martes, 12 de julio de 2016

Argentina, con los dos pies en la calle



Mientras el gobierno de Mauricio Macri nos deja en la calle, el pueblo argentino -defendiendo sus derechos- recupera las calles como escenario del conflicto social. En esa dialéctica se viene desarrollando la dinámica desde diciembre de 2015. Según la consultora Tendencias Económicas, entre los meses de enero y mayo de este año se produjeron 154.570 despidos, de los cuales la mayor parte correspondió al sector privado, afectando especialmente al gremio de la construcción. La desocupación se agrava por una inflación galopante.
El aumento de precios acumulado entre enero y abril de este año en Buenos Aires es del 19,2% y se calcula en alrededor del 16% la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores del sector privado, cifra que se incrementa en el caso de los trabajadores y trabajadoras precarizados. (Cuando decimos “se calcula”, hacemos referencia a estimaciones realizadas desde distintas esferas, dado que el gobierno nacional ha provocado un “apagón informativo” en términos estadísticos y de otros rubros fundamentales para evaluar qué está sucediendo en el país).
Sigue el desbaratamiento de las conquistas sociales, de los programas que protegían -aunque fuera de modo asistencial- a los sectores de la población más vulnerables. Continúa la entrega de los bienes comunes a las corporaciones transnacionales, mientras el gobierno negocia el ingreso al TPP (Trans Pacific Partnership), y el relanzamiento de los tratados de libre comercio (TLC). Se ha anunciado un “acuerdo de asociación” con la Unión Europea, un TLC con Estados Unidos, y la adhesión a la Alianza del Pacífico, con el fin de sumarse al TPP.
El gobierno de Macri fortalece la subordinación argentina a los intereses norteamericanos, europeos y de las corporaciones transnacionales en la región, estableciendo acuerdos con EE.UU. para la “lucha contra el narcotráfico”, que incluyen la posible instalación de bases militares en territorio argentino. Además, con el fin de mostrar a un país “confiable” frente a inversores extranjeros, el gobierno anunció que pagará las demandas que empresas extranjeras interpusieron contra Argentina en el CIADI (Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones), a través de la emisión de bonos que generarán una nueva ronda de endeudamiento externo.
A la pérdida de derechos sociales, se suman las políticas represivas y de militarización, que actúan como contraparte. Macri -a través del decreto 721- le devolvió a las Fuerzas Armadas la autonomía en la organización y dirección de cada fuerza (que les había sido quitada por el gobierno de Alfonsín), garantizando a los militares poder sobre ascensos, traslados y designaciones.

LUCHAR A LA INTEMPERIE
Mientras Macri deja gente en la calle, sin trabajo, sin posibilidades de estudio, sin acceso a la vivienda, a la salud, a la tierra urbana y rural, a la alimentación sana, y fortalece la dimensión militar del ejercicio de la dominación, el pueblo re-conoce las calles como territorio de disputas históricas, de movilizaciones, encuentros y desencuentros. La calle se vuelve escenario de cotidianas acciones de los desposeídos y de quienes demandan libertades.
Hay una memoria latente en este re-conocimiento. Hemos pasado en Argentina otros inviernos neoliberales, y muy cercanamente el del “menemato”, que al tiempo que extenuó a las fuerzas populares con las políticas de exclusión de amplios sectores de la sociedad, de saqueo y destrucción de la naturaleza, de agresión sistemática a todas las dimensiones de la vida cotidiana, de represión a las organizaciones, creó una “necesidad de defenderse” que permitió aprender y ejercer nuevos modos de resistencia que estallaron en prácticas rebeldes variadas, desde los piquetes hasta los saqueos, y otras formas de acción directa que buscaban visibilizar a quienes eran negados en su existencia. Estas experiencias, ya derrotado electoralmente el menemato por la Alianza (encabezada por Fernando de la Rúa), se multiplicaron especialmente a partir del 19 y 20 de diciembre de 2001, cuando se volvieron revuelta política, conjugada en la consigna “Que se vayan todos”.
Actualmente, aquellos aprendizajes colectivos se ponen en juego una vez más, así como la conciencia de la necesidad de realizar alianzas de urgencia entre sectores que han acumulado fuertes diferencias, pero que necesitan andar juntos a fin de golpear con mayor impacto a los sectores hegemónicos del poder capitalista, colonial y patriarcal.
El 24 de marzo, en las marchas realizadas por los 40 años del golpe de Estado, todo el país vibró con el grito construido en estas décadas de “Nunca más”. Desafiando la presencia ofensiva de Barack Obama en Argentina, y las políticas de la desmemoria, miles y miles de personas llenaron las calles de las ciudades capitales y de los pueblos pequeños. Fue una respuesta contundente a las intenciones de Macri de volver hacia atrás el camino andado, revertir las conquistas y logros de los organismos de derechos humanos y del pueblo argentino en la recuperación de la memoria, la verdad y la justicia. Estas masivas movilizaciones volvieron a dar aliento a los juicios contra los genocidas, que siguen realizándose en todo el país; y pusieron un freno a las intenciones de restaurar la política de los “dos demonios”, que busca equiparar al terrorismo de Estado con las distintas formas de violencia popular. Fue un momento importante de afirmación de la condena a las prácticas criminales del Estado terrorista y la impunidad.
El 1° de mayo la movilización obrera y popular volvió a ser masiva y contundente. Por primera vez en muchos años las centrales obreras marcharon juntas, a pesar de las fuertes diferencias existentes entre las mismas. El resultado, al calor del mal humor reinante con el apriete inflacionario, los aumentos brutales de tarifas, y la ola de despidos, fue el de una manifestación multitudinaria.
El 3 de junio nos encontró nuevamente de manera masiva en más de cien ciudades argentinas, diciendo “Ni una menos”, denunciando la continuidad de los femicidios y de las violencias patriarcales, en manifestaciones conmovedoras por su diversidad, su fuerza y la emoción que contenían. A la consigna del año pasado “Ni una menos”, se agregó “Vivas nos queremos” y “El Estado es responsable”, dando cuenta de la ausencia de respuestas por parte de los gobiernos nacionales y provinciales a este clamor de amplios sectores del movimiento de mujeres y del pueblo.
Estas movilizaciones evidencian la vitalidad de un movimiento opositor, crítico, y la rearticulación de una resistencia que -aun con falta de organización y proyecto estratégico común-, comienza a dar señales de iniciativa política y audacia en la convocatoria.
Sin embargo, el sector mayoritario de ese movimiento, el kirchnerismo, tiene dificultades para presentar un proyecto alternativo, debido a sus contradicciones, a la fragmentación creciente de sus bloques parlamentarios, a los numerosos conflictos internos que lo atraviesan, a la cooptación de franjas del mismo por parte de los sectores peronistas aliados al macrismo, y porque en los lugares en los que sigue siendo gobierno, en provincias y municipalidades, están más inclinados a negociar su lugar bajo el sol y repiten políticas de ajuste, como lo está haciendo Rosana Bertone, gobernadora de Tierra del Fuego, que suma a los despidos una dura represión contra los trabajadores en lucha. O las duras políticas de ajuste implementadas por la gobernadora de Santa Cruz, Alicia Kirchner, o el gobernador de Formosa, Gildo Insfrán, que viene criminalizando de manera sistemática al movimiento indígena y popular.

ESCANDALOS DE CORRUPCION
El “destape” de distintos escándalos de corrupción, como el del ex secretario de Obras Públicas José López, que el 14 de junio fue interceptado cuando intentaba ocultar nueve millones de dólares en un convento, en lo que pareció un auténtico thrillermediático, debilita la legitimidad del kirchnerismo, ocupado en evitar quedar salpicado por este naufragio anunciado y fogoneado desde el macrismo.
El papel de los medios de comunicación fortalece el discurso que identifica al gobierno kirchnerista con el robo y la corrupción, ocultando al mismo tiempo la corrupción del macrismo. El escándalo protagonizado por López logró eclipsar el de los Papeles de Panamá, que destaparon la titularidad de Macri de empresas off shore. Aunque es sabido que esas sociedades son para evadir impuestos, fugar capital u ocultar administraciones turbias, el tema va quedando en la invisibilidad. Macri después de relativizar la información y mentir, aceptó su presencia en dos de esas empresas: Fleg Trading y Kagemucha, creyéndose que en total serían siete las empresas off shore del clan.
Recordando el prontuario de la actual familia presidencial, Claudio Katz informa: “En 1982 lucraron con el endeudamiento en divisas y el posterior rescate oficial de varias empresas (Sideco, Pluspetrol, Socma, Iecsa, Dragados y Obras Portuarias). En 1989 cobraron sobreprecios por contratos de recolección de basura (Manliba). En 1995 realizaron un gran contrabando de autopartes en el sector automotor (caso Sevel) que fue descubierto, corroborado y luego perdonado por los jueces menemistas. La secuencia de estafas continuó con el cobro de peajes en rutas sin ninguna contrapartida de inversión y con la fuga masiva de capital durante el colapso de 2001. La familia se benefició también con la pesificación asimétrica (2002) y con la privatización del Correo, mientras esa operación generó ganancias. Durante la era K obtuvieron lucrativos contratos de obra pública. Los Macri se han enriquecido a costa del Estado. Se especializaron en la gestión de coimas y en la obtención de subsidios oficiales para financiar sus quebrantos”.(1)
A pesar de este desbarranque del macrismo y el kirchnerismo en el círculo de la corrupción gigantesca, las fuerzas de Izquierda no logran la identidad y unidad suficientes para proyectarse como alternativa. De modo que la resistencia camina las calles y busca caminos diversos, ensaya unidades, y plantea el desafío de creación política de estrategias renovadas.
En estos días hay múltiples ejercicios de sobrevivencia, desde ollas y comedores populares, carpas de defensa de la salud pública, ocupación de centros de estudio, campañas contra el ajuste. La experiencia realizada por el pueblo en el enfrentamiento cotidiano a las políticas neoliberales se está poniendo en juego, produciéndose en los movimientos sociales un rápido trasvasamiento de aprendizajes, que incluyen desde cómo hacer una comida para muchas personas, hasta cómo enfrentar la represión, que es el otro elemento que viene sintiéndose duro: la criminalización de la protesta y de la pobreza.

LUCHAS MEDIOAMBIENTALES
Pero las movilizaciones populares no se resumen en la lucha económica contra las políticas de ajuste. Continúan las movilizaciones socioambientales que enfrentan a las corporaciones transnacionales en alianza con el Estado. En Córdoba se resiste la instalación de una planta de Monsanto. En San Juan continúa la movilización popular contra las consecuencias de la contaminación de los ríos por Barrick Gold, exigiendo el cierre de la megaminera Veladero. En septiembre de 2015, se conoció el derrame de más de 1.250.000 litros de solución cianurada en el Río Jachal, fuente de agua de ríos de San Juan, La Rioja, Mendoza y Córdoba. Los pobladores de los pueblos más afectados se organizaron y siguen denunciando, a pesar de la represión y los amedrentamientos. En Andalgalá, provincia de Catamarca, la población organizada en asambleas enfrenta la contaminación ambiental y social de la minera Agua Rica. Hay que recordar una vez más, que después del triunfo contra la megaminería en Esquel (donde el 23 de marzo de 2003 el 81% de los votantes rechazó la explotación de una mina de oro y plata de Meridian Gold), otros pueblos lograron echar a las mineras en ciudades tan distantes como Loncopué, Famatina, Chilecito, Tinogasta y Mendoza. También hay luchas contra las megarrepresas en provincias como Misiones y en la Patagonia. Pobladores de varias ciudades lograron la declaración de territorios libres de fracking.
Las luchas socioambientales que enfrentan el modelo extractivista se encuentran con las luchas económicas contra el ajuste, y con las movilizaciones antipatriarcales por el derecho al aborto legal, contra la violencia hacia las mujeres y las disidencias sexuales, generando una nueva trama de discusión de lo político.

RETROCEDER AVANZANDO
Estamos en las calles, a pesar de una fuerte presencia y control represivo. Se crean climas de temor para fragmentar la lucha territorial e intentar recluirnos en lugares aislados que no permitan reconocernos en otras luchas. Por eso el desafío mayor en estos momentos es decir “no” a la militarización de la vida, y al cierre del espacio público como lugar del conflicto. Es también defender cada una de las conquistas, retrocediendo donde sea necesario, pero de un modo que nos permita avanzar. Retroceder avanzando, hacia la olla popular libre de transgénicos, hacia la huerta comunitaria sin agrotóxicos, hacia la acción colectiva de los trabajadores sin patrones, hacia movimientos populares que coloquen en su agenda la creación de nuevos vínculos entre las personas -desde una perspectiva popular antipatriarcal- así como los vínculos de las personas con la naturaleza.
En resumen: nos dejaron en la calle. Nos quedamos en la calle. Nos encontramos en la calle. Nos abrazamos en la calle. Sembramos semillas criollas, y cosechamos rebeldías.
Luchando, movilizando, comunicando, educando, vamos reinventando razones para la esperanza, y anudando las redes necesarias para sostener una resistencia prolongada, para defender lo acumulado como cultura política, y desplegar experiencias de sobrevivencia que nos permitan rehacer, desde abajo y a la Izquierda, espacios de poder popular. En eso andamos. No nos han vencido, porque “la única lucha que se pierde, es la que se abandona”

(1) Claudio Katz. “El presidente off shore”. http://katz.lahaine.org/?p=271


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