lunes, 24 de febrero de 2014

El Frente Nacional Antiimperialista

Jorge Abelardo Ramos - http://www.rinacional.com.ar/rin25/index.php/en/especial/item/9011-el-frente-nacional-antiimperialista



En definitiva, ¿quiénes apoyaban a Perón? Un solo diario, improvisado en esos días: La Epoca, dirigido por Eduardo Colom. Y un simple semanario, Política, bajo la dirección de Ernesto Palacio, ambos de tendencia yrigoyenista peronista.
Creado en las vísperas electorales, el Partido Laborista estaba presidido por Luis F. Gay, militante sindical telefónico y agrupaba a los dirigentes obreros de pasado sindicalista, amarillos, ex socialistas, ex-anarquistas, y nuevos jefes del proletariado nacidos en las luchas recientes. La organización de la Unión Cívica Radical (Junta Renovadora) permitió el agrupamiento de dirigentes radicales de tradición yrigoyenista –Quijano, Molinari, Antille– y de los hombres de FORJA – Jauretche y sus amigos– que intentaron buscar en el movimiento popular que hervía bajo el «peronismo», una base de creación de un movimiento nacionalista democrático para continuar la línea yrigoyenista con las nuevas masas. También votó por la candidatura de Perón una apresurada creación reciente: el Partido de los Independientes. Además, y sobre todo, el Ejército.
Las fuerzas de tierra habían experimentado una intensa politización en los últimos años. El anacronismo de los viejos partidos era un hecho comprobado por todo el país. Su capitulación ante los dictados del imperialismo colonizador, durante la década infame, no había sido menos evidente. Por ese motivo, la juventud militar tenía la convicción de que sólo un nuevo movimiento político, con el apoyo del Ejército, podía impulsar el desarrollo argentino de ese momento decisivo. La necesidad de una industria pesada, el autoabastecimiento económico en todos los órdenes, esencial para una defensa nacional verdadera y no teórica, la liberación de la intolerable presión extranjera, eran factores que pesaban considerablemente en el ánimo de los jóvenes oficiales. Esto explica que las manifestaciones del 17 de Octubre no hubieran sido barridas con ametralladoras de las calles.
Desde los tiempos viejos, cuando el Ejército argentino era el pueblo en armas, hasta la organización definitiva del Estado moderno, en que se crea el Ejército profesional y se produce el desdoblamiento de pueblo y Ejército, se volvía, en 1945, a plantear una alianza virtual de las fuerzas armadas con el pueblo en la calle. De esas razones dimanaba la simpatía del Ejército hacia la candidatura de Perón en el proceso electoral de febrero. Y como los militares carecían de diarios, u oradores callejeros, ni se pronunciaban por razones lógicas acerca del problema en juego, así como los obreros tampoco disponían de medios para expresarse, el imperialismo y sus agentes políticos creyeron, con una inocencia fatal, que Perón marchaba hacia una derrota aplastante. De este modo, el poder
de la prensa comercial, que era inmenso, se volvió contra sí mismo y sólo sirvió para desinformar a sus adictos.
Pero el cuadro aún no está completo. También había sectores de la burocracia civil que apoyaban al peronismo y grandes núcleos de la clase media en las ciudades pequeñas del interior. Si la pampa gringa de Sabattini evolucionaba del «neutralismo» al «cipayismo» y lo obligaba a Sabattini a entrar en penosos compromisos con la Unión Democrática, los jornaleros de las chacras dejaban de ser radicales para convertirse en peronistas. No se vea en ese cambio el fruto de una confrontación teórica de programas explícitos, dignos de ser examinados en la Facultad de Derecho por profesores competentes. Eran desplazamientos de las clases sociales, preparadas por un trabajo molecular anterior, bebido en el aire, en las condiciones de trabajo, en las viejas desilusiones, en la arrogancia de las victorias sindicales, en las respuestas del patrón o del estanciero. Eran los explotadores de siempre los que orientaban por lo general a sus explotados. Una interjección despectiva del patrón en la fábrica, en el boliche, en el rodeo, en el
ingenio, en el quebrachal, al principio, ponía en la pista, era el santo y seña, penetraba el secreto de las diferencias entre «ellos y nosotros». No de otra manera se deslindaron los campos políticos y sociales en nuestra historia.
Intelectuales, profesores y periodistas estaban ebrios de impaciencia y de desprecio: y las masas, ¿seguirían a ese demagogo sin escrúpulos, con ideas tan primitivas, con símbolos tan elementales, sin programa con incisos, sin prensa respetable, sin juristas, sin antecedentes parlamentarios? ¿Acompañarían las masas –se preguntaban entre risas, chismes de alcoba y brindis confiados– a ese recién llegado que arrebataba al radicalismo el mito de Yrigoyen, al nacionalismo la enseña de la soberanía, a los socialistas las leyes sociales y a los comunistas su sepultada divisa de la lucha de clases? Las masas no sólo lo siguieron, sino que más bien lo empujaron hacia adelante. Días antes, en una formidable concentración realizada desde una tribuna erigida en Cerrito y Corrientes, en Buenos Aires, el candidato popular había lanzado la fórmula que resumía prácticamente los términos del debate. Las palabras finales de su discurso fueron las siguientes:
Si por un designio fatal del destino triunfaran las fuerzas regresivas de la oposición, alentadas y dirigidas por Spruille Braden, será una realidad terrible para los trabajadores argentinos la situación de angustia, miseria y oprobio que el mencionado ex embajador pretendió imponer sin éxito al pueblo cubano.
Si por un designio fatal del destino triunfaran las fuerzas regresivas de la oposición, alentadas y dirigidas por Spruille Braden, será una realidad terrible para los trabajadores argentinos la situación de angustia, miseria y oprobio que el mencionado ex embajador pretendió imponer sin éxito al pueblo cubano.
El 24 de febrero de 1946 Perón triunfaba definidamente en comicios impecables controlados por las Fuerzas Armadas. Si el carácter plebeyo del radicalismo había muerto con Yrigoyen, si ya no constituía la mayoría del país y los partidos «obreros» habían abandonado los intereses del proletariado para aliarse con la oligarquía, las masas tendieron oscuramente a expresarse a través de un hombre para actuar en la vida del país. Había llegado el tiempo de que la clase trabajadora ingresase a la política argentina. No lo hacía sola: integraba un frente nacional antiimperialista. A diferencia del escéptico profeta europeo, el pueblo argentino no entraba al porvenir retrocediendo.






jueves, 20 de febrero de 2014

El "golpe suave" para revertir el proceso democrático

Marcos Roitman Rosenmann - http://www.surysur.net/2014/02/venezuela-revertir-el-proceso-democratico/#more-44765

VEN GUARIMBA 2014A

Derrocar gobiernos democráticos, al menos en América Latina, requiere un elaborado plan donde se busca deslegitimar las políticas populares bajo el argumento de ser portadoras de odio social e ideologías ajenas a la idiosincrasia nacional, identificándolas con el marxismo, el comunismo o el socialismo. Dichas ideologías atentarían contra la propiedad privada, la paz, la familia cristiana, la religión católica o la libertad individual, poniendo el peligro la unidad de la patria.

Los responsables de tal situación no son otros que los partidos de izquierda, al querer instaurar un orden totalitario cuyo propósito sería aniquilar la oposición y amordazar la prensa. Así se desarrolla el lenguaje de la desestabilización y se urde la trama del golpe de Estado. El postulado es maniqueo. La patria está secuestrada en manos de revolucionarios, sin principios ni moral. Es necesario acudir al rescate. De esta forma se llama a movilizarse, tomar la calle, protestar y rebelarse contra el gobierno. Invirtiendo las tornas, los conspiradores se apropian del discurso democrático y comienzan a practicar la violencia callejera, la descalificación política y la provocación. Buscan tensar la cuerda y obligar al gobierno a tomar decisiones que puedan presentarse ante la opinión pública como parte de la intolerancia y la negativa al dialogo. Buscan cabezas de turco caídas en defensa de la libertad, víctimas de las hordas chavistas. Hay que provocar, convocar manifestaciones no autorizadas, hacer declaraciones desconociendo el poder legítimo, practicar el sabotaje, asaltar locales públicos, bloquear calles, paralizar el transporte, poner bombas en centros neurálgicos, etcétera.

En este contexto, la oposición se proclama salvaguarda de los valores nacionales, defensora de la paz, la familia, la libertad individual, la propiedad privada, la libre empresa y la economía de mercado, y sus dirigentes serían la avanzadilla de una cruzada contra el chavismo y el comunismo marxista, que derrocará el gobierno del presidente Nicolás Maduro. Se presentan como héroes vilipendiados y mártires redentores. Es el precio a pagar para recuperar la ansiada libertad.

Revertir procesos democráticos como el que vive Venezuela desde 1999 conlleva una hoja de ruta en dos frentes, en el campo de la política interna y el escenario internacional. En el plano exterior, se organizan simposios, conferencias y debates, proyectando una imagen de Venezuela sumida en el caos económico, el odio de clases y la ingobernabilidad. Asimismo, recaudan fondos para promover la desestabilización. En otro orden de cosas, los opositores realizan visitas a sus aliados de la derecha mundial, presidentes de gobiernos, líderes conservadores o representantes de las internacionales. Se busca la complicidad y restar apoyos al gobierno constitucional de Venezuela, frenar inversiones, acuerdos o simplemente torpedear las relaciones institucionales. Nada se deja al azar.

Por ejemplo el presidente saliente de Chile, Sebastián Piñera, recibió a Capriles y la entrante Bachelet se deja fotografiar con Leopoldo López. ch leopoldo con bacheletLa prensa y los medios de comunicación también juegan su papel. Desvirtuar al máximo la realidad con el fin de crear una opinión internacional favorable al golpe de Estado, haciéndose eco del discurso desestabilizador. En esta ocasión, como en otras, no importa manipular la información, mostrando material fotográfico o videos de archivo correspondientes a la represión en Chile, Grecia o Egipto y ponerlos como si acontecieran en Venezuela.

En esta coyuntura no puede faltar la intervención de Estados Unidos, gendarme de la zona. El vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, señala su preocupación por los acontecimientos en Venezuela y el secretario de Estado, John Kerry, asiente al concretar que hacemos un llamado al gobierno de Venezuela para que proporcione espacio político necesario para un diálogo y para que libere a los manifestantes detenidos. Como en los años ochenta del siglo XX, a quienes desestabilizan se les considera luchadores por la libertad, término acuñado por la administración de Ronald Reagan para adjetivar a los mercenarios y la contra nicaragüense. Asimismo, su embajada alienta y promueve la intervención en asuntos internos. Para ello se vale de sus agregados culturales, militares, etcétera.

En el plano interno, políticos, académicos, periodistas, empresarios, comunicadores, instituciones, organizaciones no gubernamentales y movimientos gremialistas constituyen la avanzada. Ellos se convierten en la mano que mece la cuna. Son portavoces y sujetos de la conspiración; su función, paralizar las actividades productivas, desgastar al gobierno y boicotear las políticas sociales. Deben crear una imagen sobrecargada de violencia e inseguridad ciudadana. En esta labor fabrican rumores que favorecen el acaparamiento de bienes de primera necesidad, fomentando el mercado negro, la desinversión y la especulación. Todo suma en esta campaña destinada a desacreditar al gobierno del presidente Maduro y provocar la repulsa de la comunidad internacional. Especialistas e intelectuales son la guinda del pastel. Se consideran disidentes, víctimas del socialismo del siglo XXI. Hablan de totalitarismo, corrupción y nepotismo. Bien retribuidos, se les da voz y pasea por las cadenas de televisión privadas, las radios y los periódicos afines de todo el mundo. Sus palabras consiguen caricaturizar la realidad y ridiculizar a sus dirigentes, calificándolos de megalómanos, locos o iluminados. El siguiente paso de esta estrategia es pedir el retorno al pasado, al capitalismo de usura, para sí recuperar sus privilegios. Para ello llamarán a la unidad nacional en pro de un golpe de Estado que los legitime.

jueves, 6 de febrero de 2014

IAPI: Antecedente y presente

Cristian Svrsek - http://www.rinacional.com.ar/rin25/index.php/en/analisis/editorial/item/8140-iapi-antecedente-y-presente



En las últimas semanas hemos visto una serie de movimientos especulativos por parte de ciertas fracciones del capital concentrado agroexportador que ante una inminente suba del dólar en un contexto de devaluación progresiva, decidieron no liquidar su producción para de esta forma presionar al Estado a que tome medidas devaluatorias más bruscas y quedarse con una gran tajada de recursos económicos indispensables para el normal funcionamiento estatal.
El Estado, frente a esta situación, decidió llevar adelante la devaluación de nuestra moneda, lo que llevó, por un lado, a que estos sectores económicos decidieran especular aún más con sus exportaciones, y por otro lado a que grandes corporaciones decidieran aumentar injustificadamente algunos productos que son de origen 100 % nacional (digo esto ya que tanto insumos, como costos laborales y fletes no se ajustan vía dólar) y a generar una gran incertidumbre en la sociedad argentina que ve perder el poder adquisitivo ganado en estos últimos 10 años.
Desde estas páginas hemos planteado la necesidad de traer a nuestros días un antecedente directo de un sistema de comercialización y venta al exterior de nuestra producción interna en donde el Estado era el garante de la defensa de los intereses de los pequeños productores y de la clase trabajadora frente a los monopolios cerealeros del momento. Este se llamó IAPI (Instituto argentino de promoción del intercambio) creado mediante el Decreto 15.350 del 28 de mayo de 1946, bajo la órbita del Banco Central.
El gobierno peronista que había llegado al poder en 1946 con el apoyo de las grandes masas populares se caracterizaba principalmente por su alta dosis de intervencionismo estatal en el ámbito económico con el objeto de lograr un decidido desarrollo económico nacional afincado en la industrialización de nuestra matriz productiva.
En este sentido, el IAPI desarrollaba funciones de promoción y fomento en tanto determinaba qué actividades productivas eran prioritarias y, en consecuencia, debían recibir un tratamiento especial como, por ejemplo, el otorgamiento de créditos sin obligación de devolución. El IAPI también cumplía una función de abastecimiento de algunos bienes en los mercados extranjeros al ocuparse de importarlos y distribuirlos en el mercado interno. Por otra parte, también subsidiaba la producción de ciertos bienes de consumo masivo con el fin de mantener el nivel del salario real.
También tenía como funciones centrales la venta de los productos argentinos en el mercado internacional al mejor precio. Esto lo garantizaba comprando la producción directamente al pequeño productor colocando un precio sostén que fuese acorde a los beneficios de éstos, eliminando a los grandes acopiadores y dejando un margen de rentabilidad que les permitiese generar una reinversión productiva, para luego colocarla en el mercado internacional. Con lo cual el Estado se quedaba con esta renta diferencial de la tierra, otrora en manos de los monopolios cerealeros de la época, garantizando de esta manera una mejor distribución del ingreso nacional.
Por otra parte, el IAPI llevó a cabo actividades financieras, utilizando los recursos provenientes de las exportaciones para adquirir los servicios públicos que estaban en manos de empresas extranjeras y expandir el perfil productivo de las empresas estatales. Parte de esos recursos también se destinaron a servicios de bienestar social (salud, educación, etc.). Simultáneamente, se otorgó financiamiento a instituciones privadas o mixtas.
Este organismo se complementaba con distintas nacionalizaciones llevadas adelante durante este periodo, con el cual convergían en la defensa del interés nacional. La nacionalización del Banco Central que otorgaría crédito barato para la producción, los ferrocarriles que garantizaban la posibilidad de trasladar la mercancía en forma barata, la creación e incremento de una flota mercante de bandera nacional para trasladar nuestros productos al exterior y la nacionalización de los seguros de trasporte y reaseguros de la producción trasladada, son muestras de ello.
Algunos datos esclarecedores
De 1936 a 1939, las cuatro firmas monopólicas, sobre un total de 44,5 millones de toneladas de granos exportados, habían comercializado 36,8 millones, o sea, el 82,5 %. Pero aunque la estadística indica que otras 36 firmas exportaron el restante 17,5 %, cabe observar que muchas de éstas, eran en realidad simples testaferros de los cuatro grandes exportadores. De ahí que pueda afirmarse sin riesgo de error, que el 90 % de todo lo exportado por el país en ese período corría a cargo de Bunge y Born, Louis Dreyfus y Cía., La Plata Cereal y Luis De Ridder Ltda.
La proporción en que los famosos monopolios cerealistas participan en el comercio interno argentino en 1939 bajaba del 82,5 % de esa época al 39,4 % en 1954. A su vez, en la comercialización interna, las cooperativas llegaban al 50 % en el tráfico comercial. Dichas entidades, que reflejaban la política positiva del Estado a su respecto, experimentaron una gran mejora. En 1949 el número de entidades llegaba a 258, en 1954, a 696. Los asociados pasaban en el primer año citado de 85.000 a 223.754 en 1954.
En la actualidad, por mencionar solo un ejemplo, un puñado de empresas (Cargill, Dreyfus, Nidera, ADM, Bunge, entre otras) controla el 80% de la comercialización de soja en la Argentina. Pues cualquier similitud con tiempos pasados no es pura casualidad.
De esta forma, no seria muy alocado pensar en la posibilidad de creación de un organismo que actuara en forma similar al IAPI. Pues países como Canada y Australia cuentan desde hace años con organismos que representan una clara regulación por parte del Estado en el comercio exterior. El caso del Canadian Wheat Board (CWB) en el primer caso y la Australian Wheat Board Limited (AWB) en el segundo, representan una clara intervención estatal en el mercado del trigo, ya que se obliga a los productores a vender sus cosechas a esos organismos. Sin embargo, es necesario hacer una salvedad: el Estado obliga a los productores a formar parte de las wheat boards (la traducción literal sería algo así como "juntas de trigo"). Luego, los agricultores están obligados a vender su producción a dichas juntas. El resultado es mejores condiciones de venta. Sin embargo, el Estado no interviene sobre las exportaciones con cupos u otras medidas de ese tipo.
Nuestra rica historia nacional nos señala distintas herramientas llevadas adelante desde el Estado para garantizar la soberanía alimentaria y el desenvolvimiento necesario para lograr un desarrollo económico nacional armónico a las necesidades del pueblo argentino. Es solo cuestión de tomarlas o desecharlas en función de los intereses que se quiera representar.
FUENTES
RAMOS, Jorge Abelardo, Revolución y Contrarrevolución en la Argentina, La era del peronismo, Ed. Senado de la Nación, 2º ed, Bs. As., 2004, p. 136-138.
"Los señores de la soja quieren terminar con Cristina", Revista Integración Nacional