jueves, 28 de octubre de 2010

Bisagra en la política de DD.HH.

Por BEATRIZ GENTILE (*) http://www.lmneuquen.com.ar/noticias/2010/10/28/87874.php


La orden para descolgar los cuadros de los represores del Colegio Militar fue más que un gesto. 

La anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final permitió abrir los juicios por los crímenes de la dictadura. "Vengo a pedir perdón en nombre del Estado", dijo Kirchner.
No cabe duda de que la llegada de Néstor Kirchner al Ejecutivo nacional marca un antes y después respecto a la política de Derechos Humanos en Argentina. En aquel discurso del 25 de mayo de 2003, cuando escuchamos decir a aquel presidente “formo parte de una generación diezmada y no llegué aquí para dejar mis convicciones en la puerta de la Casa Rosada”, muchos sentimos que era posible que algo comenzara a cambiar en la Argentina.
Al tiempo, como presidente en ejercicio, anunciaba dos grandes medidas: el cambio de la Corte Suprema de Justicia y el proyecto para anular las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, las llamadas leyes de la impunidad, que junto con los indultos habían clausurado la posibilidad de esclarecer los crímenes cometidos por la dictadura militar de 1976. 
La firme voluntad de un presidente instalaba en Argentina la posibilidad de aplicar justicia de forma retroactiva, ante la criminalidad desplegada por los militares. “Vengo a pedir perdón en nombre del Estado por 30 años de impunidad”, fueron las palabras utilizadas en un 24 de marzo que simbólicamente abría las puertas de lo que fuera el más horrendo ícono de la tortura: la ESMA, hoy convertida en Museo de la Memoria.


Leyes reparatorias
Además del reconocimiento por parte del Estado en su responsabilidad por lo acontecido, bajo su gobierno se ampliaron y consolidaron las leyes reparatorias para las víctimas del terrorismo de Estado. También se extraditaron los genocidas buscados para ser juzgados, se abrieron los archivos de las fuerzas de seguridad que actuaron en forma clandestina, se desclasificaron esos mismos archivos y se eliminaron las trabas burocráticas que impedían la realización de los juicios a los criminales. A partir de ello se han descubierto más de 900 centros clandestinos de detención y tortura, han sido condenados 126 criminales y se encuentran procesados más de 800, que están siendo investigados y juzgados en todo el territorio.

De la mano de Néstor Kirchner, en Argentina comenzamos a saldar cuentas con el pasado. A veces esas deudas se combinan con urgencias éticas y demandas morales que no siempre son fáciles de resolver y, en muchas ocasiones, el oportunismo le gana la partida a las convicciones. Sin embargo, en aquel “proceda” de tono firme con el cual ordenaba descolgar el cuadro del dictador Jorge Videla, Kirchner  expresaba el imperativo ético más importante que nos podría haber dejado: evitar que las condiciones que hicieron posible esos crímenes, que hicieron posible esa ESMA, vuelvan a repetirse. Éste tal vez sea el verdadero sentido del "nunca más".
La Argentina despide a un estadista que supo comprender que no hay razón de Estado que justifique las muertes de las mayorías y que la política en algún momento debe dejar de ser sólo una opción entre costos. 
Como escribiera Bertolt Brecht,  hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay quienes luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.  Ayer se nos ha ido uno de ellos. 

 (*) Delegada regional de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación.

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