jueves, 22 de marzo de 2018

El auto-odio de clase social

Por Erico Valadares/Fotos: Estanislao Santos - https://www.identidadperonista.com/2018/02/18/el-auto-odio-de-clase-social/
El odio de clase es una cosa ancestral: los ricos en todas partes odiando a los pobres y viceversa, propietarios de todo contra esclavos sin pan en un mundo de sagrados códigos de propiedad privada. Poco hay de tan tradicional y conocido como el odio de clase, puesto que siempre estuvo allí. Siempre. Desde que alguien obtuvo algo mediante la desposesión de otros, el odio de clase existió.
En consecuencia, no hay mucho más para decir sobre el odio de clase. Es eso nomás y básicamente cualquiera lo conoce y lo puede comprender, si es que no lo ha experimentado ya. La nota viene dada por un fenómeno que al parecer es más bien reciente en la historia de la humanidad y, aunque tiene la misma naturaleza del odio de clase —porque igualmente es odio y es de clase social—, no parecería ser comprendido por el sentido común de igual manera: el auto-odio de clase, que no es ningún moco de pavo, como veremos.

Desclasamiento y odio

La mejor definición de auto-odio de clase social es la del famoso “pobre de derecha”, es decir, la del empleado que expresa la ideología del patrón. Si seguimos aceptando las denominaciones genéricas de “pobres” y “ricos” para clasificar a estos últimos como los propietarios de los medios de producción, transporte, distribución y comunicación, y a los primeros como propietarios de nada más que su propia fuerza de trabajo, nos vamos a encontrar con que los “pobres” somos precisamente todos los trabajadores, haciendo caso omiso de las mal llamadas “clases medias” y otras entelequias. La cuestión se reduce a tener o no tener en propiedad privada el capital, que es el poder económico concentrado. Y ahí veremos que entre los que no poseemos el capital nos solemos auto-odiar mucho más profunda y frecuentemente de lo que se puede imaginar.
La llamada “mano dura” es el desiderátum de los que padecen el desclasamiento social.
Desde luego, los ricos —que son los dueños del mundo entero y más allá— no conocen el auto-odio de clase. Los ricos no se odian entre sí mismos y un análisis superficial de las relaciones al interior de su clase social nos mostrará que viven en comunión y en perfecta armonía. Compiten con otros ricos por momentos, eso sí, porque el sistema capitalista así está dispuesto, pero en un juego de caballeros sin odiar jamás al contrincante, al que consideran un par, un igual. Los ricos no desean la muerte ni la destrucción de sus propios pares, sino que, por el contrario, tienden a preservarlos. Y eso es así porque los ricos tienen mucha conciencia de clase, son pura conciencia de clase desde que nacen; los ricos conocen perfectamente su lugar en la sociedad. Entonces los ricos están demasiado ocupados en odiar a los que tienen en frente y no pierden el tiempo ni gastan energías odiando a los que tienen al lado. Los ricos hacen economía del odio de manera muy inteligente.
Lo mismo no puede decirse de los trabajadores, o sea, de los pobres. Al escasear la conciencia de clase entre estos últimos, lo que le suele pasar al trabajador es el desclasamiento: los pobres empiezan a delirar que son ricos cuando acceden a una vivienda propia, una cuenta bancaria y a un automóvil, e incluso a mucho menos. No es infrecuente la ocurrencia de “oligarcas de maceta”, que por tener un teléfono celular y un salario estable que le dan la ilusión de “clase media” sale a tocar cacerolas en defensa de los intereses del también mal llamado “campo”.
El “pobre de derecha” odia todo lo que tenga que ver con sí mismo de manera real: como es trabajador, odia cualquier expresión del trabajo, como los sindicatos. El “pobre de derecha” ama la patronal.
Cuando el pobre delira que es rico, entonces está desclasado, lo que es diametralmente opuesto a tener conciencia de clase. Y en consecuencia empieza a reproducir toda la ideología de la clase social a la que cree pertenecer sin pertenecer de hecho: la clase dominante. Y, naturalmente, incorpora el odio de esas clases, ya que el odio es parte fundamental de cualquier ideología. El pobre desclasado empieza entonces a odiar a otros pobres desde un pretendido lugar de rico. Pero como nunca llega a ser rico de verdad, lo que termina expresando no es odio, sino auto-odio de clase social. El desclasado se odia sí mismo sin comprender en ningún momento que lo hace: piensa que odia al de en frente, pero en realidad odia al de al lado sin entender que está al lado.

El discreto encanto de odiarse a uno mismo

El auto-odio es una cosa peligrosa porque generalmente resulta en muerte y destrucción para el que lo expresa. En el caso del mentado “pobre de derecha”, por ejemplo, es solo una cuestión de tiempo para que esa muerte y esa destrucción vengan a tocarle la puerta. Su auto-odio genera las condiciones necesarias para que eso ocurra más temprano que tarde.
Cuando la cantidad de desclasados en una sociedad determinada supera el límite de la normalidad, entonces la derecha se hace con el poder político, ya sea mediante golpes de Estado apoyados con entusiasmo por esa multitud de desclasados o por elecciones, gracias al voto de estos. Los individuos de clase dominante son naturalmente muy poquitos y no pueden dominar políticamente una sociedad sin contar con la complicidad de muchos pobres desclasados.
Otra característica del desclasado es la deshumanización. Al no tener conciencia de clase, tampoco tiene de género ni de raza: no entiende que es humano y, por lo tanto, sale con esta figura a pedir el fin del “curro” de los derechos humanos.
Entonces la derecha —que es la expresión de los ricos en la política— se hace con el gobierno y empieza a implementar el proyecto político de los ricos en el Estado. Dicho proyecto es muy nocivo para todos los pobres, porque legitima la expoliación y el saqueo de los propietarios en perjuicio de los trabajadores. Cuando un gobierno es de derecha, lo más natural es que, por ejemplo, elimine las retenciones a la exportación de soja (beneficiando a la oligarquía terrateniente) y quiera cubrir el vacío en la recaudación que esa quita de retenciones produce con ajustes en jubilaciones, pensiones, salarios, programas sociales, educación y salud pública, impuestazos, etc. En una palabra, la derecha implementa el proyecto político de los ricos beneficiando a económicamente a los ricos y haciendo que los pobres paguen el pato. Otro tanto pasa con los tarifazos de gas, electricidad, agua, combustibles y demás: cada vez menos dinero en el bolsillo del pobre que va a parar en el bolsillo del rico. Los ejemplos de esto que en política económica se llama transferencia de ingresos son infinitos.
Los desclasados y los santos de las clases dominantes. Alberto Nisman es el máximo exponente de la corrupción moral que los tilingos identifican como marca de clase.
El proyecto político de los ricos, como decíamos, es muy nocivo para todos los pobres. Para todos, para los que tenemos conciencia de clase y también para los desclasados. Ningún tilingo se va a salvar porque crea que es rico y vote a la derecha o aplauda sus golpes de Estado. Desde el punto de vista de los ricos, pero de los ricos en serio, el individuo que sale a la calle con un cartelito repleto de consignas de derecha o va a marchar para defender los intereses de la oligarquía terrateniente es un peón y es descartable. Los ricos en serio no ponen jamás la cara: lo hacen los desclasados a su servicio, los pobres de derecha con auto-odio en el corazón. Para las clases dominantes a la hora de llevar muerte y destrucción a una sociedad, da lo mismo el negro villero que el rubio de “clase media” con autito cero kilómetro. Son todos negros villeros por igual al no pertenecer al selecto club de los ricos propietarios de todo, donde el auto-odio no existe.
Finalmente, así es como el pobre de derecha o el desclasado va a terminar odiándose a sí mismo, porque el resultado de su proceder (que es de expresar ideas ajenas y contrarias a sus intereses reales) será muerte y destrucción para sí mismo. Como el negro que apoya el racismo como blanco, el homosexual homofóbico y la mujer machista, el trabajador desclasado está generando las condiciones para su propia destrucción. Vota a la derecha, pide ajuste y represión, quiere que vuelva la dictadura militar, le prende una velita a la imagen de Nisman todas las noches. Y piensa que así entra al círculo rojo del poder fáctico de tipo económico concentrado. Piensa que es rico, que es oligarca terrateniente, pero no deja de ser un pobre desclasado pronto a ser esquilmado por el rico con poder político. Es una oveja, tanto por víctima como por absoluta inconsciencia de ser oveja.

domingo, 11 de marzo de 2018

Dolor…

Héctor Amichetti - http://rinacional.com.ar/sitio/dolor/


Hubo un tiempo de paz y de justicia en que fueron los únicos privilegiados.
Un día el salvajismo arrojó sus bombas sobre la plaza dando la señal de que ese tiempo debía terminar.
Junto a centenares de víctimas, seis inocentes criaturas cayeron en aquella trágica jornada.
Dos décadas más tarde, la brutalidad genocida los arrancó sin piedad de los brazos de sus padres… de los vientres de sus madres.
Los obligó a vivir en la mentira.
Uno tras otro, los saqueos neoliberales condenaron a millones de ellos a la pobreza.
Fueron muchos los que murieron instrumentados para el robo por la misma policía.
Vidas difíciles segadas por el gatillo fácil.
UNICEF acaba de informar que la mitad de los niños y niñas argentinas viven en la pobreza, dice que más de 1.000.000 apenas pueden alimentarse cada día.
Facundo Burgos fue uno de esos niños pobres de Tucumán que seguramente habrá soñado con tener algo de aquello que la oligarquía considera que no le corresponde a su clase.
Lo condenó un sistema cargado de injusticias, lo mató la policía.
Hoy los únicos privilegiados son los ricos.
Que vuelva el buen Peronismo…! Es nuestra tarea Urgente!

jueves, 8 de marzo de 2018

El día de la mujer no es una celebración, conmemora un evento sangriento



Cuando se conmemora el Día de la Mujer, algunos lo hacen pensando que es una especie de celebración alegre. Sin embargo, el verdadero origen dista mucho de ser un motivo para sonreír o inflar globos. Lo que sucedió hace un poco más de 100 años es realmente terrible. Hoy lo podemos recordar pensando que esas injusticias quedaron atrás, pero lo cierto es que aún después de tanto tiempo las mujeres continúan luchando por sus derechos.
Lo que se recuerda cada 8 de marzo es la muerte de 146 mujeres trabajadoras. Ellas fallecieron cuando pudieron haberse salvado si es que hubieran sido tratadas de manera igualitaria. Un incendió se las llevó de este mundo. Eso hizo que en todas partes se levantara gente para exigir un cambio. Las cosas a no podían seguir como estaban. Había que obtener justicia en la vida conyugal, en el trabajo y en el ámbito de los derechos civiles.
La tragedia sucedió en una fábrica de camisas ubicada en Nueva York, el 25 de marzo de 1911. Este fue uno de los mayores desastres industriales en toda la historia de Estados Unidos. Las trabajadoras textiles fallecieron debido a las quemaduras, los derrumbes y la inhalación de humo; otras se suicidaron al no ver escapatoria. Gran parte de las empleadas eran inmigrantes jóvenes que rondaban los 20 años de edad.
Las muertes se produjeron porque las trabajadoras no pudieron salir del edificio en llamas. Los dueños de la fábrica habían cerrado las puertas de las escaleras y sellado las salidas para evitar robos. Este desastre hizo que se produjeran cambios legislativos importantes en temas laborales y provocó la creación del Sindicato Internacional de Mujeres Trabajadoras Textiles. El incendio de la fábrica Triangle Shirtwaist, es lo principal que se recuerda los 8 de marzo, por lo que es más una razón para seguir luchando que para celebrar.
En 1909, un 28 de febrero, se celebró por primera vez en EE.UU. el Día de las Mujeres Socialistas. Luego en agosto de 1910, en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas (en Copenhage), se reiteró la demanda por el sufragio universal para todas las mujeres. Luise Zietz y Clara Zetkin fueron las principales impulsoras. Esto quedaría fijado en el evento y se establecería el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
Zetkin elaboró una propuesta que fue respaldada por más de 100 mujeres de 17 países que asistían a la conferencia. Con esto se pretendía avanzar en la igualdad de derechos y en el sufragio universal. 
La primera vez que se celebró el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, fue un 19 de marzo en Alemania, Austria, Suiza y Dinamarca. En esa ocasión se produjeron mítines a los que asistieron millones de mujeres que exigían el derecho a voto, el de poder ocupar cargos públicos, también derecho al trabajo, al de la formación profesional y a la no discriminación laboral.
La gran feminista Alexandra Kollontai, quien siendo Comisaria del Pueblo para la Asistencia Pública logró el voto para la mujer, la legalidad del aborto y el divorcio, consiguió que el 8 de marzo se estableciera la fiesta oficial. Ese día era laborable, sin embargo, en 1965 por decreto de Sóviet Supremo de la Unión Soviética, se declaró no laborable. El hecho comenzó a conmemorarse en todo el mundo. China lo celebra desde 1922 y España desde 1936. 
Y dos años más tarde, la Asamblea General de la ONU fijó el 8 de marzo como el Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional. Esto hizo que otros países pusieran este día oficialmente en sus calendarios.
En ese año también comenzó a funcionar la entidad de la ONU referida a la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer. Tras haber conocido los hechos históricos, uno se puede dar cuenta de que los logros han sido fruto del trabajo de mujeres que se sacrificaron por la causa. Sin embargo, todavía no se ha alcanzado totalmente la igualdad de género. Queda mucho por trabajar y sólo se conseguirá si es que hombres y mujeres de todo el mundo se comprometen con el progreso y la justicia. Todos pueden luchar para que esto suceda. Y los 8 de marzo son una ocasión para recordarlo.


miércoles, 21 de febrero de 2018

LOS REGÍMENES DE EXCEPCIÓN: Michel Temer, Mauricio Macri y Lenín Moreno




Los regímenes de excepción son el tipo de sistema político que corresponde a los gobiernos de restauración liberal. En Argentina, en Brasil, en Ecuador, se revelan como el modelo político compatible con gobiernos que reaccionan en contra de los gobiernos populares, antineoliberales.
Son sistemas basados en la judicialización de la política, como forma de criminalizar a los líderes populares, así como a los movimientos sociales y a las formas alternativas de medios de comunicación. Una alianza entre los medios monopólicos de comunicación, los partidos de derecha, sectores del Poder Judicial y de la policía son el bloque político que implementa los regímenes de excepción.
Un rasgo típico de esos regímenes de excepción es la persecución a los líderes populares, por lo que representan como defensa de los programas antineoliberales, de extensión de los derechos sociales y políticos, de soberanía nacional, de crecimiento económico y de expansión del mercado interno de consumo de masas.
Típicos de la coyuntura política actual son los intentos de excluir a los líderes más populares que esos países han tenido en este siglo de la posibilidad de que puedan volver a ser candidatos a presidentes. Lo que ha pasado recién en Ecuador es una expresión más de que regímenes que adhieren a proyectos antipopulares y antidemocráticos tienen como obsesión excluir la posibilidad de enfrentarse a candidaturas que representan exactamente lo que ellos tratan de contradecir.
Lo que confirma que el gobierno de Moreno traiciona el mandato que ha recibido es que nada de lo que hace –incluso el referendo– estaba en su programa electoral y deja de defender lo que sí estaba en ese programa. Pone la responsabilidad de la situación económica en los supuestos gastos excesivos del gobierno de Rafael Correa, precisamente como dice la derecha ecuatoriana. Y como hacen las derechas de Argentina y de Brasil.
Para defender ese tipo de posición, no puede enfrentarse a Correa, que representa exactamente lo opuesto. Entonces tiene como objetivo central su exclusión como posible candidato que proponga el retorno del programa más exitoso de la historia de Ecuador.
Así como también la derecha boliviana se empecina en intentar que Evo Morales pueda ser candidato de nuevo. Sabe que no puede enfrentarlo en una campaña democrática, por eso le gustaría excluirlo. A la vez que desarrolla la campaña mediática –en la prensa tradicional y en internet– más sucia que Bolivia ha conocido, similar a la que hizo para el referendo con la absurda invención de una supuesta amante e hijo clandestino de Evo.
Trata de rebelar a sectores de clase media que se sienten incomodados por la afirmación de los derechos de la masa indígena del pueblo boliviano, por eso desarrolla campañas racistas, de discriminación, con mentiras y acusaciones falsas. Sabe que es la única manera de conquistar apoyos para disputar con Evo Morales, responsable del gobierno que ha transformado de la manera más extraordinaria a Bolivia.
De la misma manera, en Argentina se busca criminalizar a Cristina Kirchner, para intentar excluirla, vía judicialización de la política, de la posibilidad de que vuelva a disputar la presidencia del país y ejercer plenamente su liderazgo popular, sin las absurdas acusaciones con que intentan ensuciar su prestigio y su apoyo popular. Conforme el gobierno de Macri va perdiendo apoyo, resultado sobre todo de su política económica antipopular favorable a los bancos, necesita intensificar los ataques a Cristina, para buscar que no se imponga la comparación central en el país, entre el gobierno antineoliberal de ella y el gobierno neoliberal de Macri.
Lula es objeto de la más monstruosa campaña de persecución política, paralela al apoyo popular expresado en todas las encuestas, que lo convierte en el único líder brasileño en condiciones de pacificar el país y retomar un proyecto que ha hecho crecer la economía con una distribución de renta como Brasil nunca había conocido. Se suceden los procesos, al mismo tiempo que explotan los escándalos en torno a los mismos jueces que lo acusan, por recibir sobrepagos para vivienda –aun teniendo fastuosas casas propias–, como forma de superar el techo salarial que podrían recibir. Moro lo justifica como forma de aumentar los sueldos millonarios que ya tienen.
Se suman así las persecuciones a Lula, a Evo Morales, a Rafael Correa, a Cristina, como formas de intentar excluirlos de la disputa política via judicial e intentos de destrucción de imagen pública. Es otro rasgo de los regímenes de excepción que se han instalado en Argentina, en Brasil y que ahora surge en Ecuador y que es el proyecto de la derecha en Bolivia.
La izquierda, el movimiento popular, todos los que defienden la democracia en nuestros países, tienen que empeñarse a fondo en la resistencia en contra de los regímenes de excepción, en la denuncia de su carácter antidemocrático, en su objetivo de restauración neoliberal. De ese enfrentamiento depende el futuro del continente por mucho tiempo.


domingo, 11 de febrero de 2018

Nace una nueva religión: los medios de comunicación

No hay diferencias sustanciales entre la forma de mirar televisión y el altar de una Iglesia.” – Víctor Hugo Morales[1]

El poder amenaza con peligros que el mismo construye, impone prejuicios y creencias, al estilo de que el pueblo en la calle es violento, que la oposición es desestabilizadora, que Venezuela es una dictadura, etc. A través de los medios de comunicación primero se instala el miedo y luego se promete protección, inoculando en los individuos la ingenua ilusión de que si obedecen estarán a salvo bajo una supuesta seguridad protectora, que en verdad enmascara lo peor: un violento disciplinamiento social.
Con el objetivo de configurar el pensamiento y colonizar la subjetividad los medios de comunicación concentrados utilizan, de forma irresponsable y sin escrúpulos, una manipulación de la opinión pública instalando creencias y prejuicios.
Walter Benjamin afirmó, en uno de sus fragmentos redactado en 1921, que el capitalismo es una religión. Esta definición de asombrosa actualidad, anticipa lo que podemos denominar una nueva religión sostenida en la fe ciega en los medios de comunicación.
La creencia en los mensajes comunicacionales que imponen los medios concentrados tiene una eficacia muy superior a la de cualquier religión. Constatamos a raíz de la visita del Papa Francisco a Chile y Perú que muchos católicos en lugar de desempeñarse con fidelidad al jefe de la Iglesia, lo cuestionan repitiendo el relato de Clarín.
A medida que se fueron desarrollando los medios de comunicación ocuparon el lugar del ideal, construyendo y alimentando día a día una cultura de masas que cree con una convicción inquebrantable en los mensajes que aquellos emiten, lo que conforma un acto de fe y sometimiento a lo que se presenta como una nueva religión.

La masa, una hipnosis colectiva, constituye el paradigma social del neoliberalismo
Freud en sus inicios comenzó trabajando con el método hipnótico, advirtiendo tempranamente el tipo de influencia que la presencia y la palabra del hipnotizador ejercían. El paciente se sugestionaba, creía en el poder del médico, se volvía obediente, sumiso, obteniéndose como resultado una curación temporaria en la que los síntomas desaparecían para luego retornar. Fue ésta una de las principales razones por las que el médico vienés abandonó definitivamente ese método: comprometido con la búsqueda de la verdad, no se trataba de sugestionar y de obtener por esa vía pseudo curaciones.
Años más tarde, ya avanzada la teoría psicoanalítica, Freud pudo demostrar que la masa poseía idéntico mecanismo de formación que la hipnosis. En ambas, el hecho de ubicar al hipnotizador o al líder en el lugar del ideal conducía a un estado de fascinación, a una creencia en su autoridad y a una obediencia a los mandatos que aquel profería sin importar si eran comprensibles o racionales: los mensajes recibidos funcionaban con una fuerza que impulsaba a obedecer incondicionalmente.
Freud comprobó que la masa estaba basada en un enlace de tipo libidinal, amoroso, resultando el mejor sistema social para alimentar la sugestión, la obediencia colectiva e instalar una serie de construcciones ideativas que le iban a dar sustento: las creencias.

La creencia
Una manera de definir la subjetividad es considerarla como un sistema social de creencias compartidas. Las creencias no constituyen algo exclusivamente mental o íntimo sino que se “apoderan” de la subjetividad, se ponen en juego en la realidad social efectiva, en los actos y elecciones, para terminar siendo la envoltura formal de repeticiones rituales. Implican modos de satisfacción que adquieren fijación, motivo por el cual van a funcionar como piedras muy difíciles de remover.
Freud investigó el fenómeno de la creencia en varios de sus artículos. En “Moisés y la religión monoteísta” (1939) analizó la fe en las religiones dando cuenta de que el creyente deja de lado la racionalidad y, a pesar de ser capaz de captar la irrealidad de su creencia, se adhiere a ella y la conserva como una verdad absoluta. Hace referencia a la paráfrasis de Tertuliano credo quia absurdum, “lo creo porque es absurdo”, para justificar que a pesar de que los dogmas religiosos sean indemostrables poseen un valor de verdad que no se fundamenta en lo racional ni en la comprensión, volviéndose irrefutables. Intentar convencer al creyente utilizando la lógica o la demostración racional producirá una sensación de impotencia similar a la de hablarle a una pared. En pocas palabras, las creencias no se fundamentan en errores de comprensión o aprendizaje sino que conforman un sistema de ilusiones que dan sentido, estabilizan, de ahí que el sujeto se aferre a ellas con un convencimiento inquebrantable.
La tesis de Freud en “El porvenir de una ilusión” es que las creencias religiosas se basan en la añoranza de un padre, dando cuenta de una necesidad de protección y autoridad que vuelva soportable el desvalimiento humano; esta añoranza es propia de todo tipo de creencia, más allá del plano religioso.
Las creencias organizan y sostienen la vida funcionando como una matriz para interpretarla, condicionan las percepciones al operar como prejuicios inquebrantables capaces de sortear las evidencias que se le opongan: se cree y luego se ve. El sujeto, de manera conservadora, tiende a aferrarse a sus creencias, no está dispuesto a renunciar a ellas aunque pueda reconocer la irracionalidad de sus argumentos: reniega, realiza una desmentida de un trozo de realidad, como si expresara “ya lo sé, pero aun así…”.
La necedad expresada en aferrarse a las creencias se articula con la pasión por la ignorancia que consiste en una inercia conservadora respecto de lo establecido, una satisfacción por no querer escuchar, ver, ni saber. Con frecuencia creciente encontramos individuos que prefieren no saber y se satisfacen en la ignorancia con el mal de la banalidad. No nos referimos en este caso a la educación formal, que por otra parte no garantiza la ausencia de esta pasión, sino a un deseo de no querer saber sostenido, por una parte, en una comodidad homeostática e inercial propia de lo instituido, y por otra, en una cobardía, un horror al saber capaz de conmocionar las creencias. Esta pasión va de la mano de la promoción del narcisismo que estimula un individualismo descarnado que intenta no ser afectado por el lazo social: “No me quiero amargar”, “no quiero enterarme”.
La pasión por la ignorancia constituye uno de los mayores obstáculos para transformar la posición del sujeto y la cultura. Resulta funcional al capitalismo, de ahí que los medios de comunicación concentrados la promuevan de múltiples maneras, apuntando todas ellas al totalitarismo comunicacional, a la abolición del pensamiento crítico y, en definitiva, a la destitución del sujeto. En consonancia con esto, el neoliberalismo alimenta la cultura del entretenimiento vacío, la frivolidad y la evasión con distintos “quitapenas”, buscando arrasar con la memoria, los legados históricos y el “curro de los derechos humanos.
La masa, construcción laboriosa que realizan día a día los medios de comunicación concentrados, es la vía regia para la obediencia y el desarrollo de creencias muchas veces disparatadas pero indiscutidas.
El poder amenaza con peligros que el mismo construye, impone prejuicios y creencias, al estilo de que el pueblo en la calle es violento, que la oposición es desestabilizadora, que Venezuela es una dictadura, etc. A través de los medios de comunicación primero se instala el miedo y luego se promete protección, inoculando en los individuos la ingenua ilusión de que si obedecen estarán a salvo bajo una supuesta seguridad protectora, que en verdad enmascara lo peor: un violento disciplinamiento social.
La masa fascinada ante el “altar de la iglesia”, mientras invoca al dios del consumo por “el pan nuestro de cada día”, incorpora creencias que promocionan una resignación obediente, sacrificial, temerosa y cobarde.
Una cultura democrática capaz de ir en contra del neoliberalismo y de la masa, que estimule la pluralidad de voces y cuente con mecanismos que apunten a la desconcentración del poder, constituye el mejor antídoto contra esta forma de colonización de la subjetividad que podemos caracterizar como una nueva religión.

[1] Prólogo de “Colonización de la subjetividad. Medios masivos de comunicación en la época del biomercado.”

Nora Merlín es Psicoanalista-Magister en Ciencias Políticas -Autora de Populismo y Psicoanálisis, Edit Letra Viva – Autora de Colonización de la subjetividad, Edit. Letra Viva

sábado, 3 de febrero de 2018

1968: el año de la esperanza


Hace cincuenta años las jornadas revolucionarias que se expandieron desde Checoeslovaquia a Italia, pasando por Francia, aunque su influencia traspaso las fronteras de esos estados, llegando un año después a nuestro país, resultó en un ciclo de alza de la lucha de clases (1968/1976) en todo el capitalismo occidental que constituyó el mayor desafío al sistema desde la Revolución Rusa de 1917.
El aire de aquellos tiempos
Aquel ciclo no inició de la nada ni espontáneamente. Fue el resultado de la acumulación de luchas nacionales y de clase, también de contradicciones que se fueron desenvolviendo en la onda larga del capitalismo nacida luego de la 2da. Guerra Mundial. Quienes protagonizaron aquel tiempo de luchas y esperanzas fueron los nacidos y crecidos en el período de la posguerra en el marco de la llamada “Guerra Fría”, que enfrentaba a dos bloques con formas de propiedad, relaciones de producción y organización social distintas. Esa relación de confrontación-colaboración estuvo en 1962 a punto de desembocar en una guerra nuclear. Fue la crisis de los cohetes en Cuba.
Fue el dirigente inglés Chris Hartman quien bautizó aquel tiempoo como “de la triple crisis”. Definía así el contexto en que se desarrollaron los acontecimientos hace 50 años: una clase obrera ampliada y un movimiento estudiantil que se levantaban contra el despotismo patronal y la opresión cultural en occidente y el autoritarismo en el este, contra la intervención norteamericana en Vietnam y contra el estalinismo en Checoeslovaquia. Pero antes habían ocurrido el fin del orden colonial, Argelia (1956) que inicia la descolonización del África; antes aún India (1946) y luego las Revoluciones China (1949) y Cubana (1959).
La emergencia de los nuevos movimientos sociales y de la nueva izquierda revolucionaria se afirmaba en un fuerte sentimiento antiimperialista –desde Praga a Berlín, desde Tokio a México y Argentina…- que cuestionaba la hegemonía económica y militar de EEUU, junto con una posición crítica frente al comunismo oficial de la URSS y su política de coexistencia pacífica. Estas dos tendencias a las que se sumó el movimiento contestatario al interior de los países centrales se expresó también en la aparición de una verdadera contracultura en las artes, en las letras y en la vida cotidiana -vestimenta, relaciones sexuales, familia- que cuestionaba la cultura dominante. Un emblema del internacionalismo de aquellos tiempos fue la figura del Che -que habiendo renunciado al poder en Cuba volvió al combate llano- ondeando en todas las manifestaciones y en todos los países. Ese fue el marco en que toda esa generación de jóvenes se incorporó masivamente a la militancia política en abierta ruptura con el reformismo de la socialdemocracia y de los partidos comunistas.
De la primavera a los otoños
Todo dio inicio en enero de 1968 con la Primavera de Praga. Cuando la sociedad accionó contra la censura y por libertad de expresión y en las empresas surgió, ya en 1969, un movimiento autogestionario que tomó la forma de “consejos obreros”, en lo que se conoció como el “otoño caliente checoeslovaco”. Finalmente los tanques soviéticos, como antes lo habían hecho en Hungría, invadieron Checoeslovaquia y pusieron fin a la rebelión política.
Quienes impulsaban y participaban de esas movilizaciones no renunciaban al socialismo pero sí querían formas democráticas de vida. Se emparentaban así con las luchas que los obreros y estudiantes polacos y húngaros desenvolvieron en 1956 contra la opresión estalinista en sus países.
Combativas y continuadas movilizaciones por reivindicaciones obreras y en solidaridad con la revolución argelina y, en el plano internacional, la ofensiva del Tet en Vietnam y la ocupación de la embajada de EEUU en Saigón fueron los antecedentes más recordados del Mayo Francés. Los famosos grafitis “Seamos realistas, pidamos lo imposible” o “Nosotros somos el poder” entre tantos otros expusieron la imaginación sin límites (querían llevarla al poder) del movimiento juvenil empoderado en las barricadas que se juntó a la ocupación de fábricas por millones de obreros bajo las banderas rojas, a pesar de la resistencia a sumarse del PCF, solo lo hizo tardíamente.
Los sucesos del mayo francés impactaron decididamente en Italia que también tuvo su Mayo Italiano, sustentado en la acumulación de conflictos fabriles anteriores y en el surgimiento de nuevas corrientes de izquierda que confluyeron en las movilizaciones estudiantiles y obreras, especialmente de las fábricas Fiat y Pirelli, hasta generalizarse y llegar a producir su propio “otoño caliente” en 1969. En él se cuestionó el control de las empresas y la organización capitalista del trabajo pasando por arriba de las estructuras sindicales, en ese entonces dominadas por el PCI.
Una visión descafeinada, muy común en estos días y propia del posmodernismo, centra toda la actividad de aquellas jornadas en el accionar de estudiantes e intelectuales que exigían mayores libertades cotidianas y de pensamiento, esta visión oculta la participación decidida de la clase obrera como tal. Tanto en el mayo francés como en los otoños calientes taliano y checoeslovaco las huelgas con ocupaciones de fábricas y los comités obreros fueron decisivos. La huelga general en Francia de la que participaron más de diez millones de trabajadores es aún hoy recordada como una de las mayores en la historia europea.
Nosotros tuvimos también nuestro propio mayo, la protesta obrero-estudiantil que fue un eslabón más de aquella cadena de acontecimientos que para quienes aún a la distancia, la seguían, seguíamos, con pasión, era parte indisoluble de un continuum que culminaría en la revolución mundial. El Cordobazo fue expresión de ese proceso y también parte constitutiva del mismo, resultó catalizador de grandes luchas del momento bajo la forma de puebladas (Casilda y Gral. Roca), manifestaciones estudiantiles (Resistencia, Corrientes y Rosario) y procesos insurreccionales (Córdoba y nuevamente Rosario) que hicieron de aquel 1969 nuestro 68.
La ruptura en los bordes
A ese proceso histórico, cuya influencia mundial fue mucho más amplia de lo que aquí es sintetizado, es lo que el historiador argentino-mexicano Adolfo Gilly llamó “La ruptura en los bordes”. Se preguntaba “¿Hubo en 1968 y en sus prolegómenos un peligro o una amenaza de ruptura del orden global existente?” Concluía que no pero que sí hubo “…un desafío generalizado al orden mundial existente, el establecido en los acuerdos de Yalta, un desafío no deseado por ninguno de los firmantes de ese acuerdo”. Como se sabe, los firmantes fueron los jefes de gobierno de la URSS, EEUU y Gran Bretaña.
Aquel proceso concluyó sin triunfos y el reflujo ha sido muy profundo. El sistema resultó tener más reservas que las pensadas, aunque también fue decisivo el colaboracionismo de luchar por pequeñas reformas sin impugnar el todo de comunistas y socialistas así como la política de coexistencia pacífica de la URSS.
Sin embargo aquellos jóvenes estudiantes y obreros abrieron puertas y nuevos senderos a explorar. Demostraron, aunque se quedaran en los bordes, que era posible desafiar el orden existente y amenazar con su ruptura, que había otra forma de organizar el trabajo y las relaciones sociales, que se podía conciliar socialismo y democracia. Aquellos sueños y esperanzas no cumplidas siguen vigentes en otro contexto, con nuevas dificultades y muchas incertezas, pero hoy como hace medio siglo alimentan nuestras esperanzas.

*Eduardo Lucita, integrante del colectivo EDI –Economistas de Izquierda

viernes, 26 de enero de 2018

LA CORRUPCIÓN DE CAMBIEMOS: ASUNTOS Y FUNCIONARIOS IMPLICADOS

La planilla de elaboración propia que se inserta no constituye una denuncia, muchos de los incluidos en la misma hasta fueron sobreseídos en causas originadas en esos hechos o ni siquiera llegaron a los estrados. Se trata simplemente del intento de fotografiar el tipo de acciones que el gobierno de Mauricio Macri realiza todos los días.
Los medios lo amparan, Comodoro Pro trabaja a su servicio, algunos “opositores” lo acompañaron durante los dos primeros años; sin embargo, lo central es la estructura en que se apoyan esas rutinas, que no condena el saqueo, favorece las negociaciones (incompatibles con la función pública) entre el empresario o gerente que gobierna y las empresas a las que responden o de las que son accionistas declarados o encubiertos.

PANAMA PAPERS. Denuncias por cuentas offshore, con depósitos de capitales de origen desconocido. (Mauricio Macri; familia del secretario general de la Presidencia, Fernando de Andreis; titular de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), Gustavo Arribas; Secretario de Derechos Humanos de la Nación, Claudio Avruj;  intendente de Lanús y ex ministro CABA, Néstor Grindetti, otros.)

PARADISE PAPERS. Denuncias por cuentas offshore, con depósitos de capitales de origen desconocido. (Ministro de Energía y Minería, Juan José Aranguren; Ministro de Hacienda de la Presidencia de la Nación, Nicolás Dujovne)

MEMORANDO CON QATAR, con creación de una estructura offshore, un administrador extranjero e inversión del Fondo de Garantías de Sustentabilidad (FGS) de la Anses  (Mauricio Macri; Canciller Susana Malcorra; vicepresidenta de la Nación, Gabriela Michetti)

NEGOCIACIONES GOBIERNO-ODEBRECHT, empresa responsable de los megasobornos regionales para obra pública (Mauricio Macri; Ministro de Justicia y Derechos Humanos, Germán Garavano)

SOCIEDAD DE SIDECO CON ODEBRECHT EN EL FONDO BLACKWOOD (Familia Macri)

TRASPASO DE CAPITAL DE ANSES A ODEBRECHT (Mauricio Macri; gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti; ministro de Finanzas Públicas, Luis Caputo)

TRANSFERENCIAS DESDE ODEBRECHT por transferencias bancarias sospechosas de vinculación con el “Lava Jato” de la corrupción brasileña  (Gustavo Arribas)

IECSA, SOCIA DE ODEBRECHT EN EL SOTERRAMIENTO DEL SARMIENTO (Mauricio Macri y el empresario (privado)  Angelo Calcaterra)

AVIANCA I Y II. Compra de McAir al Grupo Macri y posterior acceso a las rutas aéreas que compiten con Aerolíneas (Mauricio Macri; ministro de Transporte, Guillermo Dietrich; secretario de Coordinación Interministerial, Mario Quintana; Fernando De Andreis; secretario de Legal y Técnica, Pablo Clusellas; administrador nacional de Aviación Civil, Juan Pedro Irigoin; director nacional de Transporte Aéreo, Hernán Gómez)

FLY BONDI. Adjudicación de rutas aéreas. (Vínculo entre los dueños y el coordinador interministerial  Mario Quintana)

CORREO ARGENTINO por la condonación presidencial de una deuda superior a los $70.000 millones e intento de vaciamiento de la empresa manejada por su familia (Mauricio Macri; Ministro Aguad y los privados Correo Argentino S.A., Socma S.A. y Simeco S.A)

COMPRA EQUIPAMIENTO MILITAR sin autorización parlamentaria y para uso  prohibido por  ley (Mauricio Macri; jefe de Gabinete, Marcos Peña; ex ministro de Defensa, Julio Martínez; Susana Malcorra)

ACUERDO CON LOS FONDOS BUITRES. Renuncia la inmunidad soberana argentina y la inclusión de los recursos naturales, como prenda de pago en el caso de no poder afrontar el pago de los intereses o del capital de la deuda. (Mauricio Macri y gabinete)

INTENTO DE DESIGNACIÓN DE JUECES DE LA CORTE POR DECRETO (Mauricio Macri)

ORIGEN DEL DINERO ROBADO A LA VICEPRESIDENTA. Sin justificación del origen del mismo (Gabriela Michetti)

USUFRUCTO DEL DÓLAR FUTURO I y II, por uso de información privilegiada e incompatibilidades (Secretario de coordinación de Políticas Públicas y ex CEO de LAN, Gustavo Lopetegui; Mario Quintana; jefe de asesores del Presidente, José Torello; director del Banco Central, Pablo Curaty a los privados Nicolás Caputo, Cher y Socma)

VENTA ACCIONES FGS ANSES A PETROBRAS, a empresarios cercanos Al Presidente, en un momento y a un valor poco conveniente para la inversión (Luis Caputo; titular de la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES), Emilio Basavilbaso)

EMISION DE BONOS DEUDA EXTERNA A 100 AÑOS, por ser un acto de administración contra los intereses del estado, en beneficio a los inversores que adquirieron los bonos    (Mauricio Macri; Luis Caputo;  Marcos Peña; ministro de Hacienda Nicolás Dujovne)

COMPRA DE GAS A CHILE I y II, por pagos de  sobreprecios y sin licitación (Ministro de Energía y Minería; Juan José Aranguren)

MINISTERIO DE ENERGÍA. Favorece al Nicolás “Nicky” Caputo, “amigo de la vida” del presidente Macri, con la ajudicación del 60% de la megalicitación de energía a su empresa Central Puerto (Juan José Aranguren, “Nicky” Caputo (privado))

CONTRATACIÓN DE HELICÓPTEROS,  sin licitación y en forma directa. Suspendida (Ministro de Ambiente y Desarrollo Sustentable, Sergio Bergman)

PRIVATIZACIÓN DE ARSAT a partir de la venta, sin licitación del 51% del ARSAT 3 a una empresa estadounidense, que también se quedará con el espacio orbital que le correspondía a la Argentina (Ex ministro de Comunicaciones, Oscar Aguad; titular ARSAT Rodrigo De Loredo (yerno); Ministro de Modernización, Andrés Ibarra)

BLANQUEO DE CAPITALES DE FAMILIARES DIRECTOS, por decreto y contra lo dispuesto por la Ley (Mauricio Macri; Marcos Peña; Luis Caputo)

BLANQUEO DE CAPITALES. Asesoramiento a “clientes” para acceder al beneficio (Coordinador Nacional para el Combate del Lavado de Activos, Juan Félix Marteau)

AUMENTO DEL VALOR DEL PEAJE DE AUTOPISTA DEL SOL, DEL GRUPO MACRI (Mauricio Macri)

MINISTERIO DE TRANSPORTE.  Contratación directa de seguros ferroviarios a una compañía vinculada a SOCMA (Ministro de Transporte, Guillermo Dietrich; Administrador de FFCC del Estado, Marcelo Orfila)

MINISTERIO DE TRANSPORTE contrata publicidad ferroviaria, incluso la terminal de Retiro, a favor de PC Publicidad, propiedad de su cuñado, y del grupo Neuss, de amigos personales, que ya se habían adjudicado la VTV en CABA (Guillermo Dietrich)

PLAN BELGRANO, por pago de coimas en la compra de productos para el PAMI              (Ex titular del Plan Belgrano, José Cano)

SIDECO, COMPRA Y REVENTA DE SEIS PARQUES EÓLICOS SIN LICITACIONES, a través de tráfico de influencias, negociaciones incompatibles y uso de información privilegiada (Mauricio Macri; Juan José Aranguren)

MINISTRO DE AGROINDUSTRIA. Por cobro un bono de $500.000 de la Sociedad Rural por parte de su titular. Previamente había recibido $ 900.000 de la gestión de Carlos Melconian con los que cubrió la última cuota de un préstamo tomado por su empresa, con el fin de blanquear una operación de autocompra de inmuebles y vaciamiento de una sociedad del grupo. Con causas por evasión y lavado de dinero (Ministro de Agroindustria, Luis Miguel Etchevehere)

FONDO DE SUSTENTABILIDAD DE LA ANSES. Giro a un grupo inversor que fuera propiedad del ministro de finanzas por decisión del propio funcionario (Luis Caputo)

MINISTRO DE TRABAJO, pagos a dos de sus empleados particulares con recursos del Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (SOMU), intervenido por el gobierno a través de la actual senadora nacional Gladys González, bajo cuyo mandato se concretaron más de 200 nombramientos como los mencionados (Ministro de Trabajo Jorge Triaca; senadora nacional Gladys González)

jueves, 4 de enero de 2018

La sociedad argentina está sometida a disyuntivas económicas falsas

Gente capaz de realizar análisis complejos, o que ha tenido una formación más rica que la de los manuales de neoliberalismo periférico, parece creer que los lineamientos de política económica que presenta el gobierno rezuman sabiduría, prudencia y sentido común.
Así, el analista Eduardo Fidanza, en el diario oficialista La Nación, en su artículo Desacoples que pueden ser trágicos del 16 de diciembre, sostiene que “… es legítimo e imperioso reducir el gasto público, pero también es legítimo preservar a los más vulnerables, a quienes la Constitución les asegura una serie de derechos y condiciones usualmente incumplidos”.
Da por sentado, como toda persona “que comprende la situación”, que lo que hay que hacer en el país es bajar el gasto público. Pero lo dice sin mencionar que se trata de un gobierno que:

1) Está haciendo todo lo posible para reducir los ingresos públicos, con quitas y recortes impositivos permanentes y otros que aún vendrán a los sectores de mayores ingresos, y
2) Está acelerando el endeudamiento público y por lo tanto las erogaciones fiscales relativas al pago de intereses de deuda externa y local. En noviembre, por ejemplo, se pagaron el doble de intereses que en el mismo mes del año 2016.

El mantra es repetido y enseñado a la población. La “oposición amiga” del gobierno, como José Luis Espert y otros economistas semejantes, denuncia al gobierno por “no bajar el déficit ni la inflación”. Ambos, el macrismo y sus críticos neoliberales, plantean como una meta fundamental la reducción presupuestaria y la de la inflación. La discrepancia estaría en las medidas para lograrla.
Se instala así una agenda neoliberal de una pobreza extrema. No existe en ese mundo la expresión equidad social, no existe la palabra desarrollo, ni tampoco ciencia y tecnología. Menos aún las palabras inversión productiva y riesgo empresario.
Desde que llegó Cambiemos, la inflación superó el 40% en su primer año, está llegando al 24% en 2017 —aunque ya hay destacados especialistas que están poniendo en duda la fiabilidad de las cifras del INDEC macrista—, y el sector privado no espera menos de 20% de inflación para 2018.
Con el tema del déficit del sector público ocurre algo similar: no lo bajaron, sino que lo subieron.
Para comprender estos aparentes “tropiezos”, donde no parece lograrse los objetivos “que desvelan al gobierno”, el análisis de la política económica debe realizarse desde una perspectiva completamente distinta.
Para entender la política macrista, heredera genuina de las metas del Proceso de Reorganización Nacional y del menemismo, es fundamental distinguir entre el discurso de las autoridades y la práctica concreta de la política económica.
No por casualidad, ha sido la inflación —“el flagelo”— el caballito de batalla tanto de la dictadura cívico-militar como del neoliberalismo noventista. En la dictadura, mientras ficticiamente se combatía a la inflación, se introducían los cambios de fondo que los sectores dominantes reclamaban. Se endeudó a las empresas públicas y al Estado nacional, se abrió masivamente la economía a las importaciones, se atrasó el tipo de cambio… para “combatir a la inflación”. El fracaso antiinflacionario fue total, pero “mientras tanto” se reestructuró la industria, se debilitó al tejido productivo, se preparó a las empresas públicas para la segunda etapa, o sea la privatización, y se endeudó al Estado al punto de volverlo impotente para conducir la economía como lo había hecho desde los años ´40.
Con el menemismo, en cambio, se logró “abatir el flagelo inflacionario”, abriendo plenamente la economía, atacando violentamente el tejido industrial, generando un ejército de desocupados y marginados de toda actividad remunerada, al tiempo que se promovía la extranjerización de la economía. La elite social aprovechaba la “libertad” cambiaria para fugar miles de millones de la economía nacional. Se simuló una estabilidad que incubaba el estallido de la deuda y del país.
Hoy se escenifica nuevamente la lucha contra el “flagelo”. El instrumento central del gobierno para tal combate son… las LEBACs, letras que emite el gobierno para absorber dinero de la plaza y evitar así las “presiones inflacionarias”. Demás está decir que el diagnóstico de que la inflación es un fenómeno estrictamente monetario está archirefutado tanto en la práctica como en la buena teoría económica, cosa que en nuestro país carece de importancia.
Lo importante de todo este asunto es la altísima tasa de interés que el Banco Central le paga al capital financiero local y externo. El “combate antiinflacionario” del gobierno macrista constituye un extraordinario negocio para los financistas privados: el Estado Nacional les paga actualmente 800 millones de pesos por día, gracias a una tasa implícita en dólares inconseguible en el resto del mundo.
Además, la persistencia del “flagelo” resulta un buen mecanismo para ir bajando el salario real en la Argentina. Gente similar a la del actual elenco económico hizo en los ´90 la experiencia de tratar de bajar el salario real en un contexto de inflación cero. En vez de bajar el salario, logró llevar el desempleo al 18% y otro tanto el subempleo. Pero aprendieron: el salario, como lo demostró el gobierno de Duhalde, se baja con inflación. Si hay desempleo alto, mejor, se lo baja más rápido. El keynesianismo kirchnerista revirtió en buena medida esa situación. Hasta que se “logre” nuevamente una tasa de desempleo mayor, bien vale ir bajando el salario con inflación y techos en las paritarias. Eso se jugará en el año 2018.
En el tema del déficit fiscal, se le presenta a la sociedad un falso dilema: o se realiza un cruento ajuste, con millones de desempleados, miseria y sufrimiento, o se hace un “ajuste gradual”, porque este gobierno es humano y quiere hacer de a poco los cambios “necesarios”. En realidad no hay demasiada gente para despedir, ya que el grueso del gasto público remunera a agentes del Estado muy necesarios: maestros, médicos, enfermeras, policías, militares, administrativos, a los que se agrega lo que se le paga a jubilados, pensionados, AUH, etc. Esos ingresos pueden ser licuados con inflación (¡el flagelo continúa!) y paritarias miserables.
El Súper Ajuste que agitan los “extremistas” es imposible de realizar porque colapsaría el funcionamiento del Estado y se entraría en un violento clima de conmoción social. Pero además este gobierno no contó con la inmejorable situación de partida del menemismo, que nació del colapso hiperinflacionario del gobierno de Alfonsín. Esa catástrofe le permitió contar al neoliberalismo noventista con un cheque en blanco de la sociedad que duró un buen tiempo.
No es el caso del actual gobierno, que reemplazó a una gestión que no había sido percibida como un fracaso económico por la mayoría de la sociedad. Por eso, actualmente se inviertan ingentes recursos publicitarios y comunicacionales en construir esa realidad ficcional.
La amenaza del Súper Ajuste cumple la función discursiva de amedrentar a la población y presentar al macrismo como un proyecto moderado. Martínez de Hoz, que hacía política económica en serio, siempre procuró mantener un discurso “prudente” y “razonable”, dejando el ideologismo estentóreo a Álvaro Alsogaray.
Pero además, y lo que es más importante, el mantener una elevado déficit fiscal en 2017 “por razones humanitarias”, lo “obliga” al gobierno a endeudar a toda velocidad al país. “Como no contamos con recursos, y no queremos echar a un millón de personas a la calle, no nos queda más remedio que tomar deuda”. Otro negoción formidable para el capital financiero internacional: ¿qué otro país en el planeta paga tasas del 7/8% anual en dólares?
Visto de esta forma, no hay que tomarse muy en serio el debate “técnico” por el déficit fiscal y por la persistencia del “flagelo”. Es que precisamente esos son los verdaderos instrumentos de política económica para lograr otras metas políticamente inconfesables: la caída del salario y el reendeudamiento de la Argentina.
La caída salarial es la única ocurrencia de un empresariado concentrado que no está dispuesto a invertir en serio para incrementar su rentabilidad.
En cuanto a la deuda, además del negocio que representa, es la forma que tiene la derecha argentina de crear hechos consumados que traben la posibilidad de acción económica autónoma por parte de un eventual gobierno pos-neoliberal. Y de reforzar los lazos de dependencia externa.
La respuesta al falso dilema del Súper Ajuste versus el Súper Endeudamiento “Humanitario” es sencilla. Si quieren eliminar el déficit fiscal —sin dañar a la población, ni destruir al Estado—, cobren en serio los impuestos existentes e impongan otros tributos a las grandes rentas hoy desgravadas.
Pero eso sería confundirse severamente sobre la naturaleza y el propósito de este gobierno.
No se están discutiendo soluciones técnicas, sino preferencias políticas y de clase.

*Ricardo Aronskind es economista y magister en Relaciones Internacionales, investigador docente en la Universidad Nacional de General Sarmiento.

martes, 26 de diciembre de 2017

La potencia de la impotencia


En la vida de los pueblos hay situaciones límite. Momentos en los que la paciencia popular y su capacidad de soportar adversidades, aparentemente infinitas, se agotan. Esto sucede cuando el poder establecido extrema abiertamente su crueldad y cierra todas las válvulas de esperanza de una vida mejor para las mayorías. 
La explosión social aparece cuando el pueblo ve amenazada su subsistencia, coartada su libertad, mancillada su dignidad y toma clara conciencia de la impunidad y la soberbia de los sectores dominantes. Ocurre cuando al habitual saqueo y vejación a los estratos sometidos se suman la manipulación, la represión, el fraude y la persecución o proscripción de toda organización o líder, cuyas políticas pudieran ofrecer una alternativa emancipadora a la desigualdad sistémica. En tales momentos, la impotencia se convierte en potencia de rebeldía y cambio. 
Así sucedió en repetidas oportunidades en América Latina y el Caribe. Aconteció en Bolivia en el transcurso de la Guerra del Agua (2000) o en Argentina con el memorable “que se vayan todos” en Diciembre de 2001. Ambos acontecimientos abonarían el surco en el cual se constituirían luego los gobiernos transformadores de Néstor Kirchner y Evo Morales Ayma. 
También el Caracazo de 1989 marcó el momento de un levantamiento popular que culminaría con la elección de Hugo Chávez poco menos de diez años después, poniendo fin a cuatro décadas de componenda elitista en Venezuela. Del mismo modo, el triunfo de la Revolución Ciudadana liderada por Rafael Correa en Ecuador (2006), había sido precedido por un brutal vaciamiento bancario en 1999, al que siguieron dos alzamientos populares en el año 2000 y la Rebelión de los Forajidos en 2005, que terminó con el gobierno de Lucio Gutiérrez.  
Los ejemplos podrían multiplicarse llegando incluso al Bogotazo de 1948, una enorme reacción popular ante el asesinato del candidato presidencial liberal Eliécer Gaitán que dio pie, poco tiempo después, al surgimiento de la lucha guerrillera en Colombia. La misma asfixia política fue el germen de la  expansión posterior del fenómeno en distintos puntos de la región que tuvo en las revoluciones en Cuba y Nicaragua su momento triunfal, pero como desgarradora contracara, la criminal acción represiva de regímenes dictatoriales, costando la vida de miles de jóvenes y activistas sociales.   
Hoy atraviesa un momento similar Honduras, en el que el presidente Hernández, en connivencia con un entramado de corrupción política extendida y la anuencia de los Estados Unidos, quiere defraudar la voluntad popular expresada en las urnas a favor de su contrincante Salvador Nasralla. Ante este hecho, una parte importante de la población mantiene la protesta desde hace ya más de tres semanas arriesgando su vida, demandando el reconocimiento de su derecho a elegir. 
Señal enérgica que dio también una multitud de argentinos ante la actitud extorsiva y autoritaria del gobierno, que logró aprobar esta semana un recorte a la protección social de ancianos y niños y modificaciones tributarias a favor del empresariado. Protesta que explotará en marzo próximo si Macri insiste en promover una reforma laboral retrógrada, similar a la vigente ya en el Brasil de Temer, avanzando hacia la destrucción de conquistas sociales acumuladas en décadas de lucha. 
Eclosión que también podría producirse en Perú, si el actual conflicto en torno a la destitución de Kuczinsky desembocara en una farsa institucional tutelada por la mayoría parlamentaria fujimorista y el efecto que podría provocar un indulto negociado al ex presidente,  Alberto Fujimori. 
Estallido social que habrá de replicarse en Brasil cuando el recorte social en curso impacte de lleno en la población pobre, acentuándose además si se confirmara la condena que proscribiría la candidatura de Lula Da Silva – cuyas posibilidades de ser electo en 2018 son abrumadoras.
Rebelión que posiblemente tendrá lugar en México, si – como es de prever – el PRI pretende mantenerse en el poder mediante fraude o en Colombia, si la derecha impide mediante subterfugios jurídicos y mediáticos un ejercicio democrático pleno en las próximas elecciones.

De la impotencia a la desobediencia 
En todos los casos en los que el pueblo se rebela abiertamente, se muestra la necesidad de rebasar el encuadre vigente, formalmente legal, pero degradado y convertido en ilegítimo, para dar un nuevo ordenamiento a la vida social. Dicho propósito suele confirmarse en aquellas ocasiones virtuosas en las que los excluidos encuentran una representación política que encauza la rebelión hacia el claro objetivo de modificar normas constitucionales inadecuadas al nuevo momento social. 
Hay que decir que algo de esa desobediencia radical se expresa también cuando una porción del pueblo intenta salidas inmediatas o individuales a su desprotección. Tanto en la migración tildada por los gobiernos de “irregular”, como en los distintos tipos de delincuencia, puede verse la búsqueda de respuesta a necesidades lacerantes, violando normativas establecidas pero ineficaces a efectos de mejorar la situación social. 
Tales impulsos desesperados, en determinadas circunstancias absolutamente imperativos, terminan generalmente reforzando las estructuras represivas de los Estados, conduciendo a una cadena de involución y violencia generalizada como la que podemos observar en distintos lugares de América Latina y el Caribe. 
Tan sólo la desobediencia civil colectiva y con fines de transformación política parece resultar decisiva para conseguir cambios efectivos y duraderos.

De la desobediencia a la revolución 
Sin embargo, no toda acción de protesta, no toda estampida social contra mandatos injustos deviene necesariamente en transformación profunda de la vida social. Muchas veces el tumulto termina en anécdota, aunque sirviendo de precedente para sublevaciones futuras. 
Que la desobediencia se torne revolución es algo difícil de predecir. Con más razón, de producir. Aquellos que se dedican a su estudio indican que, entre otros factores, es relevante la cercanía de relación de fuerzas organizadas con los grandes conglomerados inorgánicos movilizados, que tan desprestigiada esté la autoridad o qué tan claros sean los paradigmas para lograr convertir el malestar en propuesta y la crítica en esperanza. Otros indicadores ligados al despliegue o al repliegue del hecho revolucionario serían de qué manera entroncan los objetivos trazados en el sentir popular y la memoria histórica, qué tan fuertes y representativos son los liderazgos y si, en definitiva, el justo reclamo popular logra trascender la inmediata reacción interna y externa del sistema. 
Pero ninguna revolución se consuma sin antes producirse un primer grito de libertad. Y ese grito suena hoy en millones de gargantas latinoamericanas.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

LOS AZOTES DEL IMPERIO

Carolina Vásquez Araya - https://carolinavasquezaraya.com/2017/12/04/los-azotes-del-imperio/
Las libertades democráticas son el mito creado para sostener la zanahoria en el palo.
Aquí y en todos los países en vías de desarrollo se hace lo que convenga a las grandes compañías multinacionales y a los objetivos geopolíticos de un puñado de Estados en los cuales éstas asientan sus reales. De ahí las guerras bélicas, económicas y mediáticas contra países ricos en materias primas o recursos energéticos, cuyos líderes han osado rebelarse contra el mandato de esos centros de poder desde los cuales emanan las directrices políticas impuestas a los gobiernos. El imperio -siempre se ha sabido- no perdona las defecciones y, cuando surge alguna, la combate con mano de hierro.
He vivido lo suficiente como para haberlo visto una y otra vez en los abundantes golpes de Estado y en los documentos desclasificados en donde se revelan, al cabo de los años, los verdaderos motivos detrás de esos crueles operativos antidemocráticos. Es tan hábil la estrategia imperialista como para esperar al paso de una generación, contando con la ignorancia de la siguiente respecto de sus intenciones. Y así la pobreza y el subdesarrollo se instalan como algo connatural a nuestra manera de vivir.
Lo acontecido en Honduras no escapa a este esquema de dominación. Estados Unidos y sus aliados no quieren más gobiernos progresistas, mucho menos cuando éstos pretenden consolidarse con el voto democrático en una región tan cercana a sus fronteras. Para ello le sirven los ejércitos financiados y entrenados como feroces guardianes de sus intereses políticos y económicos, equipados con todo el arsenal necesario para someter cualquier intento de manifestación ciudadana. El silencio de la comunidad internacional respecto de la represión en Honduras y el fraude electoral que ha provocado el estallido ciudadano, sin duda responde a consignas tajantes del Departamento de Estado, desde donde se gobierna la mayoría de nuestros países. Los observadores internacionales, entonces, algunos de los cuales proceden de países vecinos, terminan siendo meros espectadores del operativo en un silencio que, por cómplice, se aproxima a lo criminal.
Para los demás países de la región el panorama hondureño es un cuadro de costumbres; es el recuerdo de lo vivido una y otra vez en carne propia, siempre con la excusa del resguardo de las “libertades democráticas”, “la protección del estado de Derecho”, “el imperio de las garantías constitucionales” y cuanta poesía se les ocurra para acallar las eventuales protestas y consolidar el estatus. El entramado apretadísimo de intereses corporativos con las políticas internas de nuestras naciones ha sido una constante durante siglos, con el conveniente resultado de mantener en el imaginario social el miedo al fantasma del comunismo y la aceptación tácita de la explotación y la pobreza como realidades inevitables implícitas en ese concepto abstracto e indefinido llamado democracia.
¿Qué sucederá en los demás países de la región cuando les toque el momento de elegir autoridades? ¿Acaso coinciden los eventos de Honduras con el incremento inexplicable de los presupuestos militares en países vecinos? El futuro mediato es como una nube negra plagada de amenazas. De ahí la importancia fundamental de combatir la corrupción y depurar a las instituciones, elementos clave para la recuperación del equilibrio político de los países centroamericanos.
Es imperativo entender que la violencia y la miseria en las cuales se hunde la vida de nuestros países no son naturales, responden a estrategias bien pensadas para mantener a la población en silencio, temerosa y sumisa. Será a ella, entonces, a quien le corresponda romper el hechizo.

viernes, 24 de noviembre de 2017

Chile: Una oportunidad para la Izquierda

http://www.puntofinal.cl/888/ultimoeditorial889.php
La coyuntura electoral permite comprobar que existen condiciones muy favorables para iniciar la construcción de una alternativa democrática y popular que permita a la Izquierda abrirse camino -con sus propias banderas- en la lucha contra el neoliberalismo.
Por supuesto nos referimos a una Izquierda del siglo XXI, capaz de botar el lastre de los errores del pasado para recuperar -junto con sus principios éticos y políticos- las banderas limpias del socialismo, tales como la democracia, la participación popular, las libertades públicas y el respeto a los derechos humanos, que le fueron arrebatados desvergonzadamente incluso, por sectores de derecha.
Las elecciones del 19 de noviembre, en efecto, confirman el proceso de descomposición del duopolio político que gobierna el país desde 1990. Si se comparan sus resultados con los de la anterior elección presidencial, del 17 de noviembre de 2013, se observa que Michelle Bachelet obtuvo aquel año casi 3 millones y medio de votos en primera vuelta (46,7%). En cambio, su heredero político, Alejandro Guillier, consiguió sólo un millón y medio (22,7%). Asimismo, la coalición de gobierno perdió su mayoría en la Cámara de Diputados. En cualquier otro país -menos en Chile, donde ningún actor político reconoce sus fracasos- estos resultados se considerarían una importante derrota.
A su vez a la derecha no le fue todo lo bien que pretende hacer creer. Sebastián Piñera, aun cuando encabeza la opción para el 17 de diciembre, tuvo dos millones 400 mil votos (36,64%), cifra muy lejana a los 3 millones de votos (44.06%) que obtuvo en primera vuelta el año 2009. Es verdad -pero es una verdad relativa- que el sector fascista de José Antonio Kast (500 mil votos y 7,93%) también forma parte de la derecha. Es una verdad a medias porque la ultraderecha pinochetista es muy crítica de las inclinaciones liberales de Piñera y de su propósito de construir una derecha moderna.
La abstención -que esta vez registró un 54%- se ha convertido en el barreno que debilita el sistema político. En los hechos es el instrumento de que se vale parte de la población para manifestar de manera pacífica su protesta por la corrupción y la demagogia. Es expresión también de la atonía e indiferencia en que el sistema mantiene a buena parte de los ciudadanos para manipularlos a su amaño. No obstante hay que anotar que el fenómeno de la abstención disminuyó esta vez. Hay que recordar que Bachelet fue elegida con 58,21% de abstención en 2013 y que en las elecciones municipales de octubre del año pasado la abstención llegó a 65%.
El mayor interés en votar el 19 de noviembre es otro dato que permite pensar que estamos ante un proceso de reactivación popular, ingrediente fundamental para la rearticulación de la Izquierda. El factor de este cambio hay que atribuirlo a la irrupción de una tercera fuerza -el Frente Amplio (FA)- que entró a la disputa electoral con sorprendentes resultados. Su candidata presidencial, Beatriz Sánchez, recibió un millón trescientos mil votos, o sea 20,27%. Y por añadidura el FA eligió 21 diputados y un senador, que lo convierte en una fuerza importante en el Congreso Nacional.
El FA no es un partido sino la agrupación de una docena de partidos y agrupaciones político-sociales y tiene su origen en las movilizaciones estudiantiles de 2011. Aunque su anclaje social está muy focalizado en sectores intelectuales y de la clase media, su gran votación interpreta -al menos por ahora- a un contingente social que desborda sus propias hechuras orgánicas. Ha venido a llenar el vacío en el espectro electoral que dejó la decepción del pueblo con los partidos del duopolio que gobierna desde 1990 en alianza con el gran empresariado nacional y extranjero.
El FA plantea un programa democratizador y de justicia social y asume un compromiso de lucha contra la corrupción que se ha adueñado de las instituciones. Su programa también incluye la convocatoria a una Asamblea Constituyente que redacte y plebiscite una nueva Constitución Política. Este aspecto es fundamental y determina la naturaleza de un proyecto que se proponga cambios económicos y sociales profundos.
La Asamblea Constituyente debe estar a la cabeza de un programa orientado a reformar en profundidad la sociedad chilena. El modelo de economía de mercado es un sistema complejo que abarca ámbitos políticos, institucionales, sociales y culturales. Su basamento es la Constitución que rige -con mano de hierro-todos esos ámbitos. La eliminación del sistema de AFP, por ejemplo, o el derecho universal a salud y educación de calidad, son metas imposibles de alcanzar en el marco de la actual Constitución. La rigidez del sistema político-institucional heredado de la dictadura haría estrellarse la cabeza contra un muro a quien pretenda eliminar sus aspectos más conservadores y represivos, sin cambiar antes el cimiento del sistema que es la Constitución.
El FA tiene en este momento la responsabilidad de prestar un gran servicio a las fuerzas del cambio si es capaz de convertirse en el engranaje que ponga en marcha el proceso de recomposición de la Izquierda.
La experiencia que dejan numerosos esfuerzos realizados durante estos años por reconstruir una alternativa de Izquierda, independiente del maridaje de política y negocios, deberían ser tomados en cuenta por quienes se propongan ahora ese objetivo. La experiencia indica que el más rotundo fracaso espera a quienes traten de unir grupos que disfrutan su autonomía y cultivan luchas fratricidas. Tampoco ayudan los esfuerzos por refaccionar cascarones envejecidos que padecen sus propias oligarquías. Lo que moviliza y une al pueblo, como lo demuestran el propio FA o el Movimiento de Trabajadores NO+AFP, es la convocatoria político-social audaz e independiente que permita ocupar los espacios abandonados por las organizaciones tradicionales. No hay que dejar pasar las condiciones favorables que se presentan para iniciar la rearticulación de la Izquierda y levantar su alternativa. En esto, sin duda, cabe gran responsabilidad al Frente Amplio.

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Diez días que estremecieron al mundo: Centenario de la Revolución de Octubre

Relación con la Primera Guerra Mundial
Cuando se aproximan las conmemoraciones de la Primera Guerra Mundial, ahora es el momento de un nuevo centenario: el de la Revolución de Octubre, que tuvo lugar en 1917 en el Imperio ruso y llevó a la creación de la Unión Soviética. No es casual que ambos aniversarios se solapen ya que están estrechamente ligados.
La Primera Guerra Mundial estalló como un conflicto entre las grandes potencias europeas de entonces que esperaban reforzar y expandir su posición de fuerza. Pero al cabo de cuatro años de una lucha militar cada vez más extendida y sin salida, y con un importante deterioro de las condiciones de vida en las naciones beligerantes, la Primera Guerra Mundial provocó la caída de no menos que cuatro imperios. La Rusia zarista ni siquiera conoció el final de la guerra. La abdicación de zar Nicolás II en marzo de 1917 ponía fin a 300 años de dominación dinástica de los Romanov. El final de la Primera Guerra Mundial en noviembre de 1918 provocó después la caída del Imperio alemán, la de la doble monarquía austro-húngara de los Habsburgo y del Imperio otomano.

Antecedentes
La Primera Guerra Mundial, que había estado precedida de un largo periodo de problemas y conflictos, supuso en cierto modo el golpe de gracia del Imperio zarista. Tras la supresión del vasallaje en 1861 y la entrada en la revolución industrial no había dejado de aumentar el descontento provocado por el autoritarismo del régimen zarista. En 1881 el zar Alejandro II fue asesinado por un grupúsculo de conspiradores. El hermano mayor de Lenin se vio implicado en un intento de asesinato del nuevo zar, Alejandro III. Fue detenido y condenado a muerte en 1887. Lenin y compañía sacaron sus conclusiones de ello y se unieron al Partido Obrero Social Demócrata de Rusia (POSDR) fundado en marzo de 1898, precursor del futuro Partido Comunista.
El campo seguía padeciendo unas condiciones de vida feudales. Los grandes propietarios tenían todo el poder. Representaban solo el 0,3 % de la población, pero poseían más de la mitad de todas las tierras. Las condiciones de existencia de los campesinos rusos eran similares a las del campesinado francés y belga del siglo XIV. Todos los levantamientos sucesivos de campesinos fueron aplastados sin piedad.
También en las ciudades reinaba el descontento. Hacia finales del siglo XIX la población estaba cada vez más insatisfecha y después de la derrota de Rusia en la guerra ruso-japonesa (1904-1905) se multiplicaron los motines de soldados y las manifestaciones. El Domingo Rojo del 9 de enero de 1905 la guardia imperial abrió fuego y causó cientos de víctimas entre los manifestantes. Las manifestaciones y huelgas no hicieron más que aumentar, el zar se vio obligado a hacer concesiones con unas reformas económicas e instauró una primera Duma (parlamento). Pero como las reformas propuestas apenas supusieron mejoras, la agitación persistió.
Mientras tanto, el POSDR se había dividido en dos facciones: los menchevikes, mas bien moderados, y los bolcheviques, radicales. A principios de la Primera Guerra Mundial el zar había vuelto a fortalecer su poder y la agitación dio paso a un patriotismo entusiasta. Pero era una ilusión. A medida que avanzaba la guerra el ejército zarista sufría cada vez más derrotas y la economía se desarticulaba. Hacia finales de 1916 Rusia estaba al borde de un desmoronamiento militar y económico total. El coste en vidas humanas fue particularmente elevado. Perecieron dos millones y medio de rusos. El descontento que desde 1905 estaba a punto de estallar se convirtió en un inmenso rumor que culminó en 1917 y se realizó definitivamente con la Revolución de Octubre.

De la revolución de febrero …
A finales de febrero de 1917 estallaron en Petrogrado unos disturbios de gran magnitud. En pocos días las huelgas en la fábrica de municiones desembocaron en una huelga general. Las mujeres salían cada vez más a la calle para reclamar pan. “¡Pan, trabajo!” se convirtió en la consigna más coreada y a ella se añadía a continuación “¡Abajo la guerra!”, la causa de todo. Cuando las tropas del zar ya no se mostraron dispuestas a disparar contra los insurgentes el Imperio ruso de desmoronó en unos días. Se había producido la Revolución de Febrero.
El 2 de marzo de 1917 abdicaba el zar Nicolás II. Se formó un gobierno provisional dirigido por el príncipe Lvov con el apoyo de casi todas las fuerzas de oposición al zar, salvo los bolcheviques. Y es que en el intervalo se habían instaurado consejos de obreros y de soldados en todas partes, en Petrogrado y en otras grandes ciudades. Empezó así el periodo del “doble poder”.
La cuestión de la guerra constituía un punto de divergencia crucial. Los bolcheviques eran los únicos que deseaban que terminara la guerra. Era indispensable para poder concentrarse en los problemas sociales y económicos. El gobierno provisional, por su parte, deseaba seguir con la guerra.
Los dirigentes bolcheviques en el exilio seguían muy de cerca estos acontecimientos en sus países de acogida. El emperador alemán esperaba que prevalecieran los sóviets y su reivindicación de detener la guerra por lo que llegó a un acuerdo para que Lenin pudiera abandonar Suiza y atravesar Alemania hasta Rusia en un vagón de tren sellado.
Lenin llega a Petrogrado en abril y preconiza en sus “Tesis de abril” que todo el poder debe ir a los sóviets, los cuales deberán actuar radicalmente para detener la guerra, lograr la distribución de tierras y la equidad alimentaria. Las tensiones entre el gobierno provisional y los sóviets se exacerban a medida que aumenta la influencia de los bolcheviques en los sóviets. Como el gobierno provisional estaba cada vez más dominado por los antiguos generales zaristas, los dirigentes bolcheviques tuvieron que pasar a la clandestinidad o, como Lenin, huir otra vez al extranjero.

… a la Revolución de Octubre
A principios de octubre la mayoría de los dirigentes bolcheviques decidió que era necesario un levantamiento armado y que los sóviets tenían que hacerse con la dirección del Estado. Así, el 25 de octubre (2) miembros de los sóviets y soldados simpatizantes toman por asalto el Palacio de Invierno del zar en Petrogrado y hacen prisioneros a los miembros del gobierno provisional. Esa misma tarde se reúne el II Congreso Panruso de los Sóviets con 649 delegados, 390 de los cuales eran bolcheviques, provenientes de más de 400 comités locales de todas las regiones de Rusia.
El congreso de los sóviets anunció un armisticio con Alemania, concedió tierras a quienes las explotaran, introdujo la jornada de ocho horas, nacionalizó los bancos y las grandes empresas al tiempo que acababa con las discriminaciones basadas en la nacionalidad. Poco después siguieron decretos sobre el control de los trabajadores en las empresas y la separación de la Iglesia y el Estado.
La reacción no se hizo esperar. Los partidarios del gobierno provisional, los blancos, no cedieron. Las oligarquías de las grandes potencias no veían con buenos ojos una revolución en el patio trasero de Europa y prepararon una invasión.
Las grandes grandes potencias tenían otra razón para querer acabar con esta revolución en ciernes: el riesgo de contagio. Poco después de que los bolcheviques hubieran proclamado un armisticio con Alemania se extendió por Europa central una oleada de huelgas políticas y de manifestaciones en contra de la guerra. Muchos países estaban tan hartos de la guerra como sensibilizados por la revolución. Después de la guerra estallaron levantamientos en Hungría, Austria, Checoslovaquia, Bulgaria, Italia y Alemania. La mayoría de las insurrecciones estaban mal preparadas y mal organizadas. Fracasaron una tras otra, no sin hacer que les zumbaran los oídos a las clases dirigentes.
A principios de 1918 empezó una guerra civil entre los “rojos”, los bolcheviques recién llegados al poder, y los “blancos”, que estaba apoyados por los antiguos generales zaristas y por muchas intervenciones aliadas (Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón). La guerra civil duró hasta 1921 y causó millones de muertos, sobre todo debido a la inmensa hambre que le acompañó.
A finales 1922 se creó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) o Unión Soviética. Aquel año la salud de Lenin conoció una primera alerta, sin duda consecuencia tardía de un atentado perpetrado contra él en agosto de 1918. Tras diversos empeoramientos murió el 21 de enero de 1924. La lucha interna por su sucesión inició una nueva fase en la historia de la Unión Soviética.

Balance de la revolución

Económico
Al empezar la revolución Rusia era un país subdesarrollado. Los países industrializados producían por cabeza de 10 a 15 veces más carbón y de 10 a 20 veces más energía. Los ingresos por habitante en Rusia eran inferiores a los de América Latina (3).
Además de un retraso importante respecto a los países ricos, las circunstancias en las que debía desarrollarse el país eran particularmente desfavorables. Aparte de la destrucción causada por la Primera Guerra Mundial el país había sido devastado entre 1918 y 1921 por una violenta guerra civil y por invasiones extranjeras. Veinte años después el país iba a sufrir la gigantesca destrucción provocada por la invasión alemana (4).
La joven revolución sufría también un embargo económico. Y al contrario que la mayoría de las naciones occidentales el país no podía contar con unas colonias que le suministraran gratis o casi gratis materias primas y fuerza de trabajo.
A pesar de estas condiciones, la Unión Soviética tuvo un crecimiento espectacular. Entre 1920 y 1938 la producción industrial aumentó más de un 6.000 %, mientras que la media en el resto del mundo era de un 96 % (5).
En 30 años pasó de ser un país relativamente atrasado a ser una superpotencia capaz de competir con Estados Unidos en el plano tecnológico. Tenía que serlo por razones de seguridad. En la década de 1930 el país tuvo que construir rápidamente un aparato militar capaz de resistir a la amenaza de una guerra de aniquilación por parte de la Alemania nazi. Y desde la década de 1950 hizo frente a una carrera de armamentos nucleares (6). No obstante, la carrera por la modernización resultante de ello se hizo de manera forzada y tuvo un alto coste humano (7).
A mediados de la década de 1950 el crecimiento empezó a ralentizarse. El crecimiento económico seguía siendo correcto aunque se tradujo mucho menos en una mejora y un aumento de los bienes de consumo. En este aspecto el retraso respecto a Estados Unidos aumentó y se mantuvo, lo que provocó más frustración y menos apoyo a la dirección política (8). Pero incluso con este retraso de crecimiento y a pesar de todas las miserias de la guerra económica, entre 1917 y 1989 creció una vez y media más rápido que el resto del mundo (9).

Social
La Revolución de Octubre fue un grito contra la miseria y el subdesarrollo, un grito que no se dio en vano. La nueva República de los Sóviets dio muestras de un progreso nunca visto en esa época. Se erradicó el analfabetismo en poco tiempo. El nivel de instrucción llegó rápidamente a un nivel comparable al de los países industrializados. Se eliminó el paro y se instauró la jornada de ocho horas. La semana laboral en la Unión Soviética se convirtió en una de las más cortas del mundo. Se creó un sistema de seguridad social, con una pensión de jubilación completa. Se anuló la discriminación de la mujer y se legalizó el aborto.
Aumentó la esperanza de vida. Al inicio de la revolución los ciudadanos soviéticos morían 16 años antes que los ciudadanos estadounidenses. En 1973 la diferencia ya era solo de dos años y medio (10). Un factor de desarrollo social todavía más importante, la mortandad infantil por debajo de 5 años: en 1960 era de cuatro a ocho veces más baja en la Unión Soviética que en los países vecinos que cuarenta años antes todavía tenían un nivel igual de desarrollo (11).

Influencia internacional
Sería difícil sobrestimar la importancia de la Revolución de Octubre para la historia reciente del mundo. La Unión Soviética se ha convertido en el símbolo visible de la alternativa socialista al liberalismo hasta entonces dominante y a la sociedad capitalista. Todo el siglo XX, incluida una guerra fría de casi medio siglo de duración, iba a estar dominado por el antagonismo del capitalismo frente a socialismo. En el lado socialista la Unión Soviética como nación marcó la pauta hasta el final de su existencia a principios de la década de 1990. En ese sentido, la Revolución de Octubre fue determinante para el carácter del siglo XX.
Gracias a esta revolución el socialismo dejó de ser un ideal lejano o una utopía que no estaba al alcance para convertirse en una posibilidad realizable. Y fue una realidad con efectos contagiosos. La Revolución de Octubre contribuyó a muchas otras revoluciones y fue la fuente de inspiración de decenas de movimientos de liberación en todo el mundo. En muchos otros países la Unión Soviética representaba un apoyo sólido para la creación y desarrollo de partidos comunistas. Cuarenta años después del asalto a Palacio de Invierno un tercio de la humanidad vivía en un país socialista (12).
A su vez, la existencia y el éxito de los partidos comunistas en el mundo ejercieron una presión sobre las relaciones de fuerza en la política. Así, por temor al éxito de los partidos comunistas tanto empleadores como partidos políticos tradicionales se mostraron proclives a hacer grandes concesiones en el plano social.
Basta con mencionar nuestro país, Bélgica, tras cada una de las dos guerras mundiales. Victorias importantes de la clase obrera de las democracias occidentales, como el sufragio universal, el reconocimiento de los sindicatos, el establecimiento de la concertación social y de la seguridad social, se obtuvieron sobre todo gracias a la existencia de los partidos comunistas y al miedo que suscitaban a los empleadores y partidos tradicionales.
Por último, la Unión Soviética tuvo una importancia capital en dos acontecimientos centrales del siglo XX: la victoria sobre el fascismo y el desmoronamiento del sistema colonial. En casi todos los países ocupados durante la Segunda Guerra Mundial los partidos comunistas desempeñaron un papel fundamental en la resistencia al fascismo.
Tres cuartas partes de las pérdidas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial se debieron al Ejército Rojo. Sin estas pérdidas Europa habría sufrido sin duda el yugo fascista durante mucho tiempo (13). La Unión Soviética también desempeñó un papel importante en la descolonización. Muchos países postcoloniales deseosos de seguir un camino soberano respecto al mundo occidental pudieron contar con el apoyo económico, tecnológico y militar de Moscú, apoyo que a menudo fue indispensable para su supervivencia.

Evaluación

El peso de la historia
Toda gran revolución va muy por delante de su tiempo. Las grandes revoluciones hacen avanzar unos principios que significan un progreso respecto a las fases históricas precedentes. Por eso logran despertar mucho entusiasmo y apasionar a grandes grupos de personas incluso mucho tiempo después. Pero en general la realización de los objetivos de estas revoluciones no es cosa fácil. El peso de la historia es más pesado que el plomo.
Así, la Revolución francesa convirtió en un logro definitivo los derechos políticos y el principio de igualdad. Sin embargo, la propia Revolución llevó al Terror y a la introducción de la guillotina, a la prohibición de toda posibilidad de sindicatos o de huelga, así como a las guerras imperialistas de conquista llevadas a cabo por Napoleón y que costaron tres millones y medio de vidas (14). Eso no quita que la Revolución francesa siga siendo a justo título un hito importante de la historia mundial. A esa luz es a la que hay que ver y juzgar la Revolución de Octubre.
Lenin, el artífice de la Revolución de Octubre, era perfectamente consciente del hecho de que la realización de los ideales revolucionarios no sería fácil, pero al mismo tiempo, de que la Revolución constituía un paso importante en la historia: “Esta primera victoria no es aún la victoria definitiva y nuestra Revolución de Octubre la ha conseguido con dolores y dificultades sin precedentes, con inauditos sufrimientos, con una serie de graves desaciertos y errores nuestros. […] Nosotros hemos empezado la obra. Poco importa saber cuándo, en qué plazo y en qué nación culminarán los proletarios esta obra. Lo esencial es que se ha roto el hielo, que se ha abierto el camino, que se ha indicado la dirección” (15).

Fracaso o pequeño milagro
Según una opinión corriente, la Revolución de Octubre demuestra que el comunismo no funciona, que es un fracaso. Es la visión de los vencedores, que no tienen en absoluto en cuenta las circunstancias en las que se tuvo que desarrollar la Revolución. Según los artífices del marxismo una sociedad socialista prosperaría mejor en las zonas más industrializadas del mundo. Además, su viabilidad exigía que una revolución socialista tuviera lugar simultáneamente en diferentes países. Ninguna de esas dos condiciones se había cumplido en la Unión Soviética: el país estaba solo y debía construir el socialismo sobre la base de una economía principalmente agraria.
Por otra parte, las potencias imperialistas hicieron todo lo posible para debilitar la Revolución y destruirla. Invadieron el país en varias ocasiones y le impusieron un embargo económico y tecnológico. A finales de la década de 1930 empujaron a la Alemania nazi a volverse contra la Unión Soviética con la esperanza de que ambos países se agotaran y aniquilaran mutuamente (16). Las guerras y guerras civiles que atormentaron al país los 30 primeros años no solo provocaron una sangría económica, sino que también privaron a la dirección política de cuadros competentes y experimentados. A partir de la década de 1950, con una economía totalmente destruida, el país se enfrentó además a una carrera de armamentos nucleares extraordinariamente cara.
En estas circunstancias peligrosas es un pequeño milagro que la Revolución de Octubre se haya producido y aún más que la unión Soviética se haya mantenido durante 70 años. En este contexto más bien se debe describir el conjunto del proceso como una proeza en vez de calificarlo de fracaso.
En todo caso, una mayoría pequeña de los habitantes de la antigua Unión Soviética no considera la Revolución de Octubre un fracaso. Veinte años después de la caída del Muro de Berlín un 54 % consideraba positivo el comunismo. Entre los alemanes del Este un 57 % afirma que la RDA tenía más lados buenos que malos y solo un 23 % de checos considera que actualmente tienen una vida mejor. Hoy un 55 % de los rusos añora la Unión Soviética (17).

Errores fundamentales
El hecho de que fuera una proeza no significa que no se cometiera ningún error fundamental. El sistema soviético no cayó tras una acción o una intervención exterior. Implosionó desde el interior, a causa de una acumulación de problemas, de penurias y de decisiones equivocadas.

1. El déficit democrático
La opción de la industria pesada se justificaba por razones de seguridad, pero fue a costa del consumo individual. Este tipo de opción requiere una base amplia, lo que significa que una gran mayoría concienciada la debe seguir y que la población se implique en la toma de decisión. Sin duda este no fue siempre el caso. A menudo las medidas se tomaron de forma autoritaria y represiva.
A veces la represión degeneró totalmente, sobre todo a partir de la segunda mitad de la década de 1930, lo que puso extraordinariamente a prueba la confianza de la población en sus dirigentes. El sistema ofrecía al ciudadano soviético una seguridad social fuerte pero, por otra parte, un consumo mediocre, sobre todo comparado con el del Oeste.
Todo ello provocaba un sentimiento general de indiferencia y de alienación. Los obreros no se sentían en absoluto “propietarios” de sus medios de producción y estaban poco dispuestos a trabajar más duro o de forma más productiva. Fue sobre todo a partir de la década de 1970 cuando el fenómeno adquirió proporciones importantes.

2. La burocratización
El establecimiento del socialismo requiere un elevado grado de conciencia política y de participación de la población. Son dos misiones importantes para el Partido Comunista. Pero el déficit democrático metamorfoseó al partido en una élite burocratizada que cada vez estaba menos en contacto con la población ordinaria.
Las organizaciones de masas se fueron convirtiendo poco a poco en correas de transmisión del partido, lo que les hizo perder su alma y su fuerza de atracción entre la población. El partido perdió ahí gran parte de su crédito. Cada vez era menos capaz de suscitar la creatividad y la participación de amplios estratos de población para seguir desarrollando el socialismo. La democracia interna del partido se vació de su sustancia. Se desarrollaron la autosatisfacción y el laxismo. Entre los cuadros aumentó el arribismo y disminuyó la cualidad.

3. El modelo económico
El modelo económico fue particularmente eficaz para sacar rápidamente al país del subdesarrollo. Para la fase siguiente había que ajustar este modelo y actualizarlo, y eso es lo que no se logró. Los progresos tecnológicos y científicos fueron impresionantes, pero no se tradujeron en un salto económico hacia adelante. En el plano del consumo y de la agricultura el crecimiento permaneció por debajo del nivel requerido. El modelo era excelente para un desarrollo extensivo (crecimiento cuantitativo, más de las mismas cosas) pero no para un desarrollo intensivo (crecimiento cualitativo basado en una mejor productividad).
Por una parte, sin duda se importó demasiado y demasiado fácilmente elementos del mercado. Por otra, toda la economía estaba estatalizada hasta la menor prestación de servicios. El grado de centralización fue muy alto, lo que era útil en tiempos de guerra aunque inútil en tiempos de paz. También se suprimieron demasiado rápido los estímulos materiales (18).

4 . Debilidades teóricas
La Revolución de Octubre fue el primer intento a gran escala de elaborar una sociedad socialista. No existía un esquema director que indicara hacia dónde ir, ni un plan detallado sobre cómo llegar ahí. La teoría revolucionaria no es un libro de recetas elaborado, acabado, sino la síntesis de la práctica y de las experiencias revolucionarias. Por consiguiente es un “work in progress”.
Ahí es donde reside el error: la teoría producida en la fase de inicio pronto se canonizó y se cerró. Tras el periodo inicial ya no se consideró, o no se volvió a considerar, desarrollar creativamente la teoría revolucionaria ni enriquecerla.
Por otra parte, varias concepciones eran erróneas; citaremos unas cuantas. Por un lado se sobrevaloraron las posibilidades propias y se subestimó el carácter largo y complejo de la fase de transición entre el capitalismo y el comunismo. Por otro lado, hubo desconocimiento de la capacidad de resiliencia del capitalismo. Se dio demasiada poca importancia al combate de las ideas, a la cultura, a la religión, etc.

5 . La escisión del movimiento comunista internacional
Después de la Segunda Guerra Mundial un tercio de la humanidad vivía en un país socialista, en muchos países del tercer mundo ya estaban presentes muchos gérmenes socialistas y el comunismo gozaba de un prestigio sin parangón. La unidad de los países comunistas era un elemento de fuerza en el escena internacional, además de que ofrecía a los partidos comunistas de todo el mundo un excelente foro para intercambiar y enriquecer visiones y concepciones.
Pero a finales de la década de 1950 la acentuación de las diferencias político-ideológicas provocó una ruptura e incluso una animosidad entre China y la Unión Soviética. Fue un duro golpe para el movimiento comunista mundial y para todas las fuerzas progresistas internacionales. También fue un regalo del cielo para Estados Unidos que, bajo el presidente Nixon, supo mostrarse mucho más pragmático (19).
Cada una de estas lagunas fue un fallo o un paso en falso importante. Unidas a unas circunstancias difíciles, contribuyeron a la implosión del sistema soviético a finales de la década de 1980. Sin embargo, no se trataba de problemas irresolubles. En los peores momentos la población soviética había sabido demostrar resiliencia y motivación para resolver los problemas como, por ejemplo, durante la guerra contra la Alemania nazi y durante la reconstrucción del país tras la Segunda Guerra Mundial. En la década de 1980 Gorbatchov emprendió unas reformas draconianas que se descontrolaron y provocaron el fin de la Unión Soviética. Puede que fuera demasiado tarde para poder poner orden.

Las lecciones de la historia
Según Marx y Engels, el socialismo es el resultado del empeoramiento de las contradicciones en el seno del capitalismo. La experiencia soviética nos enseña al menos tres cosas al respecto. En primer lugar, que una sociedad socialista lleva en sí misma un potencial muy fuerte para superar las calamidades del capitalismo, tanto en el plano social y económico, como respecto a las relaciones fraternales entre los países.
La segunda lección es que este potencial no se realiza automáticamente una vez que la sociedad ha elegido la vía socialista. Unas circunstancias difíciles y malas decisiones pueden echarlo todo a perder. El camino del socialismo es complejo, largo y duro, y no es irreversible.
Si se piensa que el socialismo se podría implantar rápidamente basta, sin embargo, con ver la historia del capitalismo. Su implantación costó siglos, con altos y bajos (20). Para muchos autores, el desmoronamiento de la Unión Soviética fue la prueba del fracaso del proyecto de sociedad socialista/comunista. El politólogo estadounidense Fukuyama habló incluso del “final de la historia” porque estaba demostrado definitivamente que el capitalismo neoliberal era la mejor forma de sociedad.
Pero desde la crisis económica de 2008 cada vez más personas están convencidas de que el capitalismo neoliberal es todo excepto la mejor forma de sociedad. Por ello, el pensamiento social crítico de la izquierda vuelve con fuerza tanto en su forma moderada (ecología social) como más radical (socialista/comunista).
¿Necesitamos una nueva “Revolución de Octubre” para convertir estas ideas en realizaciones concretas?

Notas:
(1) El título de este artículo remite a uno de los primeros libros sobre la Revolución de Octubre, Diez días que estremecieron al mundo, del periodista estadounidense John Reed, publicado en 1919. Todavía hoy este libro se considera uno de los documentos periodísticos más importantes del siglo XX. John Reed, ‘‘Dix jours qui ébranlèrent le monde’, Edition République des lettres, París, 2017. [Hay muchas traducciones al castellano, una de las más recientes es la de Angel Pozo Sandoval, Diez días que estremecieron al mundo, Tres Cantos, Akal, 2004].
(2) ¿La Revolución de Octubre en noviembre? En 1582 la mayoría de los países europeos se pasaron al calendario gregoriano, excepto Rusia y el gigantesco imperio de los zares, que conservará el calendario juliano hasta el 1 de febrero de 1918. Aquel día Rusia pasó al 14 de febrero. En el siglo XX la diferencia entre ambos calendarios era de 13 días. Por consiguiente, la Revolución de Octubre, fechada el 25 de octubre, tuvo lugar el 7 de noviembre para la mayoría de los demás países.
(3) Frantzen D., “Van Revolutie tot Perestrojka”, Bruselas, 1994, p. 29; Maddison A., Contours of the World Economy, 1-2030 AD, New York 2007, p. 382.
(4) En 1920, después de la guerra y la posterior invasión militar y guerra civil, la producción industria había descendido a un 20 % del nivel que tenía en 1913 y la producción alimentaria a un 60 %. Tras la Segunda Guerra Mundial la población había pasado de 194 millones de habitantes a 170 millones. 30.000 fábricas estaban destruidas. La producción agrícola había disminuido a la mitad y 1.710 ciudades y 30.000 pueblos estaban muy o totalmente destruidos. En términos de desarrollo económico esta guerra representa un retroceso de nueve años. Frantzen D., “Van Revolutie tot Perestrojka”, p. 59; Vanden Berghe Y., “Het grote misverstand. Een geschiedenis van de Koude Oorlog (1917-1990)”, Louvain, 1987, p. 66; Rodríguez García J., “El derrumbe del socialismo en Europa”, La Habana, 2016, p. 17.
(5) Kennedy P., “De wisselkoers van de macht. De economische en militaire opkomst en neergang van de grote mogendheden tussen 1500 en 2000”, p. 336.
(6) Los gastos militares en porcentaje del PNB pasaron del 3,4 % en 1933 al 33 % en 1940. En la década de 1950 ascendieron de nuevo al 24 %. Nove A., “An economic history of the U.S.S.R., 1917-1991”, Londres, 1992, p. 230 y 328.
(7) Se trata de la llamada la colectivización. Para poder financiar las inversiones en la industria pesada se contaba con los excedentes agrícolas. Y para poder obtener estos excedentes se colectivizó la agricultura, lo que provocó el descontento de, sobre todo, los campesinos medios, los kulaks, que boicotearon el proceso. Según las fuentes (no siempre fiables debido a la Guerra Fría) esto costó la vida a decenas de miles, incluso a millones, de personas.
(8) Los alemanes del Oeste tenían casi cuatro veces más bienes de consumo que los ciudadanos soviéticos y 2,3 veces más que los alemanes del Este. Los Wessies [los primeros] tenían proporcionalmente seis veces más coches que los Ossies [los segundos]. Frantzen D., “Van Revolutie tot Perestrojka”, p. 193.
(9) En esta época el resto del mundo conoció un crecimiento económico del 240 %, la Unión Soviética del 375 %. En 1917 América Latina tenía un PNB similar por habitante al de la Unión Soviética. La región registró un crecimiento del 251 % durante este periodo. Maddison A., The World Economy. A Millennial Perspective, OCDE 2001, http://aprendeenlinea.udea.edu.co/lms/moodle/file.php/554/NUEVO_CURSO_DE_HE_V7/clases/MADISON-A-_The_world_economy_a_millennial_perspective.pdf , p. 264 et 330.
(11) Vincente Navarro, “Has socialism failed? An analysis of health indicators under socialism”, International Journal of Health. Services, Volumen 22, número 4, p. 583-601, 1992; http://journals.sagepub.com/doi/abs/10.2190/B2TP-3R5M-Q7UP-DUA2
(12) Hobsbawm E., L’Âge des extrêmes, histoire du court XXe siècle 1914-1991. [En castellano: http://www.fmmeducacion.com.ar/Bibliotecadigital/Hobsbawm_HistoriadelSiglo_XX.pdf]
(13) Tharoor I., “How the Soviet Union helped save the world from Hitler during World War II”, The Independent, 9 de mayo de 2016, http://www.independent.co.uk/news/world/the-soviet-union-helped-save-the-world-from-hitler-a7020926.htmlhttps://en.wikipedia.org/wiki/World_War_II_casualties
(14) Durante el periodo comprendido entre 1792 y 1794, llamado “el Terror”, los dirigentes revolucionarios emprendieron una lucha implacable contra todas las fuerzas que amenazaban la revolución. Decenas de miles de personas fueron asesinadas. En La Marseillaise se refleja el ambiente sangriento de este periodo. Su estribillo dice: “¡A las armas, ciudadanos! ¡Formad los batallones! Marchemos, marchemos, que una sangre impura anegue nuestros surcos”. https://fr.wikipedia.org/wiki/Terreur https://fr.wikipedia.org/wiki/Loi_Le_Chapelierhttps://fr.wikipedia.org/wiki/Guerres_napol%C3%A9onienneshttps://fr.wikipedia.org/wiki/La_Marseillaise [En castellano: https://es.wikipedia.org/wiki/La_Marsellesa]
(15) Lenin, ‘Fourth Anniversary of the October Revolution’, https://www.marxists.org/archive/lenin/works/1921/oct/14.htm [En castellano: https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1921/octubre/14.htm de donde hemos tomado la traducción de esta cita].
(16) Fue la línea que se siguió tanto en Gran Bretaña como en Francia. La relación entre la Alemania nazi y los capitales internacionales no se cortó y hacia finales de la década de 1930 las inversiones extranjeras en Alemania incluso aumentaron. Soete L., “Het Sovjet-Duitse niet-aanvalspact van 23 août 1939”, Berchem, 1989, pp. 98-110.
(17) 54 % en el caso de los habitantes del Bloque del Este. Es una media. En algunos países las cifras son más altas: un poco más del 60 % de los búlgaros considera el régimen comunista mejor que el actual y también un 63 % de rumanos, un 72 % de húngaros, un 78 % de bielorrusos, un 81 % de serbios y un 90 % de ucranianos. Bonstein J., “Majority of Eastern Germans Feel Life Better under Communism”, Der Spiegel, 3 de julio de 2009; http://www.spiegel.de/international/germany/homesick-for-a-dictatorship-majority-of-eastern-germans-feel-life-better-under-communism-a-634122.html; Pew Research Center, “Russia: Public Backs Putin, Crimea’s Secession”, 8 de mayo de 2014, http://www.pewglobal.org/2014/05/08/chapter-3-russia-public-backs-putin-crimeas-secession/; Pew Research Center, “Hungary: Better Off Under Communism?”, 28 de abril de 2010, http://www.pewresearch.org/fact-tank/2010/04/28/hungary-better-off-under-communism/; Mudeva A., “SPECIAL REPORT: In eastern Europe, people pine for socialism”, Reuters, 8 de noviembre de 2009, http://www.reuters.com/article/us-communism-nostalgia/special-report-in-eastern-europe-people-pine-for-socialism-idUSTRE5A701320091108; Biray K, “Communist nostalgia in Eastern Europe: longing for the past”, OpenDemocracy, 10 de noviembre de 2015, https://www.opendemocracy.net/can-europe-make-it/kurt-biray/communist-nostalgia-in-eastern-europe-longing-for-past; “Poll: Many Czechs say they had better life under Communism”, Prague Monitor, 21 de noviembre de 2011, http://archive.is/bFYoy#selection-155.0-15
(18) Marx había previsto una fase intermedia en el desarrollo hacia el comunismo: el socialismo. En la fase socialista los estímulos materiales todavía desempeñan un papel importante, en el comunismo se abandona. O, como los formulaba Marx, en el comunismo cada uno recibe “según sus necesidades”, en el socialismo todavía había lugar para la desigualdad y, por consiguiente, para un salario según trabajo. Marx K., Critique du programme de Gotha, https://www.marxists.org/francais/marx/works/1875/05/18750500.htm [En castellano: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gotha/gothai.htm].
(19) En 1969 se intensificaron las tensiones entre China y la Unión Soviética. El presidente Nixon jugó hábilmente con ello y trató de acercarse a China. Logró así dividir aún más el campo socialista y se encontró reforzado respecto a Moscú, lo que podía ser útil en la guerra contra Vietnam.
(20) Los primeros intentos datan de hace unos 500 años en las ciudades-Estado italianas, pero fracasaron. Arrighi G., ‘The Long Twentieth Century. Money, Power and the Origins of Our Times’, Londres, 1994, p. 109-126

Bibliografía sucinta:

Aust M., ‘Die Russische Revolution. Vom Zarenreich zum Sowjetimperium’, Munich, 2017
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Hobsbawm E., ‘L’Âge des extrêmes, histoire du court XXe siècle 1914-1991’, Le Monde Diplomatique -Editions Complexe, 1999. [Se puede leer aquí en castellano: http://www.fmmeducacion.com.ar/Bibliotecadigital/Hobsbawm_HistoriadelSiglo_XX.pdf]
Reed J., Dix jours qui ébranlèrent le monde , Points, 2017. [Véase nota 1] Rodríguez García J., ‘El derrumbe del socialismo en Europa’, La Habana, 2016
Soete L., ‘Het Sovjet-Duitse niet-aanvalspact van 23 augustus 1939’, Berchem, 1989
Vanden Berghe Y., ‘Het grote misverstand. Een geschiedenis van de Koude Oorlog (1917-1990)’, Louvain, 1987