domingo, 29 de mayo de 2011

Nuestras mujeres

Claudia Román - http://www.telam.com.ar/vernota.php?tipo=N&idPub=223492&id=424877&dis=1&sec=1

La historia política argentina esta repleta de hechos que marcan puntos de inflexión y el Cordobazo es uno de ellos. Fue un momento bisagra de nuestra historia reciente. Por primera vez estudiantes universitarios y obreros confluían en la lucha contra la dictadura.

El clima de época parecía predisponer a la batalla. Sucesos como el asesinato del Che Guevara en 1967 en Bolivia, la huelga general y las movilizaciones del Mayo Francés, la masacre de Tlatelolco en 1968 y la instauración en 1966 del gobierno militar-clerical autonominado “Revolución Argentina”, no se presentaban para la sociedad en general como productos de la mera casualidad.

Los hechos se iban sucediendo y la tensión social iba en aumento. La política económica implementada por el gobierno de Onganía apuntaba a la apertura de los mercados internos en favor de los monopolios internacionales.

Los derechos obtenidos recientemente por la clase trabajadora poco a poco iban siendo cercenados. En el transcurso de los primeros años de la gestión del mencionado régimen fue desactivada la Comisión del Salario mínimo, vital y móvil, también fueron congelados los aumentos en las remuneraciones. Se incrementó la edad para jubilarse. Dichas acciones no eran inocentes. Las medidas tomadas iban dirigidas en detrimento de la calidad de vida trabajador y su familia. El modelo social argentino entonces estaba siendo atacado y el riesgo era palpable.

Numerosos fueron los factores que aportaron a la acumulación de tensión. No sólo fue la ley que se sancionó para poder ejercer la represión automática en caso de huelgas o conflictos sindicales.

Sumado a ello les fueron suspendidas las personerías gremiales a un gran número de sindicatos. Y la entonces Dirección de Investigación de Políticas Antidemocráticas persiguió y encarceló a los militantes políticos y sindicales considerados sospechosos.

Disolvieron los partidos políticos e intervinieron las universidades, ya que según la propaganda oficial, funcionaban como “centros de subversión y comunismo”.

El escenario estaba montado. La olla a presión terminó por explotar en la provincia de Córdoba, en lo que acabó siendo la rebelión de mayo de 69`. La revuelta produjo una suerte de efecto dominó. Las manifestaciones contra el gobierno militar se replicaron en distintas ciudades del país. La lucha no contaba, en una de sus filas, con soldados entrenados para la batalla. Las barricadas las conformaban estudiantes y obreros.

Es atinado y pertinente aclarar que dentro de esa masa obrera y estudiantil no sólo se encontraban hombres. Fueron cientos las mujeres que salieron a dar batalla para defender los derechos de sus esposos, hijos, hermanos y los propios.

Una militante de la Juventud Peronista, recuerda que el mediodía del 29 de mayo “los vecinos en las terrazas tiraban de todo a la policía, sillas, macetas. El centro estaba en llamas, la policía había perdido el control. Marta Aguirre, cuenta que caminó las calles del centro cordobés “para ver los movimientos de la policía y tratar de especular dónde se podían reagrupar los compañeros”.

Cuantiosas mujeres salieron a las calles. Susy Carranza, quien entonces era activista del Sindicato del Vidrio, después de enterarse que los militares habían asesinado a un compañero, salió junto a sus compañeras de la fábrica para tirarles bolitas a los caballos de la policía.

Muchas de esas mujeres heroicas que fueron protagonistas de la batalla, además de ser esposas, madres y abuelas, hoy continúan con su militancia y comparten sus historias en el libro Mujeres desde el Cordobazo hasta nuestros días.

No se trata de feminismos, sólo se pretende una justicia de género. Que la memoria histórica recuerde que está compuesta también de mujeres valientes y comprometidas con la lucha para las reivindicaciones sociales.

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