite al estilo Disney, así como a un mini bar personalizado con el mejor chardonnay sudafricano y con cubos de hielo hechos con agua de Evian.

Cualquier país que desee organizar una Copa del Mundo debe someterse virtualmente a la autoridad de la FIFA, lo que incluye cambios en la legislación nacional. Hace cuatro años, el Parlamento de Sudáfrica atribuyó a la Copa del Mundo el estatus de “evento protegido” regido por una legislación específica. El país organizador debe ceder a la FIFA los derechos para todo, desde la publicidad y el mercadeo hasta el control del perímetro que rodea los estadios (La FIFA es de hecho un Estado soberano en todos los estadios en Sudáfrica). De un modo muy similar al FMI, la FIFA no es un organismo humanitario. Para las corporaciones asociadas, la tarea de la FIFA es abrir mercados, África en el caso actual. A continuación describo un ejemplo de cómo trabaja realmente la FIFA.

Un estadio en Athlone, un suburbio pobre de Ciudad del Cabo de mayoría “de color”, habría podido asegurar numerosos puestos de trabajo en el área y ser el catalizador de un proceso de pavimentación de calles, construcción de nuevas casas y la mejora del transporte público. En su lugar, la FIFA prefirió el estadio Green Point construido entre el mar y la tarjeta postal favorita de Ciudad del Cabo, Table Mountain, a cinco minutos de un centro comercial de lujo y cerca de un campo de golf –y financiado con fondos públicos-.

Un inspector de la FIFA dijo al periódico sudafricano Mail and Guardian que miles de millones de espectadores no desearían ver “chabolas y pobreza” en la televisión. Como si la Copa del Mundo no se estuviera celebrando en un país con casi 40% de desempleo, en el cual la mitad de la población vive con menos de un dólar al día. El semanario alemán Der Spiegel por lo menos puso una parte en perspectiva, con la publicación de un informe especial en el que compara la sed de Europa por jóvenes futbolistas africanos con una nueva trata de esclavos.

Numerosos estudios académicos coinciden en que es más razonable que un país anfitrión de la Copa del Mundo construya lo que necesita en infraestructura que gastar una fortuna en un evento que en última instancia sólo beneficia a los organizadores y a los patrocinadores corporativos. Los productos autorizados disponibles en el país durante el Mundial son todos importados de China. Cuando la Copa del Mundo haya terminado el 11 de julio, no menos de 150.000 trabajadores en Sudáfrica perderán sus puestos de trabajo.

La identidad de dios

Sin embargo, la mayor parte del mundo no es consciente de todas las distorsiones; el deslumbrante atractivo del fútbol como farándula es demasiado seductor. Además, una Copa del Mundo todavía tiene que ver sobre todo con capas y más capas de intriga bizantina que alimenta la “guerra”; guerra con todos sus comandantes y soldados condecorados, desde el “Rooney asiático” Jong Tae-se, uno de los pocos norcoreanos que hizo sonreír verdaderamente al Querido Líder Kim Jong-il, hasta la ex pareja de Paris Hilton y portada de Vanity Fair Cristiano Ronaldo (“No juego solo y no hago milagros”).


*Periodista de Asia Times Online.Autor de Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War, Red Zone Blues y Obama does Globalistan. Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens.

domingo, 13 de junio de 2010

Wakala Wakala: no es tiempo de África

María Cristina Rosas - http://www.etcetera.com.mx/articulo.php?articulo=4115

La primera Copa del Mundo que se lleva a cabo en el continente africano, es una oportunidad inmejorable para difundir a la comunidad internacional, la cultura y las tradiciones del país anfitrión, en este caso, Sudáfrica, y de sus vecinos. En lugar de ello, se optó por llevar a cabo un concierto previo a la inauguración, con la participación de artistas que, según los organizadores, son de “talla mundial”, aunque, en su inmensa mayoría occidentales, en detrimento de la pléyade de talentosos músicos africanos que tal vez no en México, pero sí en numerosas naciones del mundo, incluyendo Francia y Estados Unidos, son ampliamente conocidos y admirados.

La “canción oficial de la FIFA” para la Copa Mundo, Waka Waka (This Time For Africa, que literalmente señala que “es tiempo de África) interpretada por Shakira y Freshlyground, constituye un insulto al país anfitrión y para un continente que tuvo que esperar 80 años para organizar un evento deportivo de esta naturaleza. Claro, no es la primera vez que eso sucede: en 1998, “la canción oficial de la FIFA”, La copa de la vida, en un país tan celoso de su cultura como Francia, fue interpretada por Ricky Martin.

Ocurre que la actual Copa del Mundo es la más globalizada y, por lo mismo, la más comercial desde 1930, cuando Uruguay albergó la primera justa de la FIFA. Se presume que Shakira ha vendido unos 50 millones de discos en todo el mundo, lo cual constituye un éxito comercial y la capacita, a los ojos de los organizadores y los patrocinadores del torneo, para ser la “voz cantante” en Sudáfrica.

Lo anterior sería aceptable si Sudáfrica en particular, y el continente africano en general, carecieran de artistas autóctonos y/o comercialmente exitosos. Pero no es el caso. Hablando en primer lugar del país anfitrión, el marabi –estilo musical de los barrios bajos de Johanesburgo, desarrollado a principios del siglo XX-, los cánticos religiosos, el canto zulú a capella o isicathamiya, la música de los afrikáners –con raíces holandesas-, la kwela –con infusiones de jazz-, el soul, el bubblegum, el kwaito, etcétera, son sólo algunos de los géneros que dan cuenta de su riqueza y variedad musical.

Artistas como la finada Miriam Makeba –también conocida como Mamá África, por su activismo a favor de los derechos humanos-, recordada, entre otros éxitos, por “Pata, Pata”, canción que la ubicó en el 12° lugar en el Billboard en 1967 en Estados Unidos; y la también occisa Brenda Fassie, mejor conocida como “la reina del pop africano”, son sólo dos de los grandes talentos que Sudáfrica ha aportado al mundo de la música.

Descartando al norte de África, donde los estilos musicales están vinculados a las culturas árabes, en el África subsahariana se puede encontrar una larga lista de luminarias de la música, entre ellos el senegalés Youssou N’Dour; su paisana, la rapera Sister Fa –quien ganó fama mundial en 2008 al organizar una gira bajo el título “Educación sin mutilación”, para sensibilizar a la opinión pública respecto a la problemática que aqueja a las mujeres de diversas naciones africanas de cara a la ablación-; la extraordinaria Angélique Kidjo, oriunda de Benin –aunque hizo gran parte de su carrera en Francia-, ganadora del Grammy y numerosas distinciones por su activismo humanitario; la célebre Cesária Évora, nativa de Cabo Verde; etcétera.

Si los organizadores de la Copa del Mundo hubiesen asumido este evento para colocar a África en el mapa del mundo, contribuyendo a difundir parte de sus diversas y extraordinarias culturas, había una base artística lo suficientemente amplia en Sudáfrica y países vecinos, como para prescindir de los servicios de Shakira. Sin ir más lejos, la presencia de Angélique Kidjo habría bastado para poner a bailar el estadio Soccer City al ritmo de su “Congoleo”, o de “Ae, Ae.” Acompañada por Carlos Santana, habría podido interpretar igualmente “Naima”, tema compuesto por la propia Kidjo para su hija –este tema fue grabado con Santana en 1995. O bien, siguiendo con la línea de su álbum de 2007, Djin Djin, donde interpreta diversos temas al lado de artistas como Josh Groban, Alicia Keys, Peter Gabriel, Joss Stone, etcétera, pudo haber sido quien llevara la batuta en la fiesta inaugural del balón pie.

No faltará quien diga que Shakira tiene a su favor su espíritu filantrópico, por sus fundaciones “Pies descalzos” y, de manera más reciente, “Alas”, si bien, en este último caso, la malversación de los fondos recaudados llevó a que diversas celebridades que originalmente la apoyaron, se retiraran. Empero, Angélique Kidjo, es embajadora de buena voluntad del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) desde 2002, y ha recorrido diversos países africanos promoviendo el bienestar de la infancia. Tiene, al igual que Shakira, una fundación, la Batonga Foundation para fomentar la educación secundaria de las niñas africanas e intenta mejorar así sus expectativas de vida. Asimismo, es activista de OXFAM desde 2005 para impulsar el comercio justo. Igualmente, desde marzo del año pasado hace campaña para promover los derechos de las mujeres en el continente africano.

Es decir, si lo que la FIFA quería, era una artista africana, talentosa, internacional, defensora de causas nobles, reconocida y de raza negra, la opción era, seguramente, Angélique Kidjo acompañada de músicos sudafricanos de jazz, hip hop y otros géneros autóctonos. Sin embargo, en la inauguración de la Copa del Mundo confluyeron factores como el racismo occidental, el etnocentrismo y, claro está, los intereses comerciales. No importa que Kidjo haya participado en la banda sonora de El rey león, ni que en el episodio de Los Simpson “El safari de Los Simpson” cuando la familia favorita de Springfield viaja a Tanzania, el guía de Homero cante estrofas de “Wé-Wé”, que es una conocida melodía de la diva africana. Por todo lo anterior, no es cierto, como canta Shakira, que “This Time for Africa”. La realidad es que para la FIFA, no es tiempo de África.