lunes, 14 de marzo de 2011

Crisis en Libia - Kadaffi contraataca

Por Diego Ghersi - http://www.prensamercosur.com.ar/apm/nota_completa.php?idnota=4988


Denunciada la operación de prensa que intentaba demonizar a Kadaffi; demostrado en los hechos el carácter de guerra civil que ha tomado la situación, y ante el riesgo de que Kadaffi se alce con una victoria militar que prolongue su mandato y convierta en inalcanzables las riquezas petroleras libias, las acciones de la potencias centrales buscan otorgar el máximo apoyo diplomático, económico y militar a los rebeldes.

En lo militar, lo prioritario para la coalición europeo-estadounidense pasa por asegurar pertrechos y anular a la fuerza aérea lealdeslegitimar al gobierno libio reconociendo la autoridad rebelde, en lo económico en ahogar las reservas de activos libios en el extranjero y en la suspensión de toda transacción internacional.

El control del espacio aéreo ha sido clave para que las fuerzas leales a Kadaffiretomen la iniciativa en los combates y, de no mediar otros factores, el líder estaría en camino de aplastar la insurrección en su contra.

Las últimas noticias del frente indicaban la caída de la ciudad de Al Zawiya, 40 km al oeste de Trípoli, tras varios días de violentos combates con los insurgentes.

Al Zawiya constituye un enclave estratégico por ser la ciudad más cercana a la Capital y la más importante de la mitad oeste del país.

La recuperación de Al Zawiya marca el cambio a la ofensiva de Kaddafi que procura ganar terreno hacia el Este de Libia con vistas a retomar Bengasi, un lugar de fuerte contenido simbólico por ser la primera ciudad en que los sublevados vencieron.

Los rebeldes -que tienen tanques, proyectiles antiaéreos, piezas de artillería y armas automáticas, pero no aviones- insisten ante la ONU que autorice una zona de exclusión aérea sobre Libia para protegerlos de los bombardeos de la aviación del gobierno, conscientes de que, de no mediar ayuda extranjera, su suerte estaría marcada por la potencial derrota. 

Pero para Kadaffi el éxito momentáneo de la situación táctica es sólo un frente en una situación estratégica más compleja.

Su ventaja en el dominio del espacio aéreo puede perderse si las potencias centrales encuentran un mecanismo para establecer una zona de exclusión aérea que interdicte la maniobra de sus aeronaves de combate.

Hasta ahora, dicha posibilidad se ha trabado por la necesidad de aprobación internacional emanada desde las Naciones Unidas, organismo en el que Rusia y China -que ocupan lugares de veto en el Consejo de Seguridad- se oponen a lo que consideran “injerencia externa” en asuntos libios.

Por el lado de Moscú, la crisis libia ha puesto en suspenso algunos negocios de interés para el Kremlim. Uno de ellos es el que se gestara durante la visita a Roma del presidente Dimitry Medvedev a mediados de febrero y que sirvió para sellar la entrada del gigante estatal ruso Gazprom en el sector energético libio de la mano de la italiana ENI. Según Bloomberg, esa operación se valuó en 125 millones de euros.

Por otra parte, según fuentes de la empresa estatal rusa Rostekhnologii, la crisis libia ha generado que Moscú deje de ganar 4.000 millones de dólares sólo por la venta de armas.

Rusia tardó en reaccionar en los primeros momentos de la crisis, el 26 de febrero apoyó las sanciones impuestas por el Consejo de Seguridad de la ONU al régimen libio, y también respaldó la iniciativa de establecer jurisdicción para la intervención del Tribunal Penal Internacional.

El límite ruso en la cuestión fue expresado por su canciller Serguei Lavrov: "No consideramos la injerencia extranjera, en especial militar, como un medio para resolver la crisis en Libia. Los propios libios deben resolver sus problemas".

Por su parte, China se encuentra encerrada entre sus crecientes responsabilidades internacionales, sus grandes intereses económicos en Libia -datos de la Universidad de Pekín fijan en 13 mil millones de euros a los contratos que empresas chinas tenían en ese país hasta la crisis- y su histórica política de no de inmiscuirse en asuntos de otra nación.

La negativa de China a una intervención extranjera también está influida por su situación interna: el ejemplo de las revueltas árabes podrían disparar las protestas dentro de sus fronteras.

China parece estar acomodándose al nuevo rol que su desmesurado desarrollo le obliga a tener en un sistema internacional capitalista que obliga a sus animadores a –literalmente- pelear los mercados. Parte de este nuevo rol implicó el envío de aviones de transporte y buques de guerra (¿?) con el fin de rescatar a los ciudadanos chinos que se desempeñaban en la zona de conflicto libio.

La deslegitimación diplomática de Kadaffi se efectúa en la práctica con la disposición de las potencias centrales a reconocer al Consejo Rebelde como única autoridad en Libia.

En ese sentido el 10 de marzo Francia se constituyó en el primer país en reconocer la autoridad al Consejo Nacional Libio y anunciar el envío de un embajador a Bengasi. En el mismo camino va Estados Unidos, cuya secretaria de Estado, Hillary Clinton, anunció el mismo día que Washington había roto sus vínculos diplomáticos con el gobierno de Kadaffi: "Vamos a reunirnos con la oposición dentro y fuera de Libia para debatir qué más puede hacer Estados Unidos y otros países". 

Desconocer la autoridad de Kadaffi es un paso sin retorno que da la idea de que las potencias centrales no se detendrán hasta enterrar al líder libio o, de no poder desalojarlo, proceder a su aislamiento y a la partición del país.

En ese sentido, el reconocimiento de la autoridad rebelde abriría las puertas a la apertura de un canal humanitario, que podría utilizarse para el abastecimiento de armas, asesores y pertrechos para los sublevados. De hecho, la excusa humanitaria justifica la creciente concentración de buques de guerra frente a las costas libias.

El apoyo humanitario suplantaría la posibilidad directa de invasión militar extranjera, obstruida en la ONU, y que causa rechazo en la población libia, cuestión que parece haber sido asumida por los insurgentes como un factor que podría volverse en contra del objetivo de derrocar a Kadaffi.

Esta situación daría la razón a Kadaffi, quién denunció repetidas veces la poca disposición de su pueblo frente a los intereses petroleros y colonialistas extranjeros en el conflicto intestino.

Con el correr de los días aparecen testimonios en el sentido de que b<>los intentos de apoyo indirectos a los rebeldes por parte de las naciones extranjeras parecen haberse iniciado mucho antes de que se desatara la crisis. 

Así, se denunció que fuerzas especiales de Estados Unidos, Inglaterra y Francia ya habrían entrado en Libia por Bengasi y Tobruk. La denuncia, impresa en el diario “Pakistán Observer” consigna que fuerzas de los tres países estarían en Libia desde el 23 de febrero apoyadas por varios buques de guerra de la Marina Hindú.

Según esas informaciones, la función de los citados grupos especiales sería hoy la de entrenar a las fuerzas rebeldes, para que, una vez liberado el espacio aéreo libio, puedan continuar con las operaciones militares en pie de igualdad contra las fuerzas de Muammar Kadaffi. 

Las informaciones referentes a los intentos por incrementar el apoyo indirecto extranjero a las fuerzas rebeldes tuvieron otra confirmación cuando el 3 de marzo arrestaron en Bengasig a siete oficiales británicos del Servicio Especial Aéreo (SAS) y a un agente secreto del servicio de espionaje M16. Todos portaban armas, mapas, explosivos y una carta personal del premier David Cameron, dirigida a la cúpula rebelde.

Aunque quedan dudas acerca de si el episodio se debió a una descoordinación o a que el movimiento británico quedó por alguna razón expuesto a los ojos de la comunidad internacional, es obvio que los apresados no debían estar ahí.

Por otra parte, el diario inglés The Independent reveló el 7 de marzo que el gobierno de Estados Unidos solicitó al de Arabia Saudita que facilite el suministro de armas a los rebeldes libios de Bengasi.

Arabia Saudita -aliado árabe de Washington- está estratégicamente situada para suministrar pertrechos a los opositores en Libia. En particular el periódico destacaba la necesidad de cohetes antitanques, morteros y misiles para enfrentar a los bombarderos del gobierno libio. 

Estos datos permiten pensar en la existencia de un plan previo que, encubierto en la ola revolucionaria que se iniciara en Túnez, buscaba el reemplazo del gobierno de Kadaffi por uno de corte más permeable a los negocios petroleros de occidente. Dicho plan habría fracasado por la resistencia en el tiempo del líder libio quién ahora, recompuestas sus fuerzas, ha complicado las relaciones internacionales de una manera imprevisible.

Mientras tanto, el Plan de Paz propuesto por el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, parece no adquirir el consenso suficiente a pesar de que Kadaffi le ha dado su visto bueno. Las potencias centrales se han cansado de ningunearlo; otros países lo han rechazado de plano y los medios occidentales lo han catalogado como “vago”.

La cuestión es que, para los europeos y los estadounidenses, la opción de que Kadaffi conserve el poder aún bajo condicionamientos firmes de cambio resulta un camino sin retorno luego de que sus máximos líderes se han manifestado en ese sentido.

Es claro que un cambio de liderazgo en Libia debería dar paso a un nuevo régimen de carácter previsible para los gobiernos occidentales, condición que Kadaffi no cumpliría y menos aún después de haber sido traicionado por los mismos que hace muy poco lo lisonjeaban sin vergüenza alguna.

En la danza de adhesiones y rechazos que despertara la iniciativa venezolana resulta curiosa la posición del presidente de Chile, Sebastián Piñera, quién se manifestó en contra de la propuesta bolivariana y a favor de la intervención internacional. La actitud –que sin duda debe anotarse por la cuña que insinúa a los intentos de unión continental- representa hacer el juego a los intereses de las potencias occidentales y no aboga por la paz. 

En detalle, el presidente trasandino considera que el plan de paz propuesto por su par venezolano no ofrece las mínimas garantías para ser tomado en cuenta y cree que "intervenir en los asuntos de un país es una decisión difícil, pero ya hubo demasiadas muertes y no hacer nada es la peor decisión que podríamos tomar".

Da la sensación de que la decisión de acabar con Kadaffi ya ha sido tomada en las capitales europeas y en Washington, y que sólo queda determinar de qué manera se instrumentará el final del líder libio. Y todo eso deben hacerlo antes de que Kadaffi explote su actual situación de ofensiva y recupere el control del país.

dghersi@prensamercosur.com.ar

viernes, 11 de marzo de 2011

No debemos abandonar a nuestros hermanos árabes

Por:   Atilio A. Borón

La inesperada rebelión en el mundo árabe tomó a todos por sorpresa. Las satrapías del Magreb y Oriente Medio quedaron tan pasmadas como sus amos imperiales por la eclosión que se originó en un incidente relativamete marginal, más allá de lo terrible y doloroso que fue en el plano individual: la autoinmolación en la ciudad de Sidi Bouzid, Túnez, de Muhammad Al Bouazizi, un graduado universitario de veintiséis años que no encontraba trabajo y que decidió entregarse a las llamas porque la policía le impedía vender frutas y verduras en la calle. Su familia requería de su ayuda y Al Bouazizi, un joven pobre, no quiso convertirse en uno más en la larga fila de jóvenes desempleados de su patria, o emigrar por cualquier medio a Europa. El terrible sacrificio de su protesta fue la chispa que incendió la reseca pradera de una región conocida por la opulencia de sus oligarquías gobernantes y la secular miseria de las masas. O, para decirlo con las palabras siempre bellas de Eduardo Galeano, lo que encendió "la hermosa llamarada de libertad" que prendió fuego al mundo árabe y que tiene al imperialismo sobre ascuas, para seguir con metáforas ígneas tan apropiadas para los tiempos que corren.(1)

La rebelión de los pueblos árabes también dejó en desairada posición a los expertos, los analistas y los periodistas especializados. Desnudó impiadosamente su charlatanería, y su papel de manipuladores de la opinión pública al servicio del capital. Una revista de tanta experiencia como The Economist , por ejemplo, fue incapaz de anticipar, en su último número del año pasado dedicado a presentar las previsiones y lo que se venía para el 2011, los acontecimientos que pocas semanas más tarde conmoverían al mundo árabe -y, por extensión, al equilibrio geopolítico mundial- hasta sus cimientos. Este fracaso reitera por enésima vez la incapacidad del saber convencional para predecir los grandes acontecimientos de nuestro tiempo. La ciencia política quedó boquiaberta ante la caída del Muro de Berlín y, más recientemente, la mismísima reina de Inglaterra le preguntó a un selecto núcleo de economistas británicos cómo fue posible que nadie hubiera sido capaz de pronosticar la actual crisis general del capitalismo.Sumidos en el estupor ante tan inesperada pregunta, formulada en lo que se suponía sería una serena velada meramente protocolar, los interpelados se limitaron a solicitar, atónitos ante el reproche, un plazo de seis meses para revisar su instrumental analítico e informarle a Su Majestad las razones por de tan deplorable desempeño profesional.(2)

El impacto sobre América Latina

No es casual, entonces, que los acontecimientos del mundo árabe hayan sumido en la confusión a buena parte de la izquierda latinoamericana. Daniel Ortega apoyó sin calificaciones a Khadafy; el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, a su vez, se declaró amigo del gobernante aunque por cierto que aclarando que tal cosa no significa -en sus propias palabras- "que estoy a favor o aplaudo cualquier decisión que tome un amigo mío en cualquier parte del mundo." Además, prosiguió, "apoyamos al gobierno de Libia, a la independencia de Libia." (3) Con sus declaraciones Chávez tomaba nota de la precoz advertencia formulada por Fidel ni bien estalló la crisis libia: ésta podría ser utilizada para legitimar una "intervención humanitaria" de EEUU y sus aliados europeos, bajo el paraguas de la OTAN, para apoderarse del petróleo y el gas libios. Pero de ninguna manera esta sabia advertencia del líder de la revolución cubana podría traducirse en un endoso sin reservas al régimen de Khadafy. No lo hizo Chávez, pero sí lo hizo Ortega. Como era de esperar, la descarada manipulación mediática con la que el imperialismo ataca a los gobiernos de izquierda de nuestra región torció el sentido de las palabras de Chávez y de Fidel haciéndolos aparecer como cómplices de un gobierno que estaba descargando metralla sobre su propio pueblo.(4)

En una esclarecedora nota publicada pocos días atrás en Rebelión Santiago Alba Rico y Alma Allende argumentaron persuasivamente que un erróneo posicionamiento de la izquierda latinoamericana -y muy especialmente de los gobiernos de Venezuela y Cuba- en la actual coyuntura del mundo árabe "puede producir al menos tres efectos terribles: romper los lazos con los movimientos populares árabes, dar legitimidad a las acusaciones contra Venezuela y Cuba y ‘represtigiar’ el muy dañado discurso democrático imperialista. Todo un triunfo, sin duda, para los intereses imperialistas en la región." (5) De ahí la gravedad de la situación actual, que exige transitar un estrechísimo sendero flanqueado por dos tremendos abismos: uno, el de hacerle el juego al imperialismo norteamericano y sus socios europeos y facilitar sus indisimulados planes de arrebatarle a los libios su petróleo; el otro, salir a respaldar un régimen que habiendo sido anticolonialista y de izquierda en sus orígenes -como lo fue, por ejemplo, el APRA en el Perú- en las dos últimas décadas se subordinó sin escrúpulos al capital imperialista y abrazó y puso en práctica, sin reparos, las fatídicas políticas del Consenso de Washington y los preceptos de la "lucha contra el terrorismo" instituída por George W. Bush.

El mundo árabe: ¿revuelta, revolución, conspiración?

No creemos que sea necesario detenernos a explicar las razones por las que hay que oponerse sin atenuantes ante la opción intervencionista de los Estados Unidos y sus partenaires europeos. Veamos, en cambio, cuáles serían los argumentos para evitar que esa correcta y no negociable postura desemboque infelizmente en un respaldo a un régimen contra el cual se ha levantado en armas la mayoría de la población. Hay quienes argumentan que lo que está ocurriendo en Libia es apenas el "efecto contagio" de lo ocurrido en Túnez y Egipto y que no hay razones de fondo que justifiquen esta insurrección popular. De partida conviene recordar dos cosas: que las revoluciones son procesos dialécticos y no acontecimientos metafísicos o rayos que se descargan en un día sereno. En la génesis de la revolución francesa está un tumulto originado en una panadería en las inmediaciones de la Bastilla. Sabemos lo que ocurrió después. Segundo, que inevitablemente, los procesos revolucionarios son contagiosos. Eso es lo que enseña la historia. Recuérdese si no lo ocurrido con las revoluciones de la Independencia en América Latina, dos siglos atrás; o las de 1848 y las que tuvieron lugar, también en Europa, en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial y con el estallido de la Revolución Rusa en Febrero de 1917. Pero si en algunos sitios esos procesos prendieron y en otro no fue porque el contagio no opera en un vacío socioeconómico y político sino que depende fundamentalmente de las condiciones internas de cada país. (6) Si la revolución de 1848 triunfó en Francia pero no en el Reino Unido fue porque en la primera el desarrollo de las luchas de clases creó las condiciones internas como para poner abrupto final a la restauración monárquica del orleanismo, mientras que nada de eso ocurría cruzando el Canal de la Mancha que, en esa misma encrucijada histórica, podía acoger sin ningún sobresalto a dos refugiados políticos como Karl Marx y Friedrich Engels. Y si después de la Primera Guerra Mundial la revolución triunfó en Rusia pero no en Alemania fue porque la propagación del fervor revolucionario, que impactó con mucha fuerza en la última, era condición necesaria pero no suficiente para garantizar el triunfo de la revolución, cosa que fue expresamente reconocida por Rosa Luxemburg en una de sus brillantes intervenciones poco meses antes de su vil asesinato. En otras palabras, la insurgencia que tiene por escenario a Libia fue indudablemente estimulada por las grandes victorias populares en Túnez y Egipto, pero nada hubiera ocurrido de no haber mediado los estragos que dos décadas de neoliberalismo produjeron en un país muy rico pero en el cual las clases populares apenas reciben unas pocas migajas de la colosal renta petrolera, los jóvenes carecen de perspectivas laborales y la crisis general del capitalismo clausuró la salida emigratoria que hasta hace pocos años quitaba presión al sistema al paso que elevaba extraodinariamente los precios de los alimentos. Por último, la tasa de mortalidad infantil –para hablar de un indicador muy sensible para medir el nivel de bienestar de una población- fluctúa según las diversas fuentes consultadas entre el 20 y el 25 por mil; es decir, unas cuatro o cinco veces superiores a la que se registra en Cuba y aproximadamente el doble de la de Brasil.

Lo mismo cabe decir acerca de la posibilidad de que lo que está ocurriendo en Libia sea obra de agentes del imperialismo. Pero ¿cómo olvidar que hasta el estallido de la revolución en Túnez Khadafy era elogiado por los jefes de estado de las "democracias capitalistas" como un gobernante que se había despojado de sus viejas obsesiones, reconciliado con la globalización neoliberal y hecho las paces con sus antiguos enemigos, desde la Casa Blanca hasta el régimen racista israelí? No obstante, cuando estos se percataron de que su trono estaba tambaleante y percibieron que Khadafy podía correr la misma suerte que sus homólogos en Túnez y Egipto los imperialistas modificaron velozmente su postura, se acordaron que Libia no era una democracia y que en ese país no se respetaban los derechos humanos -cosa que jamás les había preocupado en lo más mínimo- y haciendo gala de un inigualado cinismo se colocaron ruidosamente "del lado del pueblo" y en contra del hasta ayer razonable gobernante súbitamente reconvertido en inadmisible tirano. Pero, otra vez, la labor de esos agentes del imperialismo jamás podría haber desencadenado una insurrección tan impresionante como la de Libia -o las de Túnez y Egipto- si no hubieran existido las condiciones de fondo requeridas para que, desafiando la represión, las masas salieran a la calle dispuestas a derrocar al gobierno. Es decir, tal como lo anotara Lenin en varios de sus escritos, si los de abajo ya no querían y los de arriba ya no podían seguir viviendo como antes. Por otra parte, si los agentes del imperialismo tienen en sus manos la capacidad de hacer y deshacer revoluciones tendríamos que reconocer que nuestra lucha está de antemano condenada al fracaso. Afortunadamente no es así. Tampoco tiene mayor sentido aducir que fueron las "redes sociales" (Facebook y Twitter) las que provocaron la rebelión, arteramente orquestada por la CIA y los agentes del imperialismo. Para descartar esta hipótesis basta una sóla cifra: según las últimas estadísticas de las Naciones Unidas los usuarios de internet en Libia son apenas el 5.1 por ciento de la población total. Eso mal puede explicar el multitudinario carácter de la rebelión del mundo árabe porque en Egipto y Túnez tanto como en Libia los internautas son una ínfima minoría de la población. Esas "redes sociales" pueden servir para facilitar la comunicación entre los activistas, pero no pueden desencadenar la insurgencia de las masas que, en su gran mayoría, jamás tuvo a su alcance un ordenador.

Khadafy y el neoliberalismo, de ayer a hoy

Llegados a este punto conviene preguntarse quién es Khadafy y qué representa. Vicenc Navarro ilustra con claridad el contraste entre el Khadafy "nasserista" de sus primeros años y lo que es hoy: "un dictador corrupto y enormemente represivo." (7) Según Navarro, en 1969 y con apenas 27 años de edad el coronel Khadafy lideró un golpe de estado, inspirado en la experiencia de Nasser en Egipto, y derrocó a la monarquía impuesta por el imperio británico después de la Segunda Guerra Mundial. Durante esos primeros años Khadafy puso en marcha una reforma agraria, nacionalizó el petróleo y algo más de doscientas empresas (que se reorganizaron con una importante participación de los trabajadores en su gestión) al paso que introdujo algunas mejoras en la calidad y la cobertura de la salud y la educación. Un fuerte intervencionismo estatal y la nacionalización del crédito fueron otros rasgos de las políticas de aquellos años. "Khadafy presentó aquella experiencia" -anota Navarro- "como la tercera vía entre capitalismo y el socialismo, asociado entonces a la Unión Soviética." (8) Ahora bien: ese es el Khadafy que persiste en el imaginario de importantes sectores de la izquierda latinoamericana. El problema es que se trata de una imagen completamente desactualizada, porque a partir de los años noventas el régimen libio inicia un viraje que, pocos años después, situaría a ese país en las antípodas de donde se encontraba en los años setentas. La tercera vía degeneró en un "capitalismo popular" -tardía reproducción de la consigna elaborada en los ochentas por Margaret Thatcher en el Reino Unido- y las nacionalizaciones comenzaron a ser revertidas mediante un corrupto festival de privatizaciones y aperturas al capital extranjero que afectó a la industria petrolera y a las más importantes ramas de la economía. No hay que equivocarse: Khadafy no es Nasser sino Mubarak. Un agudo observador de la escena magrebí, Ayman El-Kayman, describió con precisos trazos el itinerario de esta involución: "(H)ace casi diez años, Gadafi dejó de ser para el Occidente democrático un individuo poco recomendable: para que le sacaran de la lista estadounidense de Estados terroristas reconoció la responsabilidad en el atentado de Lockerbie; para normalizar sus relaciones con el Reino Unido, dio los nombres de todos los republicanos irlandeses que se habían entrenado en Libia; para normalizarlas con Estados Unidos, dio toda la información que tenía sobre los libios sospechosos de participar en la yihad junto a Ben Laden y renunció a sus ‘armas de destrucción masiva’, además de pedir a Siria que hiciese lo mismo; para normalizar las relaciones con la Unión Europea, se transformó en guardián de los campos de concentración, donde están internos miles de africanos que se dirigían a Europa; para normalizar sus relaciones con su siniestro vecino Ben Alí, le entregó a opositores refugiados en Libia". (9) Y cuando los pueblos de Túnez y Egipto se rebelaron, Khadafy se alineó con sus verdugos, coincidiendo en esta postura con las primeras reacciones de los líderes de las "democracias occidentales", con Obama, Sarkozy, Cameron, Berlusconi, Zapatero y el régimen genocida de Netanyahu. Pero estos, viendo que las sublevaciones populares se encaminaban hacia una victoria histórica, en pocas semanas pasaron de hacer cautelosas exhortaciones a sus matones regionales en apremios para que concedieran unas pocas reformas cosméticas a exigir imperiosamente que abandonasen el poder. Cuando el incendio llegó a Libia la burguesía imperial y sus representantes políticos vieron la oportunidad de sacar partido del previsible derrumbe de Khadafy impidiendo que sean las masas libias las que tomen el futuro en sus manos, sea mediante una "intervención humanitaria" que les permita apoderarse de Libia con el pretexto de detener el baño de sangre que el dictador promete a los sublevados o, en su defecto, alentar su partición, o desmembramiento, tal como lo hicieran en la ex Yugoslavia y como, sin éxito, lo intentaran en Bolivia en el 2008. Tal como Lenin, Gramsci y Fidel señalaron en repetidas ocasiones la derecha y las clases dominantes, por su larguísima experiencia de gobierno, aprenden muy rápido y reaccionan con fulminante rapidez ante una coyuntura como la que hoy caracteriza a Libia. Y si ayer apoyaban sin miramientos a Khadafy ahora tratan de sacárselo de encima cuanto antes y facilitar una "transición ordenada", Hillary Clinton dixit , que organice la traición a las expectativas de las masas e instaure un simulacro democrático que permita que los imperialistas continúen desangrando a Libia y al mundo árabe en general.

En su presurosa conversión al neoliberalismo Khadafy abrió la economía a las grandes transnacionales, principalmente europeas. En una detallada nota Modesto Emilio Guerrero señala que a partir de 1999 los países occidentales comenzaron a dispensarle un trato muy especial, por tres razones que suenan como música celestial en los bolsillos de la burguesía (10): (a) es un muy buen cliente; (b) es un buen socio de sus empresas; (c) además es un estratégico proveedor de petróleo y gas. Buen cliente porque cuando se levantó el embargo de armas que pesaba sobre Libia (en octubre de 1999) por su participación con -o complicidad en- acciones terroristas en diversos países, España, Italia, Inglaterra y Alemania se convirtieron en sus principales proveedores de las armas que luego Khadafy utilizaría contra su propio pueblo. Poco después unas 150 empresas británicas vinculadas a los negocios petroleros -entre ellas la British Petroleum, responsable principalísima de la destrucción del ecosistema marino en el golfo de México- se instalaron en Libia junto con Repsol, la francesa Total, la empresa italiana ENI y la austríaca OM para explotar el negocio de los hidrocarburos. Otras empresas, de estos mismos países y de Estados Unidos, participaron activamente en obras de infraestructura aparte de la ya mencionada venta de armas. Buen socio, además, porque a través de los 65.000 millones de dólares de que dispone la Libyan Investment Authority la familia Khadafy realizó importantes inversiones en la FIAT, en la petrolera italiana ENI y es accionista del Unicredit, el banco más grande de Italia. (11) También tiene acciones en el grupo económico Pearsons, editor del periódico ultra-neoliberal Financial Times. Varias grandes empresas alemanas y francesas cuentan también con la participación de capitales libios. Proveedor seguro, por último, porque,tal como lo expresara Silvio Berlusconi, el control del flujo migratorio "ilegal" procedente del Magreb y, más generalmente, de toda África, y el confiable suministro del petróleo líbico son servicios de extraordinaria importancia que los líderes de las democracias capitalistas no podían sino apreciar en toda su valía. El Presidente del gobierno español, José M. Aznar, su sucesor, Rodríguez Zapatero y el propio rey Juan Carlos de España rivalizaron con "il cavaliere" italiano y el premier británico y figura señera del "new labor" en cultivar la amistad del líder líbio, casi siempre con ribetes escandalosos.(12) En consonancia con estos cambios la relación con Washington experimentó un giro de 180 grados: en 2006 el Departamento de Estado quitó a Libia de la lista de países que apoyaban al terrorismo. Atemorizado por la Guerra del Golfo de Febrero de 1991 y aterrorizado al contemplar lo ocurrido en Irak desde 2003 y el destino corrido por Saddam Hussein, Khadafy sobreactuó su arrepentimiento hasta extremos que sobrepasaban lo ridículo al declarar una y otra vez su voluntad de ajustar la conducta de Libia a las reglas del juego impuestas por el imperialismo. Fue a causa de esto que en 2008 la ex secretaria de Estado Condoleezza Rice pudo declarar que "Libia y Estados Unidos comparten intereses permanentes: la cooperación en la lucha contra el terrorismo, el comercio, la proliferación nuclear, África, los derechos humanos y la democracia." (13) ¿Ante todo esto cabe entonces preguntarse: ¿Es esto el socialismo pan-árabe, preconizado en el Libro Verde del autoproclamado "líder y guía de la revolución"? ¿Es esta la política que debe hacer la Jamahiriya un "estado de las masas", como Khadafy definió a su organización política? ¿Es Khadafy la contraparte magrebí de Chávez y Fidel? ¿Qué tiene que ver este régimen con los procesos emancipatorios en curso en América Latina, para no hablar de la revolución cubana?

¿Qué hacer?

¿Qué debe entonces hacer la izquierda latinoamericana? En primer lugar, manifestar sin ambages su absoluto repudio a la salvaje represión que Khadafy está perpetrando contra su propio pueblo. Solidarizarse, bajo cualquier circunstancia, con quien incurre en semejante crimen dañaría irreparablemente la integridad moral y la credibilidad de la izquierda de nuestra América. El reconocimiento de la justicia y la legitimidad de las protestas populares, tal como se hizo sin vacilación alguna en los casos de Túnez y Egipto, tiene un único posible corolario: el alineamiento de nuestros pueblos con el proceso revolucionario en curso en el mundo árabe. Por supuesto, la forma en que esto se manifieste no podrá ser igual en el caso de las fuerzas políticas y movimientos sociales y, por otra parte, los gobiernos de izquierda de América Latina, que necesariamente tienen que contemplar aspectos y compromisos de diverso tipo que no existen en aquellas. Pero la consideración de las siempre complejas y a menudo traicioneras "razones de estado" y las contradicciones propias de la "real politik" no pueden llevar a los segundos tan lejos como para respaldar a un dictador acosado por la movilización y la lucha de su propio pueblo, reprimido y ultrajado mientras el entorno familiar de Khadafy y el estrecho círculo de sus incondicionales se enriquecen hasta límites inimaginables. ¿Cómo explicar a las masas árabes, que por décadas buscaron las claves de su emancipacipon en las luchas de nuestros pueblos y que reconocen en el Che, Fidel y Chávez la personificación de sus ideales libertarios y democráticos, la indecisión de los gobiernos más avanzados de América Latina mientras que toda la canalla imperialista, desde Obama para abajo, se alinea –aunque sea hipócritamente- a su lado?

Segundo, será preciso denunciar y repudiar los planes del imperialismo norteamericano y sus sirvientes europeos. Y además organizar la solidaridad con los nuevos gobernos que surjan de la insurgencia árabe. Los propios rebeldes libios emitieron declaraciones clarísimas al respecto: si hay invasión de los Estados Unidos, con o sin la (poco probable) cobertura de la OTAN, los insurrectos volverán sus fusiles contra los invasores y luego ajustarán cuentas con Khadafy, responsable principal de la sumisión de Libia a los dictados de las potencias imperialistas. América Latina tiene que apoyar con todas sus fuerzas la resistencia a la eventual invasión imperialista, conciente de que lo que hoy se está jugando en el Norte de África y en Oriente Medio no es un problema local sino una batalla decisiva en la larga guerra contra la dominación imperialista a escala mundial. El triunfo de la insurrección popular en Libia tendrá como correlato el fortalecimiento de las rebeliones en curso en Yemen, Marruecos, Jordania, Argelia , Barheim y la que hace tiempo se viene incubando en Arabia Saudita, amén de fortalecer la resistencia de los sindicatos y los movimientos sociales en Wisconsin, Estados Unidos, y en diversos países europeos, hoy víctimas preferenciales del FMI. Barheim es la sede de la Quinta Flota de Estados Unidos, con la misión de monitorear todo lo que ocurra en el Golfo Pérsico y sus inmediaciones; y Arabia Saudita un régimen totalmente sometido a la voluntad de la Casa Blanca y el gran regulador del precio internacional del petróleo y su adecuado abastecimiento al mundo desarrollado. Si el mapa sociopolítico del mundo árabe llegara a cambiarse, como esperamos que así sea, la geopolítica internacional vería modificada la correlación de fuerzas a favor de los pueblos y naciones oprimidas. Y América Latina, que desde finales del siglo veinte se colocó a la vanguardia de las luchas anti-imperialistas, habría por fin encontrado los aliados que necesita en otras regiones del sur global para seguir avanzando en sus luchas por la autodeterminación nacional, la justicia social y la democracia. Por eso, nuestra región no puede ni tiene el derecho a equivocarse ante un proceso cuyas proyecciones pueden ser aún mayores que las que en su momento tuvo el derrumbe de la Unión Soviética, y de un signo distinto, y cuyo desenlace revolucionario fortalecerá los procesos emancipatorios en curso en nuestra región. Abandonar a nuestros hermanos árabes en esta batalla decisiva sería un error imperdonable, tanto desde el punto de vista ético como desde el más específicamente político. Sería traicionar el internacionalismo del Che y de Fidel y archivar, tal vez definitivamente, los ideales bolivarianos. No podemos perder esta oportunidad.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Los saharauis y la revuelta árabe

Por Pedro Brieger - http://www.diarioregistrado.com/nota-47587-Los-saharauis-y-la-revuelta-arabe.html


Mientras en Libia Kaddafi pelea por mantenerse en el poder y en varios países árabes continúan las protestas, el domingo 27 de febrero los saharauis festejaron el 35 aniversario de la República Arabe Saharaui Democrática (RASD).

Creada en 1976, el día posterior a que los españoles se retiraran del "Sahara español" después de décadas de ocupación colonial, la república ya obtuvo el reconocimiento de unos ochenta países.

Meses antes, el rey Hasan II de Marruecos se había aprovechado de la agonía de Franco para comenzar a ocupar el Sahara diciendo que le pertenecía y desconociendo al Frente Polisario, que ya venía luchando por su independencia. Eran tiempos de la "Guerra Fría".

El Polisario estaba alineado con los movimientos de liberación nacional del tercer mundo y la monarquía de Hasan II era un importante aliado de Estados Unidos para contener el avance del comunismo y frenar la influencia de la reciente liberada Argelia.

Durante el proceso de ocupación el ejército marroquí expulsó a miles de saharauis que no aceptaban cambiar un ocupante por otro.

Algunos quedaron bajo control marroquí, y muchos otros terminaron en campamentos de refugiados en el sur de Argelia, en las afueras de la ciudad de Tinduf, muy cerca de la frontera.

Durante unos quince años el Polisario y el ejército marroquí libraron duras batallas hasta que en 1991 fue declarado un "alto el fuego".

Para frenar el avance del Polisario el gobierno marroquí construyó un muro de arena, campos minados y zanjas a lo largo de más de 2500 kilómetros confinándolo en el desierto, entre ese muro, Argelia y Mauritania, creyendo que -así- el Polisario desaparecería.

En 2011 El Polisario festejó su independencia en Tifariti, una pequeña localidad del desierto en lo que denominan los "territorios liberados".

Para llegar hay que partir de Tinduf, abandonar tierra argelina, entrar en esos territorios y hacer una larga travesía de más de 300 kilómetros por la arena y las piedras, sin caminos ni señalizaciones de ningún tipo.

El objetivo del Polisario es avanzar en la construcción de su Estado aunque en la zona que controla vivan apenas unas veinte mil personas, la mayoría de ellos nómades.

Los festejos comenzaron con un desfile militar presidido por el presidente Abdel Aziz y su gabinete en pleno, para mostrar que no descartan retomar las armas si las negociaciones auspiciadas por Naciones Unidas continúan estancadas.

En realidad, preferirían que esta ola de revueltas en el mundo árabe se extendiera a Marruecos, provoque la caída de la monarquía y logren su tan ansiada independencia.

lunes, 7 de marzo de 2011

Argentina. Mendoza: Las calles llenas de carnaval y vendimia

Por Ernesto Espeche http://www.prensamercosur.com.ar/apm/nota_completa.php?idnota=4987


Hay un clima de fiesta en las calles argentinas. Miles de personas se montaron en las viejas tradiciones populares para desafiar, con alegría y desparpajo, a la densa bruma reaccionaria. No hubo lugar para la propagación mediática del miedo: ni la inflación incontrolable ni la inseguridad paralizante se apropiaron del lenguaje y la acción colectiva. La derecha sufrió, así, una nueva derrota al comenzar el tercer mes del año electoral.


Por decreto presidencial se restituyeron este año los feriados de carnaval. Esa medida contactó de inmediato con un histórico reclamo del potente movimiento murguero argentino, pues la dictadura cívico-miliar-eclesiástica instaurada en 1976 había puesto fin a esas jornadas festivas. 

Las razones de aquella prohibición fortalecen y legitiman la reciente medida presidencial:en la esencia milenaria del carnaval se abren los cauces del sentir popular a las manifestaciones más arraigadas de un pueblo. Es el terreno propicio de la burla, de la protesta y del disfraz como anulación de las diferencias. El genocidio nunca hubiese aceptado semejante espotaneidad colectiva. El carnaval incomoda al poder porque –simplemente- saca a la luz destellos de contrapoder.

Hoy el gobierno argentino promueve el carnaval. Esa actitud no sólo resulta de una lucida lectura del sentido mayoritario, sino de un acto de justicia que se inscribe en la matriz radicalmente democrática que caracteriza a la etapa iniciada en 2003. Al mismo tiempo, el grotesco carnavalesco adquiere en el escenario político actual una dimensión de resistencia frente a las posiciones más retardatarias de la transformación social, es decir, frente al poder fáctico que enfrenta al espacio gubernamental. La sola expresión masiva, irreverente y festiva en las calles y avenidas de la república acorrala a la estética dominante y a las remanidas estructuras de organización elitista de la sociedad.

Los actos del bicentenario argentino fueron, en ese sentido, una muestra del altísimo valor simbólico que tiene este tipo de manifestaciones. Es por ello que Beatriz Sarlo, una de las más lúcidas intelectuales del bloque ideológico opositor, debió reconocer –mientras continuaba sus detracciones- que el gobierno de Cristina Fernández ejerce una hegemonía cultural evidente. Esto último equivale a la capacidad de contacto real con los más profundos sentimientos de una sociedad para profundizar un rumbo político. No se trata de un dato menor: no hay posibilidad de transformaciones profundas y duraderas si esos procesos no vienen acompañados de una sólida legitimación social. La novedad radica, quizás, en que ese respaldo del que habla Sarlo (diario La Nación, 4 de marzo de 2011) se logró sin el -y a pesar del- accionar de los monopolios de la comunicación.

La Vendimia es la fiesta más importante del oeste argentino. Se realiza en la provincia de Mendoza para celebrar un año de cosecha de la vid, una actividad que permite la producción de vinos de excelente calidad. Los festejos incluyen un desfile de carros alegóricos por las calles de la ciudad presenciado por una concurrencia masiva que asume un rol activo y protagónico. En ellos participó, este año, la presidenta argentina, Cristina Fernández, para sumarse a los actos y festejar por primera vez en Vendimia –junto a otras medidas y resoluciones de incentivos- que el vino es la bebida nacional. La fiesta –en sus 75 años de vida- tomó una dimensión excepcional. Ese día, los mendocinos, y artos turistas también, alzaron sus copas por los anuncios e hicieron con orgullo el brindis más grande del mundo, según el record mundial registrado.

La fiesta en las calles tiene una clara significación en la argentina actual. Los espacios públicos fueron escenarios vaciados por la dictadura mediante la aplicación del terror sistemático; abandonados en los ochenta por el desencanto social de una nueva democracia controlada y autolimitada en sus posibilidades; criminalizados en los noventa a partir de las protestas desesperadas de amplios sectores marginados de la fiesta oligárquica; y recuperados para la expresión colectiva y democrática en los últimos años.

En una brutal y simple ecuación emanada de la experiencia histórica, puede afirmarse que hay dos tipos de comportamiento de los gobiernos frente al fenómeno social de la ocupación masiva de las calles: el miedo como fundamente de la represión y el impulso de la expresión colectiva como sustento de la cultura popular.

viernes, 4 de marzo de 2011

La Guerra inevitable de la OTAN

Fidel Castro - http://alainet.org/active/44825 

A diferencia de lo que ocurre en Egipto y Túnez, Libia ocupa el primer lugar en el Índice de Desarrollo Humano de África y tiene la más alta esperanza de vida del Continente. La educación y la salud reciben especial atención del Estado. El nivel cultural de su población es sin dudas más alto. Sus problemas son de otro carácter. La población no carecía de alimentos y servicios sociales indispensables. El país requería abundante fuerza de trabajo extranjera para llevar a cabo ambiciosos planes de producción y desarrollo social.
 
Por ello suministraba empleo a cientos de miles de trabajadores egipcios, tunecinos, chinos y de otras nacionalidades. Disponía de enormes ingresos y reservas en divisas convertibles depositadas en los bancos de los países ricos, con las cuales adquirían bienes de consumo e incluso, armas sofisticadas que precisamente le suministraban los mismos países que hoy quieren invadirla en nombre de los derechos humanos.
 
La colosal campaña de mentiras, desatada por los medios masivos de información, dio lugar a una gran confusión en la opinión pública mundial. Pasará tiempo antes de que pueda reconstruirse lo que realmente ha ocurrido en Libia, y separar los hechos reales de los falsos que se han divulgado.
Emisoras serias y prestigiosas, como Telesur, se veían obligadas a enviar reporteros y camarógrafos a las actividades de un grupo y a las del lado opuesto, para informar lo que realmente ocurría.
Las comunicaciones estaban bloqueadas, los funcionarios diplomáticos honestos se jugaban la vida recorriendo barrios y observando actividades, de día o de noche, para informar lo que estaba ocurriendo. El imperio y sus principales aliados emplearon los medios más sofisticados para divulgar informaciones deformadas sobre los acontecimientos, entre las cuales había que inferir los rasgos de la verdad.
Sin duda alguna, los rostros de los jóvenes que protestaban en Bengasi, hombres, y mujeres con velo o sin velo, expresaban indignación real.
 
Se puede apreciar la influencia que todavía ejerce el componente tribal en ese país árabe, a pesar de la fe musulmana que comparte sinceramente el 95% de su población.
 
El imperialismo y la OTAN ─seriamente preocupados por la ola revolucionaria desatada en el mundo árabe, donde se genera gran parte del petróleo que sostiene la economía de consumo de los países desarrollados y ricos─ no podían dejar de aprovechar el conflicto interno surgido en Libia para promover la intervención militar. Las declaraciones formuladas por la administración de Estados Unidos desde el primer instante fueron categóricas en ese sentido.
 
Las circunstancias no podían ser más propicias. En las elecciones de noviembre la derecha republicana propinó un golpe contundente al Presidente Obama, experto en retórica.
 
El grupo fascista de “misión cumplida”, apoyado ahora ideológicamente por los extremistas del Tea Party, redujo las posibilidades del actual Presidente a un papel meramente decorativo, en el que peligraba incluso su programa de salud y la dudosa recuperación de la economía, a causa del déficit presupuestario y el incontrolable crecimiento de la deuda pública, que batían ya todos los records históricos.
 
Pese al diluvio de mentiras y la confusión creada, Estados Unidos no pudo arrastrar a China y la Federación Rusa a la aprobación por el Consejo de Seguridad de una intervención militar en Libia, aunque logró en cambio obtener, en el Consejo de Derechos Humanos, la aprobación de los objetivos que buscaba en ese momento. Con relación a una intervención militar, la Secretaria de Estado declaró con palabras que no admiten la menor duda: “ninguna opción está descartada”.
 
El hecho real es que Libia está ya envuelta en una guerra civil, como habíamos previsto, y nada pudo hacer Naciones Unidas para evitarlo, excepto que su propio Secretario General regara una buena dosis de combustible en el fuego.
 
El problema que tal vez no imaginaban los actores es que los propios líderes de la rebelión irrumpieran en el complicado tema declarando que rechazaban toda intervención militar extranjera.
 
Diversas agencias de noticias informaron que Abdelhafiz Ghoga, portavoz del Comité de la Revolución declaró el lunes 28 que “‘El resto de Libia será liberado por el pueblo libio’”.
 
“Contamos con el ejército para liberar Trípoli’ aseguró Ghoga durante el anuncio de la formación de un ‘Consejo Nacional’ para representar a las ciudades del país en manos de la insurrección.”
“‘Lo que queremos es informaciones de inteligencia, pero en ningún caso que se afecte nuestra soberanía aérea, terrestre o marítima’, agregó, durante un encuentro con periodistas en esta ciudad situada 1.000 km al este de Trípoli.”
 
“La intransigencia de los responsables de la oposición sobre la soberanía nacional reflejaba la opinión manifestada en forma espontánea por muchos ciudadanos libios a la prensa internacional en Bengasi”, informó un despacho de la agencia AFP el pasado lunes.
 
Ese mismo día, una profesora de Ciencias Políticas de la Universidad de Bengasi, Abeir Imneina, declaró:
 “Hay un sentimiento nacional muy fuerte en Libia.”  
 
“‘Además, el ejemplo de Irak da miedo al conjunto del mundo árabe’, subraya, en referencia a la invasión norteamericana de 2003 que debía llevar la democracia a ese país y luego, por contagio, al conjunto de la región, una hipótesis totalmente desmentida por los hechos.”
 
Prosigue la profesora:
 
“‘Sabemos lo que pasó en Irak, es que se encuentra en plena inestabilidad, y verdaderamente no deseamos seguir el mismo camino. No queremos que los norteamericanos vengan para tener que terminar lamentando a Gadafi’, continuó esta experta.”
 
“Pero según Abeir Imneina, ‘también existe el sentimiento de que es nuestra revolución, y que nos corresponde a nosotros hacerla’.”
 
A las pocas horas de publicarse este despacho, dos de los principales órganos de prensa de Estados Unidos, The New York Times y The Washington Post, se apresuraron en ofrecer nuevas versiones sobre el tema, de lo cual informa la agencia DPA al día siguiente 1º de marzo: “La oposición libia podría solicitar que Occidente bombardee desde el aire posiciones estratégicas de las fuerzas fieles al presidente Muamar al Gadafi, informa hoy la prensa estadounidense.”
 
“El tema está siendo discutido dentro del Consejo Revolucionario libio, precisan ‘The New York Times’ y ‘The Washington Post’ en sus versiones online.”
 
“‘The New York Times’ acota que estas discusiones ponen de manifiesto la creciente frustración de los líderes rebeldes ante la posibilidad de que Gadafi retome el poder”.
 
“En el caso de que las acciones aéreas se realicen en el marco de las Naciones Unidas, éstas no implicarían intervención internacional, explicó el portavoz del consejo, citado por ‘The New York Times’.”
“El consejo está conformado por abogados, académicos, jueces y prominentes miembros de la sociedad Libia.”
 
Afirma el despacho:
 
“‘The Washington Post’ citó a rebeldes reconociendo que, sin el apoyo de Occidente, los combates con las fuerzas leales a Gadafi podrían durar mucho y costar gran cantidad de vidas humanas.” Llama la atención que en esa relación no se mencione un solo obrero, campesino, constructor, alguien relacionado con la producción material o a un joven estudiante o combatiente de los que aparecen en las manifestaciones. ¿Por qué el empeño en presentar a los rebeldes como miembros prominentes de la sociedad reclamando bombardeos de Estados Unidos y la OTAN para matar libios?
 
Algún día se conocerá la verdad, a través de personas como la profesora de Ciencias Políticas de la Universidad de Bengasi, que con tanta elocuencia narra la terrible experiencia que mató, destruyó los hogares, dejó sin empleo o hizo emigrar a millones de personas en Iraq.
 
Hoy miércoles dos de marzo, la Agencia EFE presenta al conocido vocero rebelde haciendo declaraciones que, a mi juicio, afirman y a la vez contradicen las del lunes: “Bengasi (Libia), 2 de marzo. La dirección rebelde libia pidió hoy al Consejo de Seguridad de la ONU que lance un ataque aéreo ‘contra los mercenarios’ del régimen de Muamar el Gadafi.”
 
“‘Nuestro Ejército no puede lanzar ataques contra los mercenarios, por su papel defensivo’, afirmó el portavoz rebelde Abdelhafiz Ghoga en una conferencia de prensa en Bengasi.”
 
“‘Es diferente un ataque aéreo estratégico que una intervención extranjera, que rechazamos’, recalcó el portavoz de las fuerzas de oposición, que en todo momento se han mostrado en contra de una intervención militar extranjera en el conflicto libio”.
 
¿A cuál de las muchas guerras imperialistas se parecería esta?
 
¿La de España en 1936, la de Mussolini contra Etiopía en 1935, la de George W. Bush contra Iraq en el año 2003 o a cualquiera de las decenas de guerras promovidas por Estados Unidos contra los pueblos de América, desde la invasión de México en 1846, hasta la de Las Malvinas en 1982?
 
Sin excluir, desde luego, la invasión mercenaria de Girón, la guerra sucia y el bloqueo a nuestra Patria a lo largo de 50 años, que se cumplirán el próximo 16 de abril.
 
En todas esas guerras, como la de Vietnam que costó millones de vidas, imperaron las justificaciones y las medidas más cínicas.
 
Para los que alberguen alguna duda, sobre la inevitable intervención militar que se producirá en Libia, la agencia de noticias AP, a la que considero bien informada, encabezó un cable publicado hoy, en el que se afirma: “Los países de la Organización del Tratado del Atlántico (OTAN) elaboran un plan de contingencia tomando como modelo las zonas de exclusión de vuelos establecidas sobre los Balcanes en la década de 1990, en caso de que la comunidad internacional decida imponer un embargo aéreo sobre Libia, dijeron diplomáticos”.
 
Más adelante concluye: “Los funcionarios, que no podían dar sus nombres debido a lo delicado del asunto, indicaron que las opciones que se observan tienen punto de partida en la zona de exclusión de vuelos que impuso la alianza militar occidental sobre Bosnia en 1993 que contó con el mandato del Consejo de Seguridad, y en los bombardeos de la OTAN por Kosovo en 1999, QUE NO LO TUVO”.
 
Fidel Castro Ruz
Marzo 2 de 2011

jueves, 3 de marzo de 2011

Liga Árabe estudia propuesta venezolana sobre Libia

http://www.matrizur.org/index.php?option=com_content&view=article&id=10271:liga-arabe-estudia-propuesta-venezolana-sobre-libia-&catid=37:patria-grande&Itemid=56


La Liga Árabe "está estudiando" una propuesta del presidente venezolano, Hugo Chávez, para mediar en el conflicto libio, dijo hoy el portavoz de esta organización panárabe, Hisham Yusef.

"Se están manteniendo consultas y todavía no hay una decisión que se haya tomado", afirmó.

Según Yusef, la Liga Árabe mantuvo ayer contactos con algunos países árabes, pero no se trató la propuesta venezolana de una manera oficial ante los ministros de Asuntos Exteriores árabes durante una reunión que mantuvieron en El Cairo.

La propuesta de Chávez, según informaron fuentes oficiales en Caracas, implica el envío de una comisión de paz internacional que medie entre el régimen de Muamar al Gadafi y la oposición libia.

Según fuentes venezolanas citadas por la cadena catarí Al Yazira, la propuesta ha sido aceptada por Gadafi y ya ha sido tratada por el ministro venezolano, Nicolás Maduro, con el secretario general de la Liga Árabe, Amro Musa.

La iniciativa implicaría el envío de una comisión de paz integrada por representantes de Latinoamérica, Europa y Oriente Medio.

El portavoz de la Liga Árabe no pudo precisar cuándo se podrá anunciar una decisión definitiva de la organización sobre la propuesta de Chávez, porque hay que esperar hasta que terminen las consultas actuales.

"El asunto todavía se está aclarando", insistió Yusef, quien tampoco precisó cuáles son los países que podrían participar en la comisión de paz internacional.
 

miércoles, 2 de marzo de 2011

Las culpas de Occidente

Álvaro Cuadra.*  - http://www.surysur.net/?q=node/15941

Llama la atención cómo la prensa occidental ha construido un relato mitológico en torno a los países árabes. Lo primero que sorprende es el escándalo por la presencia de fuerzas políticas islámicas en naciones, predominantemente, islámicas. Esto es tan absurdo como poner el grito en el cielo porque existe una organización llamada Democracia Cristiana en una cultura, precisamente, cristiana.

Para decirlo con toda franqueza, lo anómalo en las naciones del Oriente Medio y el Golfo Pérsico no es la presencia islámica, sino la presencia extranjera. La única pregunta que debiera ser planteada es qué hacen  militares y civiles de los Estados Unidos y de potencias europeas en tales países.

La respuesta a tal interrogante es casi una obviedad. Las naciones desarrolladas tienen enormes intereses en la región. En primer lugar, desde luego, el crudo que alimenta a la industria norteamericana y europea. Esta riqueza diseminada bajo las arenas del desierto ha sido desde hace décadas el factor fundamental que orienta las luchas políticas en muchos de estos países.

La riqueza petrolera ha determinado golpes de Estado, asesinatos, guerras, invasiones extranjeras, acciones terroristas y, hoy, insurrecciones populares.

En segundo lugar, no podemos olvidar el valor estratégico de toda la región, desde el Estrecho de Gibraltar al canal de Suez, desde el Mar Rojo al Estrecho de Ormuz. El panorama político de aquellos países del norte africano ha sido la presencia invariable de sistemas autocráticos, sea bajo la forma de monarquías, pseudo democracias o, explícitamente, dictaduras militares.

Todo ello convirtió a las sociedades árabes en un mundo fosilizado, atrasado, una sociedad altamente desigual, con elites tan ricas como corruptas, y amplias mayorías de analfabetos y pobres. Este estado de cosas fue no solo legitimado sino sustentado por los gobiernos occidentales, más interesados en facilitar gigantescos contratos para grandes corporaciones petroleras y millonarias ventas de equipos y armamentos a regímenes reñidos con el más mínimo principio democrático.

El mismo coronel Gadafi, demonizado en la actualidad por la prensa de todo el mundo, había “hecho las paces” con Occidente en nombre del pragmatismo. Las declaraciones de los gobiernos occidentales en torno a los derechos humanos y la democracia resultan ser no sólo de una hipocresía sin límites sino un grotesco.  Las corporaciones petroleras y la banca occidental han sido cómplices del coronel libio y su clan, especialmente los gobiernos de Italia, España y Alemania.

Más allá del discurso del presidente Barack Obama en el Cairo, lo cierto es que los Estados Unidos y sus socios europeos están cosechando las culpas de Occidente, aquella política que fue sembrada en la era Bush, la intervención militar descarada o el apoyo a regímenes autocráticos serviles a sus intereses.

La mecha sigue encendida en diversos países, ya que se trata de una insurrección regional en tiempos de globalización. Occidente está jugando con fuego al pie de un estanque de petróleo. La crisis del Oriente Medio no presagia nada bueno para el mundo: alza en los precios del petróleo y sus derivados, aumento de los flujos migratorios hacia las costas europeas, un clima de violencia generalizado en la región con insospechadas consecuencias en todo el planeta.


Cualquiera sea el destino de este proceso histórico, es indudable que el mundo ya no será más lo que solía ser.

* Semiólogo, investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. Universidad de Artes y Ciencias (ARCIS), Chile.

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