sábado, 5 de junio de 2010

Caricaturas y proyectos acerca del Bicentenario

Por Rodolfo Colángelo - http://www.nuestraamerica.info/leer.hlvs/5617

Los festejos del Bicentenario argentino mostraron a grandes rasgos dos proyectos de país si tomamos como una imagen congelada lo que ocurrió puntualmente el 24 de mayo, cuando se reinauguró el teatro Colón con la farándula televisiva y lo más granado de la oposición de derecha, mientras en el Obelisco la multitud vibraba con el folclorista Chaqueño Palavecino.

Ese instante, más allá de los análisis profundos que se puedan hacer, revela la confrontación que vive el país entre las caricaturas de proyectos que encierran regresiones y decadencias, y el controvertido, tal vez caótico, proceso de multitudes que pugnan por buscar un espacio hacia un cambio histórico por el que atraviesa -con retrocesos, desigualdades y crispaciones (bienvenida la crispación)- gran parte de Latinoamérica.

El Colón fue de manera contundente la confirmación de aquella frase de Hegel, retomada por Marx: la historia se repite dos veces, una como tragedia y otra como comedia.

El Centenario de 1910 fue, en un sentido metafórico, la tragedia. El proyecto de país oligárquico y agroexportador alcanzó toda su magnitud con los brillos de ese momento, impulsado por una clase dominante que tenía claro su rol en el mercado mundial y en la división internacional del trabajo.
Las mayorías empobrecidas, los trabajadores, quedaban afuera de ese proyecto y eran perseguidas y encarceladas; pero el proyecto existía y lo encabezaban dirigentes con visión histórica del modelo que querían para la Argentina.

El Colón mostró la decadencia de una burguesía sin proyecto, que acude a sus "cuadros" mediáticos para captar cierto apoyo popular. El millonario Ricardo Fort devenido en estrella televisiva, Susana Giménez, Mirtha Legrand, el modelo Iván de Pineda comentando lo "divinas" que estaban las estrellas de la televisión, montaron esta vez la comedia.

Los "cuadros de la oligarquía, los Leopoldo Lugones, los Miguel Cané, los Joaquín V. González, los Julián Martel, fueron suplantados por la farándula tinelliana de los Jorge Rial que muy bien no sabían que estaban haciendo en ese lugar.

En cambio, la potencia de la multitud en las calles mostró la "fractura" (no hay que tenerle miedo a la palabra) de un país que no puede reconstruirse en base a consensos que en definitiva pretenden mantener una única ecuación: que el 10 por ciento de la población siga acumulando el 80 por ciento de la riqueza.

Por supuesto que lo que ocurrió en el Bicentenario fue un hecho político con mayúscula. Caricaturas y proyectos confrontan, fracturan entre el "consenso" que busca la paz de los cementerios y la "crispación" que navega en un río torrentoso tratando de encontrar su destino.

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